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Más dinero, es la guerra

@S. McCoy - 06/12/2008

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La locura se ha instalado definitivamente entre la clase política y los principales responsables de los bancos centrales alrededor del mundo. La adopción de políticas fiscales y monetarias extraordinariamente expansivas persigue demostrar a la ciudadanía que son capaces de hacer en tres meses todo lo que fueron incapaz de prever en los ocho años anteriores. Menuda desfachatez. Son como el gestor poco diligente que autoriza la construcción de viviendas en el curso de un río bajo el argumento de que no se ha desbordado en 50 años. Y lo que era una barriada marginal se convierte, con el paso del tiempo, en un núcleo importante de población. Nunca pasa nada, hasta que pasa. Y cuando la riada finalmente llega y destruye sueños, cercena ilusiones y trunca vidas, sólo entonces, se establece un Plan Urgente de Actuación para evitar que tales calamidades se repitan en el futuro a través de medidas mediáticamente exageradas y económicamente ineficientes, con el consecuente coste para una ciudadanía que, ante la gravedad de lo YA ocurrido, asiente compungida al expolio de la riqueza colectiva o a la hipoteca de su futuro. Se trata de restablecer la confianza, por encima de todo. Como en el caso actual. El olvido de que siempre la prevención es mejor y más barata que la curación precipitada tiene estas servidumbres. Qué se le va a hacer.

Nuestra particular corriente violenta de agua tiene el verde color de la abundante liquidez monetaria sobre la que se habían construido sueños crediticios de cambio de paradigma y extinción de ciclos. Una expansión sin precedentes de la oferta monetaria que igualó a todos los activos, reales y financieros, por el arriesgado exceso de apalancamiento y que ha conducido, finalmente, a que sea imposible hacer distinción real entre unos y otros, toda vez que el factor deuda les hace bajar de la mano a las tinieblas de la espiral destructiva de sus respectivos precios. ¿Dónde estaba el endeudamiento en las sofisticadas planillas del asset allocation de las principales gestoras? La fuerza destructora del líquido elemento ha pillado por sorpresa a aquellos que salían todos los días al balcón a regar los geranios de su rentabilidad, florecidos sobre endebles raíces. Y ha dejado boquiabiertos a los que atribuyéndose el mérito político y supervisor de la ficción que, sobre la economía, tal ilusión monetaria provocaba, no estaban preparados para enfrentarse a una bofetada de realidad como la que se ha producido en los últimos 16 meses.

La política fiscal ha de ser selectiva.

Resulta, cuando menos, digna de estudio la uniformidad de las medidas de tipo fiscal adoptadas por naciones de muy distinto perfil en cuanto a la calidad de sus cuentas públicas y a su dependencia de la financiación exterior. No hay distingos cuando de hablar de miles de millones se trata. Permítanme que enarque las cejas. Estamos en un entorno de escasez. La liquidez se ha convertido, para sus tenedores, en un preciado tesoro que les servirá para encarar el incierto futuro con mejores garantías. La financiación a terceros brilla, por tanto, por su ausencia. En un entorno en competencia como el descrito, la captación de los recursos necesarios para llevar a cabo los ingentes programas de actuación pública comprometidos, provocará un encarecimiento de los diferenciales a ofrecer en la deuda soberana, especialmente en países extraordinariamente dependientes de los recursos foráneos como España, realidad que ya reflejan los seguros de cobertura del riesgo país. Se emiten más bonos a un coste mayor para los respectivos Tesoros. Se incrementan por tanto los costes financieros de la Administración, partida adicional a añadir al apartado de pagos. A la vez que se reducen los ingresos impositivos por la coyuntura económica. Lo que incide aún más en el déficit público. Y, ¿entonces?

El gran problema de las actuaciones financieras de la Administración es que se agotan en sí mismas; no generan un retorno directo que permita amortizar su coste. Son un gasto hoy ligado a un potencial ingreso indirecto futuro vía cánones o impuestos. Cuando se incurre en déficit, este viene para quedarse una temporada. Me estoy refiriendo a la inversión directa, no al mecanismo de avales, a mi juicio, mucho más acertado. El Estado, en sus distintas vertientes, debe tender a instaurar reformas estructurales que faciliten una mejora de la productividad y la competitividad o a establecer proyectos plurianuales que permitan capear el ciclo de la mejor manera posible hasta que el sector privado tome el relevo y permita ir reequilibrando el balance presupuestario. Es fundamental ser selectivo porque, al contrario de lo que ocurría cuando cada estado manejaba su propia moneda, y cabían devaluaciones competitivas de la misma, la oferta monetaria no es ilimitada y está condicionada al apetito de demanda de los potenciales adquirentes de deuda. Precisamente por eso han sido tal disparate ideas de bombero como las de los 400 euros y son igualmente rechazables aquellas medidas que persiguen perpetuar las causas que han conducido a la situación actual: hiperconsumo y exceso de endeudamiento.

