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Jaime Castellanos

Vocento celebró ayer Junta General en Madrid, un acontecimiento que llegaba precedido de la mayor expectación tras los sucesos ocurridos en los últimos meses en el seno del Grupo, hasta el punto que, quien más quien menos, todo el mundo esperaba una sesión movidita a cuenta de la cera que el grupo de accionistas minoritario articulado en torno a Jaime Castellanos pensaba repartir contra el presidente, el consejero delegado y los consejeros que han protagonizado el reciente relevo de los antiguos gestores.

Y verdaderamente las expectativas no quedaron defraudadas, hasta el punto de que, cuando empezó hablar el Presidente, Diego del Alcázar, quien centró su discurso sobre la crisis económica, los retos de los medios de comunicación, el futuro de Internet y las medidas necesarias para mejorar la situación de la economía, las miradas estaban puestas en el notario, ante quien se agolpaba un buen número de accionistas dispuestos a ejercer su derecho a intervenir. Aunque, a decir verdad, la expectación no estaba tanto en la cola, sino en quién manejaba la cola que rodeaba al notario, quien era su jefe de filas. Pronto la duda quedó despejada: el propio Castellanos, por sí y ante sí, se levantó para pedir al notario su derecho a intervenir.

Tras Del Alcázar llegó el turno del Consejero Delegado, José Manuel Vargas, con un contundente parlamento en el que detalló las medidas que está tomando para hacer frente a la crisis de publicidad que afecta a los medios de comunicación, además de relatar con pelos y señales las iniciativas adoptadas en orden a acabar con el desorden que ha dañado un Grupo cuarteado por batallas internas y asaltos externos dirigidos desde el interior. Las caras de los consejeros empezaban a tensarse, en espera de un turno de intervenciones que se preveía duro en extremo.

En efecto, Víctor Urrutia, con gesto serio no exento de alguna que otra sonrisa cómplice, intercambiaba frecuentes confidencias con Soledad Luca de Tena; minutos más tarde ambos serían acusados de concertación por haber adquirido las acciones que Eugenio Galdón compró y retuvo en su poder durante tres semanas. A su lado se sentaba Santiago de Ybarra, con semblante adusto y preocupado; también habría cera para él, por haber capitalizado la pensión que le correspondía. Muy enfadado parecía Ignacio de Ybarra, mientras Santiago Bergareche, flotando en permanente sonrisa, miraba impávido, al tiempo que su hermano José Bergareche daba sinceras muestras de preocupación e inquietud. Muy tranquilos, al tiempo que molestos por el espectáculo, parecían Enrique de Ybarra y Carmen Careaga.

Dos accionistas díscolos

Capítulo aparte merece Claudio Aguirre, que alternaba gestos de máxima seriedad con miradas de inteligencia con parte de la audiencia que nadie logró entender, mientras afanosamente mandaba y recibía mensajes desde su blackberry. Diego del Alcázar, principal blanco de las críticas, Vargas y el Secretario, serenos, afanados y al tiempo incómodos. En la primera fila se sentaban los pesos fuertes de las familias que, controlando la mayoría, han decidido ejercerla: Emilio de Ybarra, Guillermo Luca de Tena, Dolores Aguirre, Federico Lipperhaide, Magdalena Ybarra, etc., gente de sonoro apellido dispuesta a dejar patente que estaban allí y que pensaban seguir estando. En medio de la sala brillaba con un punto histriónico Jaime Castellanos, gastando bromas con personal de su entorno.

Dos accionistas presentaron sendos y prolijos escritos que leyeron ante el respetable, poniendo de chupa de dómine la gestión, el liderazgo, las indemnizaciones y todo lo demás. Todo en cuestión, con amenaza de impugnación. Se trata, por cierto, de dos personas que acaban de comprar 50 acciones de Vocento y que en tiempo récord han logrado estudiarse a fondo y saberse la compañía de cabo a rabo, un gesto el suyo que con fina ironía agradeció el Presidente. Pero la estrella del evento era Castellanos, que arremetió contra Del Alcázar y afirmó que su presencia allí era prueba evidente de que no había presentado ninguna OPA con intención de repartirse Vocento, acusación por la que se sentía muy ofendido, lo que descartaba también la existencia de divisiones en la sociedad. Más de un consejero estuvo a punto de soltar la carcajada, conociendo como conocen todos las idas y venidas de Don Jaime con su amigo Aguirre et altri en procura de esa OPA que, al final y como en la fábula del zorro y las uvas, no ha sido posible hacer madurar.

Las respuestas al Memorial de Agravios presentado por los aventajados microaccionistas y latipreguntantes fueron manejadas con habilidad por el presidente, el consejero delegado, y el secretario, Emilio de Palacios. Al final todo quedó en una tormenta montada por dos accionistas y el citado Castellanos, dispuesto el trío a desplegar una agresividad desconocida en este tipo de actos. Desde que Víctor Urrutia cogió su fusil, el bloque mayoritario en el Consejo cómodamente controla más del 50% del capital de Vocento, reduciendo las esperanzas de los conspiradores a cero o casi. ¿Aceptará Castellanos su derrota, o seguirá rumiando el gran pelotazo perdido?

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