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Polaroid Land Camera 1000, por Juan Baeza/Angel Caido.

Cuesta mucho convertirse en mito, pero muy poco perder la aureola del estrellato. Elevado a producto exclusivo y de vanguardia durante la década de los 70 y 80, Polaroid trata ahora de plantar cara a la desaparición y superar su condición de víctima de la tecnología digital. El negocio del clásico carrete de película ha muerto, como bien sabe Kodak, y si no lo evita, ocurrirá lo mismo con la revolucionaria aportación del revelado automático que impulsó la compañía con sede en Minnesota.

Con más de 70 años de historia, Polaroid vive en situación de quiebra desde el pasado mes de diciembre de 2008. Necesita un proceso de reestructuración que le permita volver a ser rentable. Y si es posible, hacerlo en manos de un nuevo propietario, ya que la llegada en 2005 de Petters Group, acusado ahora de fraude fiscal, no ha servido para adaptarse al nuevo escenario digital que domina el negocio de la fotografía. Un escenario propicio para un inversor en liquidez dispuesto a sacar partido a una marca universal.

Los interesados ya han llamado a la puerta. El potencial salvador tiene acento francés y domicilio en Luxemburgo. La firma Genii Capital, a través de su filial PHC, tiene un principio de acuerdo para adquirir los derechos comercales y la marca Polaroid, así como algunos de sus activos, según recogió la prensa especializada el pasado viernes. Para la operación irá de la mano de un socio industrial, Zink Imaging, aliado de Polaroid para desarrollar cámaras digitales de impresión instantánea.

El principio de acción parece fácil de entender y no obedece a un impulso romántico por salvar la marca impulsora de las fotos instantáneas. “Durante 2009 habrá un gran número de oportunidades para comprar barato, porque hay muchas compañías sobre endeudadas que no pueden refinanciarse”. Un lema que vale para todos los rincones del mundo en boca de cualquier potencial inversor. El periodo de rebajas empezó tímidamente a finales de 2008 y va a durar algo más que los primeros meses del nuevo año.

La señal de alarma se encendió a comienzos de 2008. Entonces, Polaroid anunció el cese de la fabricación de los famosos cartuchos para sus cámaras instantáneas. Era un aviso a los amantes de la singularidad de sus fotos: sólo quedaban existencias hasta 2009. La reacción no se hizo esperar. A los pocos meses, nacieron distintos movimientos colectivos para tratar de rescatar a la compañía, como Save Polaroid. De nuevo la red como canal para movilizarse y demostrar la dimensión de la comunidad existente en torno a un producto.

De esta manera, Polaroid ha servido como banderín de enganche para defender causas mayores. Igual que el vinilo resiste todavía marginalmente a los formatos digitales de reproducción musical, el cartucho que posibilitó la fotografía instantánea se revela como un fenómeno de nicho, llamado a tener su propio espacio y mercado, aunque a priori parezca un proyecto imposible. Una firma de capital riesgo ha decidido probar suerte. El tiempo dirá cómo tiene que ser el revelado.

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