Si la actividad particular no toma el relevo, la recesión se convierte en depresión y entonces, Houston, tenemos un problema serio de verdad. Porque lo malo de las deudas es que hay que pagarlas y los déficits no dejan de ser consumos que superan las ventas en una hipotética tienda nacional, esto es: financiación de terceros. En ese caso, la situación requiere soluciones dramáticas: una contracción salvaje de la economía del bienestar, incapaz de cumplir con las obligaciones que tiene comprometidas, o una subida masiva de impuestos. Y aún así. Cada vez más se impone la corriente de pensamiento de que lo que sacó a Estados Unidos de la terrible década de los 30 fue el aumento de demanda global que provocó la Segunda Guerra Mundial. Un argumento que podría ser válido en tiempo de paz si se concretan las necesidades de lo que muchos identifican hoy con la llamada burbuja verde o inversión-por-la-supervivencia-del planeta. En cualquier caso, estamos en un punto crítico. Un exceso de acción pública, en competencia con el sector privado de la economía, puede provocar la paradoja de que gran parte del ahorro se destine, mediante la compra de bonos, a la financiación del Tesoro a la vez que la desigual competencia por la financiación acaba provocando lo contrario de lo que se pretende: una merma de la acción de los ciudadanos y empresas sobre la economía. El llamado efecto crowding out. Un difícil equilibrio que ningún gobernante debería perder de vista mirando, si la miopía aún no ha hecho estragos, al medio plazo.

La política monetaria ha de evitar la hiperinflación y la trampa de liquidez.

Respecto a la actuación de los bancos centrales se trata, como ya hemos señalado al inicio de esta pieza, de una mera inyección de confianza. Los gobernadores conocen de sobra que el mecanismo de transmisión de la política monetaria está roto, en el sentido que el menor precio del dinero no implica su mayor rotación, esto es: no se traduce en nuevo crédito. Es el back to the basics de la crisis actual: mientras la caída de los precios, fundamentalmente inmobiliarios, no se estabilice, ni concluya el masivo proceso de ajuste de la economía financiera a la real que actualmente se está llevando a cabo -cuya virulencia, si acelera el proceso, bienvenida sea-, los bancos no van a soltar un duro. Está en juego su propia supervivencia. De ahí que haya sido tan grave el error de actuar sobre las entidades bancarias y no a través de ellas, diferencia sustancial que les hubiera permitido mantener su actividad mientras se ordenaba un proceso simultáneo y global de liquidación conjunta de posiciones con contrapartida.  Reducción simplista, por supuesto, pero intuitiva. Con 200.000 empleos al mes destruidos en España y 500.000 en los Estados Unidos, las mejoras de renta disponible que traen consigo las bajadas de tipos de los últimos meses se van a destinar a repago de deuda y aumento de la tasa de ahorro. Su vecino no va a hacer nada distinto a lo que haga usted. El ajuste de los estándares de consumo a la realidad económica de las familias es un proceso extraordinariamente doloroso pero inevitable para la solución de la crisis actual. Y cuanto antes se produzca, mejor para todos.  

Es imprescindible tener esta perspectiva crítica acerca del impacto que el abaratamiento radical del precio del dinero, combinado con el aumento de la oferta monetaria que provoca la emisión masiva de deuda pública, traen consigo para evitar tres de los grandes riesgos que de la acción conjunta de ambas se deriva. Uno, el incurrir en la pérdida de confianza de los ciudadanos en el valor de su efectivo, valor que es meramente fiduciario, es decir: de confianza al no estar respaldado por contrapartida física alguna como ocurría con el patrón oro. La sobreoferta de cualquier bien tiende a minorar su precio hasta un nuevo punto de equilibrio. Algunos autores (Fernando Suárez y su Teatro del Dinero de los viernes, entre otros) empiezan a cuestionarse el por qué no puede ocurrir lo mismo con el dinero: unidad de cuenta, depósito de valor y medio de cambio. Dos, y ligado con lo anterior, la puesta en circulación de ingentes cantidades de liquidez podría traer consigo un proceso hiperinflacionario que, por una parte, actuaría de forma confiscatoria sobre una ciudadanía que aún no habría despertado del sueño de la crisis y, por otra, ahondaría, indirectamente, en la quiebra de los parámetros actuales del sistema monetario. Por último, cabría que ocurriera justamente lo contrario, situación propia de lo que hemos descrito en el párrafo anterior: que nos enfrentáramos a lo que los autores han bautizado como la trampa de la liquidez; una abundancia de dinero que no incentiva el consumo ni fomenta la inversión productiva. Situación similar a la que lleva inmersa Japón en los últimos casi veinte años.

