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Pizarro, el caballero blanco de Rajoy

@S. McCoy - 16/01/2008

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El aterrizaje de Pizarro en las listas del Partido Popular para las elecciones de marzo evoca, y mucho, lo que ocurriera hace ya quince años, que el tiempo pasa volando, con la candidatura del PSOE por Madrid en el año 1993. Entonces, en medio de una situación económica igualmente complicada, consecuencia de los excesos derivados de los fastos del 92, el debate político estaba centrado en los desmanes gubernamentales en prácticamente todos los ámbitos de la esfera pública y privada españolas, con una palabra, corrupción, presidiendo todos los debates. La carta en la manga que el hoy libérrimo Felipe González, -no tiene desperdicio su entrevista de ayer en la página tres de Financial Times-, se guardaba era la estrella emergente en el ámbito judicial, estrella que acabaría estrellada, víctima de sus propias ambiciones: el entonces respetado y admirado juez Garzón. Baltasar se convertía así, por voluntad propia, en el Rey Mago que podía traer a Felipe González el regalo de un triunfo electoral, cuando menos dudoso al inicio de la campaña. Y se lo trajo. Garzón fue, en aquel entonces, empleando la terminología financiera, el caballero blanco de un partido, el socialista, incapaz por sí sólo, y sin un golpe de efecto, de renovar el contrato social que de toda elección se deriva entre gobernantes y gobernados.

Hoy las tornas han cambiado. El necesitado es Rajoy y el caballero blanco que acude a su rescate electoral es un Manuel Pizarro que, al igual que ocurriera con Garzón en su día, tiene poco que perder en el empeño, toda vez que viene con el riñón bien forrado, y mucho que ganar, -si no se tuercen las cosas como ocurriera con el que aspiraba ser ministro de interior de González-, en el caso de que la vuelta de tuerca que supone su llegada se traduzca en votos suficientes para una mayoría suficiente del PP, única opción plausible de gobierno. Un movimiento, sin duda, electoralmente brillante pero que pone de manifiesto dos realidades evidentes. Por un lado, la oportunidad perdida por Mariano Rajoy, en estos cuatro años, de regenerar un equipo directivo excesivamente marcado por los estigmas que causaran los atentados de 2004 lo que le ha llevado a pescar en los caladeros próximos a Génova. Por otra, la constatación de que con los chistes de Martínez Pujalte y la falta de carisma de Arias Cañete, en la acera contraria a un Juan Costa que va a su aire, no son suficientes para atraer el voto desencantado de un electorado que ve como el tren de la Champions League económica descarrilla antes incluso de ganar velocidad de crucero, víctima de una cimentación basada en elementos que, siendo coyunturales, se bendijeron, por unos y otros, como parte intrínseca y permanente de la realidad española. La llegada de Pizarro coloca, no lo duden, en el centro del debate la cuestión de la economía: desaceleración, paro, déficit, inflación. Que el español será todo lo pasional que se quiera pero, como cualquier ciudadano del mundo, vota con el bolsillo.

Sea cual sea el papel que finalmente asuma, en el caso de una victoria electoral del PP, Pizarro puede aportar a la política española en general una serie de valores cuyo rescate parece, hoy día, más necesario que nunca. Extrapolando la ardorosa defensa que en su día hiciera de los accionistas de Endesa, -empezando por él mismo, que somos hermanos pero no primos-, de Pizarro cabe esperar fidelidad a unos ideales, defensa del interés común y cumplimiento de objetivos. No se equivoquen. No se trata de un delantero. No asumirá riesgos a la Sarkozy. Pero tampoco se quiere de él que desempeñe ese papel. ¿O sí? Porque esa es la gran pregunta que cabe hacerse ante el desembarco del turolense en la política. ¿Replicará la inacción que caracterizara su primera etapa al frente de la eléctrica española o, por el contrario, será el líder capaz de conducir a las huestes a la victoria final contra el conquistador indeseado? Ustedes mismos. En el desempeño de la función pública, donde el juicio no es sobre las personas, sino sobre los partidos que las acogen, el riesgo de equivocarse es, a nivel individual, sustancialmente menor que en el caso de la actividad privada. Un plus para un perfil como el del ejecutivo que, no obstante, ya se ha situado en el ojo del huracán mediático, sin necesidad alguna, que podría haber esperado al desenlace. Una decisión valiente. ¿Veremos, por tanto, un Pizarro capaz de crear valor para el conjunto de la sociedad sin el recurso de un enemigo común? Ojalá. La capacidad de hacer equipos capaces de proponer, desarrollar y ejecutar propuestas en el marco del mayor consenso social posible no es como el valor en los toros: hay que demostrarla. Y ahí esta la clave.

