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Cuatro chavales y una chavala

@Leopoldo Abadía - 10/06/2008 06:00h

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Primer chaval. Me encontré el otro día con un señor mayor, de unos 40 años, calvo, que me saludó muy cariñosamente y me dijo: “Yo dormí en su casa de San Quirico”. Me pasa con una cierta frecuencia. Gente desconocida me agradece el que alguien -mi mujer, mis hijos, ahora mis nietos- les hayan dado posada en casa. Me dijo quién era y me acordé de él. Le puse pelo, le adelgacé unos kilos, le quité arrugas y pensé: “¡Ya sé quién es! ¡El Capitán de barco!”

La cosa tiene su historia. Hace muchos años, este chico (porque entonces era un chico) comió en nuestra casa y yo le pregunté qué pensaba estudiar. La respuesta no se me ha olvidado: “Capitán de barco, porque no se pega ni golpe”. Me quedé impresionado, no por lo que me dijo de los Capitanes de barco, que sí que dan golpe y tienen una responsabilidad muy seria, sino por el hecho de que, para un chaval de 17 años, el objetivo de su vida fuera conseguir llegar a no pegar ni golpe. Algo así, como “Trabajemos duro rápidamente, para conseguir descansar lo antes posible”.

Segundo chaval. Tuve el fallo de preguntar a un amigo qué pensaba estudiar su hijo mayor. La contestación también me impresionó: “Dice que estudiará lo que yo le diga, con tal de que le garantice que encontrará empleo”.

La chavala. Conozco un matrimonio, a los que quiero como hermanos. Durante una temporada, las cosas no les fueron bien. Ya eran un poco mayores y no les salía ningún empleo. Se les ocurrió montar un negociete. De día, él iba por los restaurantes, y recogía pedidos de frutas y verduras de una cierta calidad. Por la noche, ella iba al Mercado Central y compraba lo que había vendido su marido. A las 6 de la mañana, volvía a su casa, se duchaba y se acostaba, mientras un hijo repartía el género a los clientes. Muchas veces, el marido y la mujer “se cruzaban” por el pasillo, porque él, cuando ella llegaba, se levantaba para empezar a trabajar.

En aquella época salíamos con frecuencia a cenar con ellos y, por supuesto, pedíamos verduras y frutas de las que ellos servían. Y muchas noches, a las 12, ella decía: “Me voy a casa a quitarme las galas y a ponerme los tejanos, que tengo que empezar a trabajar”. Hablé el otro día con el marido. Recordamos aquellos tiempos. Me decía: “¡Es la época de mi vida de la que tengo mejor recuerdo!”

Tercer chaval. Soy muy amigo de un hombre de 50 años, que trabaja muchísimo. Es ATS, trabaja en un hospital, en un laboratorio, tiene su propia consulta y va por las casas. Siempre está contento. Cuando se puso de moda lo de las 35 horas de trabajo semanales, él me decía: “¡Pero si hoy, miércoles, ya llevo trabajadas las 35!”

Cuarto chaval. Hace unos días, di una charla en un Colegio Mayor de San Sebastián. Hablé de la Globalización y sus efectos sobre cada uno de nosotros. Los chicos, majísimos. Como a mí me gustan: con cara limpia, con ilusión por hacer las cosas bien, con preocupación por los demás. Al acabar la sesión, hubo coloquio, muy animado. En la última fila había un chaval que me preguntó: “¿Cómo ve usted nuestro futuro como Ingenieros en un mundo tan complicado como el actual”?

Y, entonces, como dicen mis hijos, me entró un “yuyu”. Me acordé del Capitán de barco, del que quería garantías de empleo, de mi amiga la chavala, del ATS y me lancé.

Le dije que:

1. Todo dependía de ellos, de su esfuerzo individual.

2. Que no podían dedicarse a esperar que el maná cayera del Cielo. Que cayó una vez, pero no ha vuelto a caer.

3. Que lo del maná quiere decir que haya gente que arriesgue su dinero en una empresa para darles de comer a ellos.

4. Que también quiere decir que el Estado les dé de comer, con subvenciones, con la creación de empresas “inventadas”, con obras públicas que no hacen ninguna falta, etc.

5. Que los funcionarios son necesarios, pero que el objetivo de todos los chicos jóvenes no puede ser aspirar a ser funcionarios. (Algunos, sí, pero dentro de un orden y, también ellos, con muchas ganas de trabajar. Y si no, que se lo digan a mi cuñado y a mi yerno.)

6. Que la riqueza, en un país, la crean los que se juegan su dinero, en empresas con cara y ojos.

7. Que la iniciativa privada es importantísima, fundamental, en una nación.

8. Que garantía de empleo no se tiene nunca en la vida real.

9. Que el que exige esa garantía antes de elegir la carrera es un “pre-parado”, o sea, una persona que, por su actitud, ya está en el paro, al que llegará en un plazo más o menos cercano, dependiendo de su buena suerte. (Si tiene buena suerte, llegará pronto.)

