Si se cumple lo previsto, hoy día 26 el Consejo de Ministros habrá aprobado el polémico Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), el fondo para la reestructuración de entidades financieras, tanto bancos como cajas de ahorros. Esta medida supondrá la intervención, probablemente masiva, de buena parte del sistema financiero español y dará lugar a una nueva realidad sustancialmente distinta a la que hoy conocemos ya que las entidades tendrán que presentar un plan de viabilidad al Banco de España que obligatoriamente tendrá una de estas tres actuaciones: reforzar el patrimonio y la solvencia de la entidad; fusionarse o absorber; o traspasar total o parcialmente el negocio.

El mensaje lanzado desde el Supervisor, el Banco de España, es claro: todo aquel que necesite fondos públicos deberá reestructurarse. En principio, parece que sólo tres entidades tienen garantizado, si es que alguien puede tenerlo, la supervivencia en solitario: los dos grandes grupos financieros españoles y players mundiales de referencia sectorial en estos momentos, Santander y BBVA, y La Caixa, la primera caja de ahorros española, con un modelo de negocio sostenible en el tiempo. A partir de ahí, todo son cábalas y elucubraciones: Que si los bancos van a poder comprar cajas, que si se van a producir fusiones entre cajas transrregionales o interregionales que si quedarán menos de la mitad de los que hoy conocemos, que si...

En cualquier caso, parece claro que se debieran imponer una serie de criterios. En primer lugar, debería primar el criterio técnico o financiero, aquel que se suele denominar "de lógica industrial". Consiste fundamentalmente en identificar campos en los que se generen sinergias y que, como resultado, uno más uno sea mucho más que dos y no menos de dos. Este aserto, que parece lógico, no siempre lo es.

En segundo lugar, un criterio de país. España ha actuado muy bien cuando ha tenido crisis bancarias. El papel del supervisor ha sido clave en los diversos momentos delicados que ha tocado vivir a nuestra economía. El caso más cercano y de recuerdo en la mente de todos, sin duda, la intervención del Banesto de Mario Conde. Ahora, pocos parecen discutir que tenemos una de las mejores, si no la mejor, banca minorista del mundo, extremadamente profesional, agresiva y, sobre todo, innovadora. Parece sorprendente que un país tan pequeño como España tenga dos de los principales grupos bancarios a nivel global, con inversiones rentables, reconocibles y bien gestionadas como puede ser el caso de Santander en Inglaterra o de BBVA en México. Entidades que, por cierto, proceden de fusiones sucesivas que les permitieron tener tamaño y músculo para competir entre los grandes.

En tercer lugar, aventar los intereses de los políticos locales, especialmente, en el caso de las Cajas de Ahorros. Buena parte de los problemas que tienen estas entidades vienen derivados, sin duda, de fuertes presiones realizadas sobre el gestor de la Caja de Ahorros correspondiente. Casos y casos tenemos por doquier a lo largo y ancho de la geografía española.

Las entidades financieras para las que se inicia hoy el camino del cambio, sea éste de fusión o de otro tipo, deben abandonar sus miedos, demostrar sus capacidades, adaptar sus equipos (reforzados coyunturalmente por asesores externos), planificar su futuro y su estrategia de imagen y comunicación para que este mal trago que les está tocando vivir sea coyuntural y no estructural. Así lo entendieron hace años esas otras entidades que hoy miran el futuro con un poco más de alivio, después de todo lo que ha caído sobre el sector financiero a nivel mundial.

Para afrontar procesos de reestructuración, no se debe olvidar que lo importante y prioritario es la realidad del proceso, hacer bien y con orden los papeles técnicos, los legales. A partir de ahí, hay que gestionar bien la imagen interna y externa del proceso y conseguir instalar en el mercado una percepción positiva de la fusión. La notoriedad e interés mediático que genera el propio asunto debe servir, sobre todo, para tomar impulso y salir reforzado. Cambia el mapa financiero español y cada uno de los afectados por el cambio debe ser capaz de explicar bien su nueva realidad, en positivo y mirando al futuro.

*Iñaki Torres, director de Estudio de Comunicación.

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