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España, patada a seguir

@S. McCoy - 30/05/2009

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Menudos posts que te has marcado esta semana, McCoy, me comenta un amigo no sin cierta desazón. Que si lo peor está por llegar, que nos esperan siete años de sufrimiento por delante, que la prensa está muerta, tanto monta monta tanto Peter Jei como Polanco, que si la chapuza de SOS… Has vuelto a las andadas, macho, pedazo de cenizo español. Y mientras nuestro IBEX el único de los indicadores de los mercados desarrollados que ha roto resistencias y se encamina hacia nuevas subidas, hecho cierto e indiscutible. ¿Qué te pasa? Las noches de insomnio de la nueva criatura te han agriado el carácter y sólo ves la botella medio vacía. De nuevo. Y no es precisamente eso lo que España, nuestra España, necesita, ¿no crees?

Pues no sé yo que decirte, querido compañero, no sé yo que decirte. Aunque uno pueda llegar a confundir sus deseos con la realidad, no por ello ésta va a dejar de ser distinta de como es. Se dice tradicionalmente que el pesimismo es el optimismo bien informado y a servidor, que ha repetido en numerosas ocasiones que le pagan por pensar, información, lo que se dice información, no le falta. Ha sido una semana plena de reuniones con empresarios, banqueros e inversores. Y todos, sin excepción, descalifican el positivo discurso oficial por la vía de los hechos: brotes verdes no son lo que nosotros estamos viendo en nuestro día a día sino más bien todo lo contrario. Y lo que te rondaré morena. Desesperados ante la falta de oposición política, y anonadados por la capacidad del Ejecutivo de manipular los mensajes, llegan a una conclusión  compartida: nos esperan años muy complicados. Muchos más de los deseables.

Y es que en España se ha instalado, en casi todos los ámbitos de actuación, la más que cuestionable estrategia de la patada a seguir: se toman decisiones en la esperanza de que la negativa espiral por la que discurre nuestra economía se corrija dentro del plazo necesario para que todos los disparates que se están cometiendo hoy no muestren su peor cara mañana. Una filosofía de actuación que, en el ámbito de la política, busca únicamente un rédito electoral, ande  yo caliente, ríase la gente, con independencia de que su impacto económico suponga un discutible pan para hoy y una segura hambre para mañana; en el financiero, dilatar en el tiempo la culminación de la Crónica de una Muerte Anunciada para muchas entidades; y, en el social, tratar de controlar la conflictividad, una de las obsesiones de Zapatero, con la colaboración necesaria de unos sindicatos convenientemente amamantados por los pechos de Mamá Estado. Los liberados sindicales son los últimos en abandonar el barco, parte de la negociación. Y la gestión de los fondos ocupacionales una tentación demasiado atractiva como para asomar la patita.

El Gobierno tira indiscriminadamente de chequera.

Una actitud que ha provocado que el Gobierno, de dudosa aptitud curricular, entre en una dinámica de actuación, cuando menos, peligrosa que supone una adulteración del contrato implícito en toda democracia entre Administración y administrados en virtud del cual los segundos aportan recursos y la primera los gestiona adecuadamente. Porque, si el ciclo recesivo se alarga, nos podemos encontrar con que la obsesiva salvaguarda del Estado de Bienestar, y el aumento de gastos corrientes que lleva aparejada, dispare el agujero de las arcas públicas. Los preocupantes datos de recaudación fiscal a abril conocidos esta semana deberían suponer un serio aviso a navegantes. Traigan a valor presente los nuevos compromisos de pago futuro recurrentes, a fondo perdido, y verán de qué les estoy hablando. De ahí que sea clave exigir retorno al dispendio público -dentro de un esquema fijado de antemano que no busque perpetuar la improductividad e incapacidad de competir globalmente e ciertos sectores- con objeto de que, antes o después, sus frutos reviertan al Tesoro.

