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Patada a Miguel Blesa en el culo de Carlos Vela

Carlos Vela. Miguel Blesa Cajamadrid Martinsa Fadesa

@S. McCoy - 22/07/2008

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Recuerdo como si fuera hoy el desayuno que mantuve con Carlos Vela y el entonces director financiero de Martinsa-Fadesa, Ignacio Ponce, en un reservado de uno de los hoteles de referencia de Madrid. Lo primero que me vino a la cabeza fue la generosidad del dispendio. Una entidad en la situación en la que se encontraba la firma, debería cuidar más su bolsillo, pensé para mí. Lo segundo, y me sorprendió por innecesaria, fue la irrealidad que caracterizaba el discurso que ambos pronunciaban en términos de cancelaciones de reservas, entrada de socios, nueva estructura y similares. Poco tiempo después tuve oportunidad de estar con Fernando Martín y, al menos, no me intentó vender ninguna moto. Por decirlo mal y pronto, sabía que estaba jodido y que eran sus lentejas las que estaban en juego. Por último, me pregunté qué habría llevado a este hombre a dar un paso de este tipo cuando, de facto, era el número tres de Caja Madrid y su relación con Blesa iba un paso más allá de la mera interlocución profesional según se comentaba en los mentideros de la Villa y Corte. Nadie en su sano juicio dejaría la discreción de una posición similar por irse a una inmobiliaria con problemas, bajo el gobierno de un tipo tan vehemente en sus decisiones “empresariales” como Martín y con un panorama inmediato como para salir corriendo. No hay dinero que lo pague, al menos desde mi punto de vista. ¿Entonces?

Caben dos opciones. Primera posibilidad. McCoy está completamente equivocado. Al tío se le hicieron los ojos chiribitas con la posibilidad de trincar más pasta de la que no había visto nunca y, zas, se tiró a la piscina pensando que, como ésta, ninguna. Versión oficial. Perfecto. Pues bien, supongamos que sea así. Como ocurriera en el caso de Taguas, su conducta no es, a mi juicio, tan censurable. Porque, vamos a ver. Si dejamos el romanticismo aparte, que les aseguro produce muy poca movilidad laboral y no da de comer, quien se equivoca en la contratación de Vela, no es el propio Vela sino Fernando Martin. Es un insulto de puro evidente. Él se lleva a la firma a un señor que conoce la empresa en la esperanza de que consiga arreglar el desaguisado financiero que tiene dentro. Un conocimiento que se deriva, efectivamente, del estudio que implicó un proceso de financiación. Como ocurre cuando un consultor se incorpora a una firma después de haber elaborado sus planes estratégicos. Es un paso natural y, en el caso de Vela, extraordinariamente arriesgado por la visibilidad que le otorgaba. Si salía bien, sería parte de su trabajo. Pero si salía mal, como ha sido el caso, entonces prepárate. Y eso, se siente, hay que pagarlo. ¿Quién fue el responsable, en cada una de las demás entidades integrantes del sindicado, de tomar la decisión de prestar a Martinsa? ¿Saben ustedes los nombres? Yo tampoco. Cuidado entonces con los juicios prematuros de valor.

Es verdad que a partir de ahí, todo resulta, cuando menos, rocambolesco. Primero, la gestión de Vela ha sido mala. Es una evidencia. No ha cumplido el cometido principal que se le había encomendado. Ha pecado de indiscreción en un momento en el que ésta se había convertido en un activo esencial más para tratar de adelantarse a los competidores a la hora de buscar financiación y salida a determinados activos. ¿Contagio del jefe? No lo sé. Sin embargo, milagros a Fátima. La suspensión de pagos no es debida a Carlos Vela, ni mucho menos. De poco sirve cerrar cualquier tipo de refinanciación si no vendes un puñetero piso. Era la Crónica de una Muerte Anunciada. Creo que lo de Tasamadrid está sacado de madre. Por dos motivos: Vela contrata con quien tiene más confianza, natural; y, en cualquier caso, la responsabilidad es del tasador y no suya, salvo que el fondo de la cuestión sea el que apuntamos en el párrafo siguiente. Es verdad que el timing de su salida no ha sido el más oportuno. Cierto. Pero, vamos a ver, y otra vez hay que dejar de lado el sentimiento: si usted es un profesional que ve que la cosa no tira para adelante y cree que es momento de poner pies en polvorosa con una más que razonable oferta en la mano, ¿qué haría? Seguro que no se quedaría, por dignidad, a verlas venir en plan Capitán del Titanic. Que tiene que comer. Yo no defiendo a Vela pero creo que el coro de plañideras tardías que han hecho de él la víctima propiciatoria de sus lamentos equivoca el tiro. Y con esto entramos en la parte más interesante de todo este culebrón.

Mi opinión personal, que seguro es errónea pero que es la que más se ajusta al sentido común, siempre ha ido más por el lado de “Houston, tenemos un problema. Hay que mandar a nuestro hombre en La Habana”. Los principales desarrollos de Fernando Martín se han encontrado tradicionalmente en la Comunidad de Madrid y era momento de atarle corto. Cajamadrid, además, había contraído, por los motivos que fueran, un riesgo excesivo con el promotor. Era el momento de un desembarco controlado que pasaría por el aterrizaje de un activo humano válido para la caja, el control del valor de la cartera (y con él del proceso de refinanciación) y una propuesta de salida para el interfecto si las cosas se torcían. Sólo desde esa perspectiva se puede entender un rescate profesional como el finalmente frustrado. Únicamente si se diera tal presupuesto de partida, se justificaría que la Caja se sintiera obligada a repescar al ejecutivo en una situación tan delicada como la que se ha puesto ahora de manifiesto. Insisto, es harina de mi propio costal, pero no suena del todo descabellado. Economía ficción, probablemente.

A partir de ahí, y aprovechando que el Manzanares pasa por la capital, pues eso. Con el telón de fondo del proceso sucesorio previsto en la entidad financiera para 2009, los distintos peones de los interesados moviendo, con mayor o menor agresividad, a sus candidatos para ocupar el tan deseado puesto. Miren qué tranquilas aparentemente bajan, por el contrario, las aguas en una Caixa que, si no me equivoco, y todo puede ser, tiene exactamente el mismo riesgo de crédito que la institución madrileña en Martinsa-Fadesa. Ah, con un matiz. También es uno de los principales acreedores de Portillo. ¿Dónde están los vocingleros, aquí? No hay nada como usar el traserete de Carlos Vela para mandarle un recadito a Miguel Blesa que, otra obviedad más, lo tiene merecido. No ha sabido, probablemente porque no podía hacerlo, manejar mejor una situación financiera y mediática que se le ha ido de las manos. Lo que lleva al siguiente colofón, nunca mejor dicho: en esta historia que cada palo aguante su vela. Unos, el preliminar fracaso como empresarios (la vida da muchas vueltas). Otros, el borrón en su carrera profesional como ejecutivos de postín. Los últimos, los sustos derivados de una política crediticia arriesgada y sus consiguientes servidumbres. Que las ramas no impidan ver este enmarañado bosque que tiene sus principales troncos muy bien identificados. Aunque algunos insistan en confundir. Un día menos para las vacaciones.

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