Martes, 10 de febrero de 2009 (Actualizado a las 22:13)

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Ninguno lo dice en voz alta, pero la banca está indignada con las amenazas del ministro de Industria, Miguel Sebastián, aunque fueron suavizadas por José Blanco. Indignada y asustada, porque en las entidades cunde el temor a que el Gobierno tome represalias contra ellas por el supuesto cierre del grifo del crédito. En realidad, lo que se barrunta el sector es que Zapatero ha elegido a la banca como cabeza de turco de una crisis que está alcanzando niveles de paro insoportables. Y las cabezas de turco normalmente acaban rodando.

Estas posibles represalias son muy variadas. La que más citan los comentaristas es la de nacionalizaciones o intervenciones de entidades. "En Ferraz hay gente con muchas ganas de nacionalizar bancos", afirma una fuente bien informada. Sin embargo, la eventual entrada del Estado en el capital de las entidades respondería más a una necesidad -evitar problemas de solvencia- que a un deseo. Es más, algunos bancos y cajas, como Sabadell y CAM, consideran que estas inyecciones ayudarían a capitalizar la banca española, que está en inferioridad frente a los bancos de los grandes países europeos y de EEUU, donde los Gobiernos han tomado participaciones masivas.

Además, estas inyecciones no supondrían intervención en la gestión ni cuestionarían el control político de las cajas por los ayuntamientos y comunidades. Es decir, no sería una nacionalización para crear una banca pública. Y sólo se llegaría a intervenciones en casos puntuales de entidades al borde de la quiebra.

El Banco de España, principal arma

Sin llegar a esos extremos, hay muchas cosas con que el Gobierno puede castigar a la banca. Puede endurecer las condiciones para acceder a las subastas de liquidez del FAAF (Fondo de Adquisición de Activos) o al plan de avales, que ya presenta enormes trabas burocráticas. Otras posibles represalias serían la supresión de las prebendas y regalías de que disfrutan muchas entidades. Les puede obligar también a reducir el número de altos cargos que sirven para colocar a amigos o miembros del partido en el poder, o a reducir la remuneración de consejeros y ejecutivos: una medida habitual en los planes de rescate de todos los países (ayer, Obama fijó un tope salarial de 500.000 dólares para las firmas que reciban ayudas públicas).

Pero el arma de destrucción masiva con que cuenta el Ejecutivo es el Banco de España, que puede endurecer su posición actual exigiéndoles más provisiones, acelerando el calendario para dotar estas provisiones aunque eso signifique entrar en pérdidas (de momento lo negocia con las entidades) y, sobre todo, obligando al sector a rebajar la valoración de los activos inmobiliarios que están adquiriendo antes de que entren en mora hasta niveles realistas, lo cual supondría unas pérdidas enormes para el sector.

Demostrar la inocencia

De momento, la reacción oficial de bancos y cajas ha sido la habitual: no entrar al choque, sino tratar de demostrar su inocencia. Para empezar, nadie comenta en público las palabras de Sebastián en las que aseguraba que "al Gobierno se le está acabando la paciencia con los bancos". En segundo lugar, absolutamente todas las entidades que han presentado sus resultados de 2008 publican un crecimiento del crédito, si bien es cierto que éste cayó con fuerza en el cuarto trimestre, el del pánico en los mercados (la CAM admitió ayer una caída de la demanda del 50% en el segundo semestre).

En tercer lugar, en los últimos días están inundando a los medios de comunicación con notas de prensa sobre iniciativas y convenios para conceder créditos, en especial a las pymes, con el fin de contrarrestar el mensaje de que el dinero del ICO no llega a las empresas por culpa de la cicatería de los bancos. El último ha sido BBVA, que ayer anunció un plan de ayuda a este colectivo dotado con 5.500 millones de euros, el mayor del sector.

Pero el sector también se está moviendo tras las bambalinas. Según ha podido saber El Confidencial, la AEB ha contactado con varias agencias de comunicación para diseñar una estrategia de imagen unificada en vez de hacer cada uno la guerra por su cuenta como hasta ahora. Es mucho lo que está en juego para perderse en las habituales batallas entre competidores, por lo que necesitan aparecer ante el Ejecutivo y la opinión pública con un mensaje común y contundente.

¿Quién tiene razón?

Detrás de todo esto subyace el principal debate: ¿Tiene razón el Gobierno o los banqueros? Por mucho que el sector se empeñe en negar que ha cerrado el grifo y en achacar la caída del crédito a la falta de demanda, es innegable que ha endurecido drásticamente los requisitos para prestar dinero. La casuística es enorme, en especial en el caso de los pequeños empresarios: a muchos se les han negado un crédito pese a ser solventes y a otros les han exigido incluso garantía hipotecaria para recibir las ayudas del ICO.

"Es la ley del péndulo, antes se daba crédito a todo el mundo, incluyendo a mucha gente a la que jamás se le debió conceder, y ahora no se da a casi nadie, incluyendo a gente que sí lo merece", sostiene un analista del sector que espera que, en el futuro, el péndulo vuelva al justo medio. "El problema es que nadie sabe cuándo ocurrirá eso". Otro experto añade que "la clave está en la expresión demanda solvente: antes toda la demanda era solvente, y ahora casi ninguna lo es, a juicio de los bancos". Como se dice en el sector, los departamentos de riesgos han vuelto a trabajar después de 10 años de vacaciones.

Pero tampoco se le puede echar toda la culpa a la banca. El Gobierno español ha sido el último de Europa en reaccionar a la crisis y en presentar un plan de ayudas, ha tardado muchísimo en poner la liquidez prometida en el FAAF a disposición del sector, los bancos españoles son los últimos de europa que podrán emitir con aval estatal, el propio Gobierno compite con estas emisiones avaladas mediante gigantescas colocaciones de deuda pública como la del martes, etc.

Más allá, está la cuestión de si la solución a la crisis es dar más crédito o, por el contrario, el desapalancamiento -reducción de la deuda masiva de empresas y familias- del que cada vez hablan más banqueros y analistas. "Es absurdo solucionar una crisis de crédito con más crédito", sentenciaba Francisco García Paramés en la reciente entrevista de El Confidencial con el gestor de Bestinver. Y este desapalancamiento debe empezar por la propia banca, como así se lo hizo saber MAFO a principios de octubre cuando les pidió que frenasen el crédito.

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