Menos mal que ya era la última pregunta, porque, si no, aún estaría hablando. Ya se ve lo que pienso:

1. Que, en épocas de crisis, no podemos estar esperando a las medidas económicas que tomará el Gobierno o a las que propondrá la Oposición.

2. Que, en épocas de bonanza, tampoco podemos estar esperando esas medidas.

3. Que, en estos momentos, hay gente que dice “¿Cuánto durará esto?” y otros dicen “Mientras dura esto, a ver si salgo adelante”. Y como, además de decir, hacen, resulta que salen adelante.

4. Que estoy cansado de diagnósticos y me entusiasmo cuando la gente se lanza a la calle a montar un negocio, aunque sea un chiringuito (no financiero, por supuesto.)

5. Que me alegro muchísimo cuando veo una tienda llena de gente.

6. Que cada vez creo más en las personas y menos en los “entes”.

7. Que creo en los “entes” si ayudan a las personas.

P.S.

1. La chavala y el tercer chaval tiene más de 50 años. No han sido dos lapsus. El ser chaval no tiene nada que ver con el DNI. Tiene que ver con la alegría, la ilusión, las ganas de trabajar, las ganas de ayudar, con la sonrisa, a que los demás sean felices.

2. Me parece que ahora, a lo que he pretendido decir, le llaman “la Cultura del esfuerzo”. Estoy plenamente convencido de que la otra no es Cultura.

3. Resulta que el cuarto chaval es hijo de un íntimo amigo mío de Barcelona. Al final de la sesión, vino riéndose y se presentó. Le pedí perdón por si me había pasado, aunque me parece que no me pasé. Al día siguiente, llamé a su padre. El hijo ya le había contado mi intervención y aún se reía. Me dijo: “Leopoldo, a pesar de tu edad, sigues entrando a todos los capotes”. Seguramente es verdad.

www.leopoldoabadia.blogspot.com

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Opiniones de los lectores (21)

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21. mediatica1, 11/06/2008, 14:27 h.

Don Leopoldo, cúanta razón tiene, pero...es tan díficila a veces poner en marcha lo que una imagina... Un texto magnifico, felicidades!!!

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20. Cable Hogue1, 10/06/2008, 18:54 h.

Cómo son los de Ayete, y el cordero, qué majo...

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19. sool1, 10/06/2008, 18:31 h.

Don Leopoldo: De una madre santanderina que conoció a sus hijos Javier y Leopoldo un verano ya muy lejano. Javier era compañero de mi hijo mayor en Navarra, estuvieron unos días en casa, Leopoldo volvió aquel otoño a Santander. Me alegró mucho encontrarlo a usted en el Confidencial,se lo he contado a mi hijo. Aunque no lo conozco personalmente siempre he recordado aquellos días y lo que Leopoldo nos contaba de la numerosísima familia...... Un saludo muy afectuoso de SOL

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18. usuario registrado guille1, 10/06/2008, 18:10 h.

"En esta vida no te perdonan jamas si dejas de ganar, y te odian si ganas siempre".
Me queda buen sabor, como casi siempre, de su articulo pero esas cosas que Vd. propone-dice-piensa son bastante raras en España; este país sin subvenciones a los amigos, por supuesto contra más poderosos más subvenciones, sin ayuditas a los "liberales" a mercado cuando las cosas se tuercen, en definitiva sin "qué hay de lo mio" no lo veo yo en el horizonte. ´
Y una cosa que no quiero se me olvide, le puede hacer quedar mal ante los partidarios de el nuevo "dogma" a seguir, me refiero a que va a necesitar el nuevo telefono que nos ofrece la Ministra de igualdad para "desfogarnos" del patriarcado como nos invade a tanto varón en este país, el motivo, ha mencionado en su articulo a 4 chavales y a 1 sóla chavala. No le perdonarán el desliz.

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17. G.S.1, 10/06/2008, 17:04 h.

Leopoldo, Te has ovidado de contar el otro modelo de exito (Tribuno Mesala allá por los años 9293) que conocimos juntos. Cuentalo algun dia.

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Acerca de...

@Leopoldo Abadía

Leopoldo Abadía es un chaval de 75 años, 12 hijos y 35 nietos, ex profesor del IESE y presidente del Grupo Sonnenfeld, que asegura no saber nada de economía pero que ha puesto en claro la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime.
A partir de ahí, para su sorpresa, miles de personas de todo el mundo consultan diariamente su blog. Desde su atalaya de San Quirico, aporta una voz independiente sobre la complicada realidad económica y social actual. Sin más pretensiones.

 

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