Me hace gracia cuando se habla de la capacidad de maniobra de nuestras Cuentas, que se ha dado por medir en términos de deuda sobre PIB, donde nos encontraríamos en mejor posición relativa de nuestro entorno. Bueno, el problema dual de las deudas tiende a ser bastante sencillo, como todos de un modo u otro sufrimos en nuestras carnes a diario. Uno que hay que abonar sus intereses, que tienen esa mala costumbre de presentarse periódicamente. Los pagos por este concepto ya suponen para el Gobierno Central el 2% del PIB nacional. Un peso adicional para la recuperación futura que parece sólo tiene un camino por recorrer: al alza. El otro inconveniente es tan evidente que da vergüenza decirlo: las deudas hay que pagarlas. Y, como han comprobado algunas de las empresas más significativas de este país en los últimos meses, el mercado no siempre está ahí para acudir en tu auxilio. O a los precios que a ti te interesaría. Y menos aún si tu situación fiscal no hace sino deteriorarse. De ser así, y de no producirse a tiempo el nuevo milagro económico que España necesita para corregir este desequilibrio de modo natural, masivas subidas de impuestos parecen inevitables.

El sector financiero y las trampas en el solitario.

Otro tanto de lo mismo está ocurriendo en el sector bancario donde la filosofía de mañana todos calvos se ha impuesto entre unos gestores que no dudan en sacrificar rentabilidad a cambio de ocultar mora comprando inmuebles, adquiriendo empresas o refinanciando deudas imposibles. Ya hemos visto esta semana cómo inmobiliarias como Reyal Urbis o la propia Afirma han reconocido su voluntad de volver a sentarse con bancos y cajas para revisar esos planes de negocio a los que han vinculado su viabilidad futura. Patada a seguir. ¿Hasta cuándo? La capacidad de nuestras entidades de tirar de provisiones genéricas a fin de no dañar aún más sus cuentas de resultados empieza a llegar a su fin, siendo 2010 el año clave para muchas de ellas. Cuidado.

La necesidad de una revisión conjunta del conjunto del sistema financiero nacional se hace cada día más imperativa. CCM era sólo un 1% del total, nos dicen. En unas finanzas globalizadas como las actuales importan poco los absolutos, que también, y mucho más los relativos, esto es: cómo se han visto afectadas titulizaciones, sindicados, participaciones empresariales, etcétera con su caída. No se puede contemplar una problemática de este tipo como la suma de una serie de afecciones individuales. Es absurdo. Y si el Banco de España quiere mantener algo del poco predicamento que le queda, debería imponer su criterio ya. Si le dejan.

Muchas sociedades bancarias están luchando por salvar el hoy, aun conscientes de que se enfrentan a un dudoso mañana. Una situación de agonía cuyo primera y principal damnificada es la economía real que se encuentra con que, si antaño la concesión de crédito era indiscriminada, ahora su negación tampoco atiende a criterios razonables. El sistema confía en que antes o después haya una recuperación que solventes sus dificultades. ¿Con base en qué? Si de la crisis del 92 no se levantó cabeza hasta el 96, ¿qué lleva a la banca a pensar que las circunstancias actuales, mucho más graves, se corregirá en menos plazo de tiempo? Absolutamente nada. Y menos cuando gran parte de tu financiación actual está vinculada al estallido de una de las mayores burbujas inmobiliarias de la Historia. Marzo de 2007 a un mejor escenario de ¿2011? Mi apuesta personal es el 12.

El futuro se construye en el presente.

No deja de sorprenderme cómo tanto el sector público como las instituciones financieras de este país confían su futuro, y el de todos los españoles, a un hecho tan incierto como que se la recuperación se produzca a tiempo de sacarles las castañas del fuego. Y cómo no dudan en quemar sus naves en una apuesta tan llena de incertidumbre, uno por la vía del gasto no productivo indiscriminado y el otro a través de la ocultación de la situación real de su balance. Quizá es que el tener cinco hijos me hace participar todavía de esa candidez de los sueños infantiles que aun confían en el valor intrínseco de los principios que han de guiar tanto la economía como la actuación del Estado.

La alternativa a la patada a seguir es, por supuesto, dolorosa. Nadie ha dicho que no lo sea. Pero la definición de inversión implica sacrificio hoy, esto es, renuncia, a cambio de beneficio mañana y no al revés. Eso significa racionalización en el uso de los recursos escasos, en el caso de la Administración, y ajuste de su tamaño y beneficios por lo que a la banca concierne. Un modo de actuación que, en tanto se evite, va a perseguir a sus actores, engordando su necesidad cada día que pase, hasta que les estalle en las manos, bien porque no haya dinero, bien porque sean definitivamente inviables. Entretanto podemos vivir en esa ilusión de optimismo tan contagiosa de la que me encantaría participar. Pero, miren por dónde, va a ser que no.

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Acerca de...

@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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