Conclusión

No estoy diciendo que no se actúe, Dios me libre. Simplemente creo que lo sensato es poner un poco de cordura en medio de la locura que parece haber envuelto a las instituciones políticas y monetarias a lo largo de las últimas semanas. No sólo en España, donde salimos a plan definitivo por semana, sino en los mismos Estados Unidos de Norteamérica, país en el que ya no se sabe para qué sirve ese TARP de 700.000 millones de dólares que tanto costó aprobar en las Cámaras. La resolución de esa crisis exige, por supuesto, medidas de corte dinerario y fiscal. Estoy de acuerdo dado que mi nivel de idiocia se mantiene estable en el tiempo. Pero su enorme dimensión y las importantes consecuencias que las acciones presentes pueden tener sobre el futuro de nuestra sociedad, tal y como hoy la tenemos concebida, advierten de los riesgos aparejados a cualquier tentación de precipitación, gloria mediática u oportunismo político. Errores de bulto, como los que se vienen cometiendo, cuestionan la necesidad de organismos ajenos al mercado para fijar el precio básico de un bien, como el dinero, que en él se negocia. Y más cuando sus equivocaciones del pasado son las que han conducido a los desequilibrios del presente. Está a la vuelta de la esquina la pregunta: ¿para qué sirve un Banco Central? Seguro. Y sólo cabrá una respuesta: para supervisar y poco más. Pero es que la discusión va más allá: ¿existe Europa fuera de la unidad que da el euro? La crisis de la Unión está viéndose ocultada por la inmediatez de los acontecimientos. Pero la cuestión aflorará, como quien dice, pasado mañana. Y todo lo que no une, separa. Cuidado con los nacionalismos.

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Opiniones de los lectores (247)

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247. usuario registrado monikka09/12/2008, 09:05 h.

manoto

Eso del post 229 es francamente bonito, debería ponerle música, arrasaría en cualquier casting para Eurovisión.

Por cierto, ¿no será un plagio? No sé, pero últimamente me recuerda Vd. a otro cantautor ...

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246. usuario registrado monikka09/12/2008, 09:00 h.

viki21

Dices:

Saludos cordiales, y como ya han dicho antes, gracias por compartir el puente

Gracias A TI Y A LOS DEMAS!!!!!!!!!!!!!!!!!

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245. usuario registrado monikka09/12/2008, 08:58 h.

viki21

Buenos días,

Yo, francamente, sólo miro del manual del IRPF lo justo, lo que afecta a mi declaración o a la de algún familiar cercano. Así pues, te dije lo de que no estaba segura sobre el tipo único en las rentas del trabajo casi sin pensar. La verdad es que tendría que informarme sobre los problemas de los autónomos, las personas que trabajan de forma temporal o las profesiones liberales.

En fin, he aprovechado un poco para quejarme de mis problemas.

Me marcho a ver la prensa. Ha nevado en Burgos, no recuerdo si es la 2ª o 3ª vez, pero no cuaja.

Muy buen día.

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244. usuario registrado viki2108/12/2008, 23:02 h.

A Monikka:

cuando escribí "si no sabes de economia, aunque sea un poquito..." no quería decir que no supieras, sino todo lo contrario. Quizás debería haberla completado con "... que baje Dios y lo vea". Creo que no expresé bien la ironía.

Por lo demás, coincido en lo que dices. Pero añadiría que yo preferiría eliminar subvenciones y bajar impuestos. Hay muchas (subvenciones) que dan risa por no llorar.

Saludos cordiales, y como ya han dicho antes, gracias por compartir el puente.

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243. usuario registrado jih08/12/2008, 21:56 h.


Almeriensis:

No puedo estar más de acuerdo, pero se le ha faltado incluir que no pasa nada por verter mierda en los rios o en el mar.

Vamos a terminar por hoy con unas frases de caviar "ironi-a" del maestro Groucho Marx:

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.

Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…

Y una para Gato:
A juicio de los gatos, las personas no somos más que muebles de sangre caliente.

Buena semana,

PD.: Tengan muy presente la noticia de la carne contaminada irlandesa. Me parece que nos han mentido y ha llegado a España....... dicen las malas lenguas que es la dieta de algunos políticos españoles........... fíjense como pronuncian.



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Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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