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Luis Miguel en el ascensor

@Leopoldo Abadía - 15/07/2008

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Mi vecino de San Quirico, desayunando, me dice, en voz muy baja, que a él le gustan los toros. Y le brillan los ojos cuando le digo que, a mí, también. Y mucho.

Y, como si me hubieran dado cuerda, le cuento lo que me pasó en un ascensor, en Bilbao, en el hotel Carlton, hace años.

Allí me encontré con Luis Miguel Dominguín. Para los que no sepáis quién era, os diré que fue un gran torero. Es posible que ahora sólo se le recuerde por ser el padre de Miguel Bosé. Pero entonces, el famoso era él.

Muy polémico, con muy buena pinta, se había casado con una actriz italiana que a mí me gustaba mucho y había organizado un lío enorme, levantando el índice en una plaza de toros para que la gente supiera que era el número 1.

Todos mis contactos con él se redujeron a aquella noche en que Luis Miguel, acompañado de su cuadrilla, subía a su habitación en el mismo ascensor que yo.

Había sufrido una cogida el día anterior. Iba renqueando. El ascensor del Carlton, entonces, era de aquellos ascensores antiguos, que tenían asiento. Debía ser porque eran muy lentos y se podía echar una cabezada mientras llegabas a tu piso.

Entró Luis Miguel y se sentó en el banco. Estaba muy pálido y con muy mala cara. Cansadísimo.

Uno de los de la cuadrilla le dijo: “Maestro, ¿por qué no suspende la corrida de mañana?”

Y él, en un susurro, dijo, mirando al suelo: “El público…”

Me quedé impresionado. Luis Miguel no necesitaba para nada torear el día siguiente. Tenía dinero de sobra y la excusa -que no era excusa, porque yo lo vi- era muy fácil. Bastaba con un certificado médico que dijera: “El diestro Luis Miguel Dominguín está hecho polvo y no puede torear”. Yo hubiera firmado como testigo.

Llegué a mi piso y salí del ascensor. Allí se quedó él, mirando al suelo.

A veces, en las empresas con las que tengo relación, me acuerdo de Luis Miguel, como ejemplo de responsabilidad: “El público…”

Cuando veo a gente que cumple con sus compromisos, tomándoselos a pecho, aunque tenga las cervicales un poco cascadas por culpa del ordenador, pienso: “Como Luis Miguel”.

Cuando veo otros que, sin pegar ni brote, ponen cara de que hacen muchas cosas, y hacen muchas declaraciones, vacías de contenido, como es natural, pienso: “Si Luis Miguel levantara la cabeza…”

Y así me manejo. Y de ahí deduzco cosas:

1. Deduzco que cualquiera que cumpla con su deber, aunque sea de una manera callada, hecho cisco y mirando al suelo, da un ejemplo fenomenal y ayuda a los demás, porque, sin darse cuenta, les está enseñando cómo se hacen las cosas bien.

2. Deduzco que, para enseñar, hay que hablar poco y hacer mucho.

3. Ya sé que no hay nadie imprescindible, pero he llegado a la conclusión de que todos somos imprescindibles. Aquel día podía haber toreado otro, pero Luis Miguel era Luis Miguel y “el público” quería que toreara él. Como tú eres quien eres y yo soy quien soy. Irrepetibles.

4. Nunca he creído que las personas seamos unidades intercambiables. Lo que hace éste no lo puede hacer aquél mañana. No, porque éste es una persona que se aporta a sí mismo, aun en el trabajo más mecánico y más rutinario.

5. Creo que ese trabajo, oficialmente “pobretón”, se convierte, como dice mi consuegra, en un “trabajazo”, según cómo sea la persona y el cariño que ponga en él.

Acabamos de desayunar. La botella de vino se había acabado y el bocadillo de jamón ibérico, también. Pedimos café.

Y yo, como ya había soltado mi rollo, lanzado, le dije a mi amigo de San Quirico: “Además de los toros, me gusta mucho el boxeo”. Mi amigo, mirando alrededor, me dijo: “Calla, que te pueden oír”. Y añadió: “No habrás ido en un ascensor con un boxeador, ¿verdad?”

P.S. Luis Miguel toreó al día siguiente y el toro le volvió a coger. Esta vez, la cogida fue más grave. Aquel día me di cuenta de que Luis Miguel, de verdad, era el número 1.

www.leopoldoabadia.blogspot.com

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@Leopoldo Abadía

Leopoldo Abadía es un chaval de 75 años, 12 hijos y 36 nietos y ex profesor del IESE, que asegura no saber nada de economía pero que ha puesto en claro la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime.
A partir de ahí, para su sorpresa, miles de personas de todo el mundo consultan diariamente su blog. Desde su atalaya de San Quirico, aporta una voz independiente sobre la complicada realidad económica y social actual. Sin más pretensiones.

 

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