Como ocurriera en el caso de Garzón, la llegada de Pizarro al Partido Popular es un one way bet en el sentido de que, probablemente, sólo contempla su continuidad en la cosa pública en el caso de una victoria electoral del partido que lo incorpora en sus listas. Pizarro no es un político, como tampoco lo era Garzón en su día. Y ni hoy aquél, ni ayer éste tienen necesidad de quemarse cuatro años en el desempeño de una oposición que, como se demostró en el caso del juez, y como puede ocurrir con Rajoy en los Idus de Marzo, llevará aparejada el descabezamiento inmediato de sus principales valedores. La vida es así. Ojalá me equivocara y quedara algo de romanticismo político. Como señalábamos con anterioridad Pizarro tiene mucho que ganar y muy poco que perder en este empeño. Apenas dos meses de campaña electoral con una visibilidad pública limitada, fuera de los círculos del Partido y con un billete seguro de ida y vuelta a aquellas instituciones privadas que reconocen su valía empresarial. Si la cosa sale mal, si te he visto no me acuerdo, y ahora paz y después gloria en mis consejos de administración. Pero si vence el PP, Pizarro podrá satisfacer una legítima ambición, la política, para cuyo desempeño se siente capacitado. Y es que, como decía Susana Tamaro, el destino tiene mucha más iniciativa que nosotros. Y, al final, hay que ir… donde el corazón te lleve.

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12. usuario registrado 25Aries1, 17/04/2008, 13:24 h.

Hola, buenas Sr. McCoy.

El Sr Pizarro al final va a encontrar a la niña.

Y si no localizara a la niña … ¿hallará esos mil millones de las antiguas pesetas que dicen ingresaba anualmente?

¿Cómo, y/o, para qué, se metió en política este Sr.?

¿Quienes deben explicar este trampantojo?

¿El Sr. Jiménez Losantos? ¿El Sr. Roujoy (híbrido Rouco/Rajoy)? ¿La portavoz Sra. Sáenz de Santamaría? o, ¿la nueva portavoz Doña Esperanza Aguirre que, parecía mostrar mucho interés, ayer, en darse a conocer por “il cavalliere?

Este Sr. era la apuesta número uno del PP (partido perdedor) para el Gobierno del Sr. Roujoy si ganaban las elecciones de Marzo pasado.

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11. usuario registrado cerverano1, 17/04/2008, 13:13 h.

Que pena....Confié mucho en que la incorporación de Pizarro fuese un motivo de cambio en lo equipos económicos del PP y que fuese el empujón necesario para ganar las elecciones y enmendar la situación a la que nos llevaba el PSOE...

Me equivoqué y mas se equivoca Rajoy marginándole y manteniendo a Arriolas y Cia... Que pena de PP:

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10. usuario registrado Arias Cortina1, 17/04/2008, 12:07 h.

McCoy como decía George Santayana: "Everything in nature is lyrical in its ideal essence; tragic in its fate, an comic in its existence". También en la política hay lírica en los esencia de los ideales, tragedia en los destinos y mucha comicidad en la existencia. A Pizarro le gusta la lírica, su trayectoria política tiene un regusto cómico y no le gusta nada lo que le ha deparado el destino en esta etapa que acaba de inaugurar. No es lo mismo subir a un tren que marcha sobre ruedas y cargado de energía, que incorporarse al Partido Popular donde no se sabe quien manda ni quien obedece, a decir de él mismo. Pizarro, a lo que se ve, ha nacido para ser obedecido y no le gusta ser "primo".

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9. addolfo1, 16/01/2008, 16:25 h.

Creo que McCoy ha dicho grandes verdades. Sin embargo, Pizarro puede ser tan bueno como gestor que como parlamentario. Es combativo, elocuente y tienes las ideas claras. ¿Por qué no puede permanecer en la oposición si el PP perdiera las elecciones? Yo creo que lo que le ha atraido es poder hacer cosas y hacerse oir en la politica. Mejor como ministro, claro, pero no creo le haga ascos a participar como parlamentario activo en la oposición. En cualquier caso es un buen fichaje, que inspirará confianza al electorado. Al PSOE le ha hecho pupa, como ha quedado claro por tantos buitres de alto rango que han salido enseguida a intentar desacreditarle. ¿Que rayos les importará quienes van en las lista del oponente, si no fuera porque puede perjudicarles en las urnas? Animo Pizarro!

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8. usuario registrado PTHOLOME1, 16/01/2008, 14:50 h.

Un político debe tomar las decisiones en función de lo que cree mejor para, como en este caso, ganar las elecciones del 9m. Pizarro es un gran fichaje y la salida de Gallardón es debido a que este no tiene apoyos en el PP. Debido a sus acciones es mas querido por los del Psoe que por los del PP. Todos los socialistas que conozco hablan muy bien del alcalde de Madrid aunque nunca lo voten. La política tiene esas cosas y como ha dicho Gallardón "unas veces se gana y otras se pierde" lo mismo que en la vida.
Este artículo lo veo bien porque explica la estratégia seguida en el pasado por Gonzalez y la que sigue Rajoy actualmente.

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Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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