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Malos tiempos para el activismo bursátil

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Malos tiempos para el activismo bursátil

@B. Pana.- - 23/08/2007

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No hay mucho que no falte, ni poco que no sobre, dice el refranero castellano. Hace menos de dos meses hasta el propio Financial Times recogía, en una serie de artículos, el perfil de los principales tiburones financieros a nivel global, entendiendo como tales aquellos activistas capaces de tomar posiciones minoritarias en compañías con objeto de forzar cambios en la gestión que condujeran a su revalorización bursátil y, en muchos casos, a su venta final. Era su momento de gloria.

Hoy, sin embargo, cuando el Tío Paco ha llegado con la rebaja, qué rico es el idioma castellano, se cuestionan sus métodos de actuación, se critica su excesivo uso del apalancamiento y se censura su oposición a operaciones que, a día de hoy, parecían redondas. Ya tienen un damnificado más de la crisis subprime, eso sí, con muchas menos dificultades para hacer frente a sus hipotecas. Los tiburones a la pecera.

El nuevo entorno ha supuesto un cambio radical en la capacidad de actuación de muchos de estos activistas, cuyo ejemplo paradigmático quizá sea el norteamericano Carl Icahn, que se han visto obligados a cambiar su foco de actuación. Parece que la nueva situación financiera, que ha endurecido las condiciones de financiación a la vez que ha secado casi por completo el mercado de compra venta de compañías cotizadas, les ha hecho ver antes la viga en el ojo propio que la paja en el ajeno. Muchos de ellos no son ajenos a los margin calls o reposiciones de garantías que sus posiciones a crédito empiezan a demandar, ni escapan de la filosofía de alargamiento de plazos que envuelve muchas de las negociaciones bancarias que se desarrollan en la actualidad.

Caída drástica de las operaciones corporativas

Pero es que, además, la maniobrabilidad de las compañías objeto de sus aproximaciones semihostiles, se ha reducido considerablemente. Ya no es tan fácil solicitar a un equipo gestor que se endeude para recomprar acciones, ni se pueden exigir fraccionamientos de compañías cuando la disposición a adquirir las partes del mercado es prácticamente nula. San Ignacio de Loyola, que por eso llegó a santo, lo dejó dicho para la posteridad: “En tiempo de turbación no hacer mudanza”. De ahí que, de la beligerancia previa a la crisis se haya pasado a una situación en la que cualquier oferta se da ahora por buena. La renuncia de Pershing a una mayor prima en la venta de Ceridian es buena prueba de ello.

Toda crisis supone, bien gestionada, una oportunidad. Y los precios a las que han situado muchos valores, seguro van a incentivar una nueva oleada de actividad corporativa, una vez que las aguas vuelvan a su cauce. Pero, para entonces, la destrucción creativa pregonada por Schiller ya habrá hecho su purga. Se distinguirá a los “buenos” de aquellos que sólo aprovecharon la fuerza de la ola. Y todos, empresas e inversores, lo agradecerán.

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