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Era la sombra de su hermano mayor. Durante los últimos 40 años, Peter (63) había trabajado junto a Bernard (70) codo con codo, separados sólo por un par de plantas en el edificio donde Madoff Investment Securities tenía su sede central en la Gran Manzana. Ahora, descubierto el fraude urdido desde la firma de asesoramiento e intermediación bursátil, la investigación trata de descubrir cuál era su implicación real en la trama. ¿Simple inocente o cómplice necesario?

Peter trabajaba como responsable de la firma de intermediación bursátil del grupo, aunque su posición era mucho más trascendente. De facto, ejercía como número dos de la firma y estaba llamado a suceder a su hermano Bernard como heredero y garante del negocio familiar. De hecho, como ayer recogía el diario económico The Wall Street Journal, los Madoff procuraban no viajar juntos en el mismo avión, ya fuera por cuestión de trabajo o por puro ocio. Riesgos en común, los mínimos.

Con la confesión fatal y su entrega al FBI, Bernard Madoff entonó el mea culpa más sonado de la historia de las finanzas. En su particular confesión del engaño, cerca del 50.000 millones de dólares, el financiero de Wall Street asumió toda la responsabilidad de lo ocurrido, eximiendo de cualquier culpa al resto del equipo directivo, compuesto precisamente en los niveles más altos por miembros de su propia familia: desde su hermano Peter y a sus dos hijos Andrew y Mark.

Abogado de formación, Peter optó por seguir los pasos de su hermano en la industria financiera. Sus competencias se circunscribían en la creación y desarrollo de nuevas herramientas y sistemas de trading, uno de los pilares sobre los que cimentó su fama el negocio de Madoff a lo largo de los años. Avispado, pero discreto, siempre estuvo un paso por detrás de Bernard. También a la hora de ocupar cargos institucionales relevantes, como el de presidente de la Asociación de Traders de Nueva York.

Hermano ejemplar

Ninguna evidencia ha demostrado la implicación de Peter en la estafa. Sin embargo, inversores, abogados y fiscalía se preguntan cómo es posible que un solo hombre, Bernard Madoff, fuera capaz de orquestar semejante estafa masiva sin contar con la colaboración de ninguno de sus empleados. A priori, Peter no tenía competencia alguna sobre el negocio de asesoramiento, el cebo mágico que atrapaba el dinero de los inversores bajo el reclamo de rentabilidades jugosas con el mínimo riesgo.

Brillantes por igual, ambos hermanos estaban comprometidos en la defensa del negocio, aunque cada uno dentro de sus competencias, con los roles perfectamente repartidos. Sólo el tiempo diría si Peter tendría que relevar a su hermano como primer ejecutivo de Madof Investment Securities. Y así fue tras el arresto de Bernard. El encargado de trasladar la noticia a los empleados fue el propio Peter, que pidió discreción y compromiso hasta que todo quedara resuelto.

A pesar del éxito profesional logrado en compañía de su hermano, la vida había sido generosa sólo a medias con Peter Madoff. Como ayer lunes recogía The Wall Street Journal, disfrutaba de los privilegios de un millonario, con casas en Long Island y Palm Beach valoradas en 6 millones de dólares, pero no pudo ver cómo su hijo Roger continuaba sus pasos en el negocio familiar por culpa de una leucemia. Su jubilación dorada está ahora también en peligro.

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