Es inmigrante y se ha quedado sin trabajo. Tiene que volver a su país, pero antes va a gastar un último cartucho. En concreto, suscribe ocho seguros de vida en España. Sabe que nunca volverá. Sí lo hará un familiar suyo, el beneficiario, con la intención de cobrar las pólizas esgrimiendo un certificado de defunción falso previo soborno a las autoridades de su país de origen. ¿Ciencia ficción? Al contrario. Se trata de una historia real. Uno de esos casos que han afectado en los últimos tiempos al sector asegurador y que están haciendo de la crisis un nicho de mercado para los detectives privados, cada vez más lejos de la gabardina y el sombrero ladeado. 

“Es que saben que si logran cobrar esas pólizas vivirán como marajás en sus países. Y ahí entramos nosotros”, explica Enric Vilamajó, director general de Winterman, agencia de investigación privada con diez despachos en España. Según los datos que maneja, el incremento exponencial de los concursos de acreedores ha hecho que las peticiones de informes de los socios de empresas con problemas o en vías de disolución se hayan incrementado en un 300% en los últimos meses. “Se han sacado los cuchillos, las hachas y todo el arsenal. Resulta penoso porque en muchos casos se trata de personas que han estado muchos años juntos y que se han perdido hasta el respeto”, explica.

¿Casos más frecuentes? “Los principales problemas en las empresas tienen que ver con la presencia en las sociedades de diferentes grupos accionariales –explica Vilamajó-.  Lo más común es la creación de empresas paralelas y la desviación de activos o clientes antes del concurso de acreedores. Habitualmente, los minoristas son los que nos contratan para averiguar qué hay detrás de muchos concursos”. Según explica, la tarea del detective implica facilitar la información necesaria en caso de repartos patrimoniales o de la necesidad de efectuar aportaciones económicas para liquidar las deudas y la sociedad.

Respecto a la minuta, Vilamajó se moja lo justo: “Depende. Pueden ser tareas muy simples, como hacerse con una prenda falsificada en casos de propiedad intelectual, o muy complejos, en los que sea necesario infiltrar a una persona en una empresa. Aquí estaríamos hablando de varios miles de euros”. Menos todavía se aventura al referirle el incendio del edificio del Windsor, que Winterman estuvo investigando. “Fue un caso muy complejo, porque había muchos intereses cruzados y firmas muy potentes. En buena medida, la intención de muchos era cerrar rápido el expediente”, apunta a El Confidencial sin entrar en más detalles.

Nadie falta al trabajo

Claro que, en un escenario de crisis económica como el actual, lo que se gana por un lado se pierde por otro. El incremento de la demanda de investigaciones a empresas en disolución apenas sí compensa el descenso de las investigaciones en el ámbito laboral y de otras operaciones corporativas. “Nosotros trabajamos en diferentes bloques de actividad. El primero es el laboral, sobre todo en temas de absentismo. Y éste ha bajado mucho. La gente no coge una baja aunque lo maten. Había un 4,5% de absentismo y la tasa ha caído en picado. O la gente no estaba tan enferma o…”, explica Vilamajó. De hecho, las investigaciones laborales eran, junto a las estafas a seguros, los ámbitos de mayor investigación, con un 30% del total en cada caso.

“El segundo bloque sería derecho creativo –añade-,  vinculado a la fusión y adquisición de empresas. Aquí el dinero está muy parado”. Lo que no cede son las investigaciones por fraudes diversos. El sector asegurador es el que más lo sufre. “Los casos no cambian mucho. Desde el ámbito particular, la gente que simula un atropello o cualquier tipo de accidente. O robos de la casa que se fingen. También hay quien prende fuego a su empresa para cobrar el seguro. También se detecta que se está invirtiendo mucho más en las falsificaciones de productos textiles de alto nivel para ventas de outlet. Ha aumentado el número de empresas que nos contratan para proteger su propiedad intelectual”, concluye.

También se ha producido un alza de los ciberdelitos, que en los últimos años ya alcanzan el 20% de las investigaciones. “Han repuntado con la crisis. Internet ayuda a mantener el anonimato pero, además, es más barato preparar una acción de este tipo”. ¿Las tipologías? De lo más variado. “Phising, malos usos del correo electrónico, fuga de información, forenses informáticos o análisis de ordenadores a menores”, explica el director general de Winterman, que ha creado una división especializada para este tipo de pesquisas digitales.

Sí destaca Vilamajó las diferencias con otras crisis, que la compañía ha vivido si se tiene en cuenta que se creó en 1972: “En nuestra actividad hemos sido bastante anticíclicos. La diferencia en esta crisis ha sido que este año la gente no ha tenido tiempo para la reacción. Ahora, en el principio de 2009, ha empezado a actuarse de forma tradicional y con la cabeza fría”. Por cierto, si tiene problemas conyugales, olvídese de estos nuevos detectives. “Ofrecen poco valor añadido. No aceptamos estos casos”, argumenta. Como dirían Dylan, los tiempos están cambiando.

2.  lyapunov16/02/2009, 19:20 h.

Tiene tela que lo del Windsor, nunca se supo y nunca se sabrá quién lo quemó. Y aquí no pasa nada, nadie pone el grito en el cielo, dónde están los periodistas de investigación cuando se les necesita.

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1.  fapuig16/02/2009, 11:43 h.

Seguro que también hay informes de gente que resulta molesta, sin existir fraude alguno. Esos informes no se venden en una web pagando con tarjeta de crédito 100 Euros. De eso no cuentan nada porque no interesa contarlo. Otra forma mas de malgastar los pocos recursos existentes en estos tiempos de depresión.
http://fapuigbellacasa.blogspot.com/

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