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Todos somos sospechosos y presuntos culpables con el aumento de la delincuencia

@Eloy Renobales - 05/05/2009 06:00h

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A día de hoy la única consecuencia clara de la última reunión de los líderes del G-20 es la muerte de Ian Tomlinson, ciudadano británico que caminaba hacia su casa y se encontró entre los manifestantes contra la cumbre y la Policía. Tomlinson, que caminaba en actitud pacífica como puede verse en el video de The Guardian, fue golpeado y derribado por un agente y posteriormente ingresado en un hospital donde falleció. El suceso todavía está siendo investigado, aunque las primeras versiones policiales ya han sido descartadas por falsas.

 

Cada vez es más frecuente que de este tipo de reuniones del poder político y/o económico se deriven consecuencias ‘colaterales’ luctuosas. Se cumple así, en su más triste significado, el refrán que reza “reunión de rabadanes, oveja muerta”. Y dado que los ‘jefes’ se reúnen con mayor asiduidad en cónclaves que persiguen acaparar titulares y copar los medios, es cada vez más prudente para la ciudadanía quedarse en el redil mientras tan salvíficas asambleas ocurren.

 

Sin llegar a extremos dramáticos como el que abre hoy este blog, se reproducen preocupantemente los abusos de poder o, mejor dicho, la actuación abusiva de servidores públicos contra cualquier persona. Por alguna razón el uniforme a algunos se le sube a la cabeza: Portero de discoteca, militar, policía nacional, autonómica o local (suele ser peor a medida que disminuye el ámbito de actuación), agente de aduanas, etc… Todos somos sospechosos de algo cuando caemos bajo su atenta mirada. Y ello por el crecimiento de la amenaza terrorista y de la delincuencia. Recuerdo cuando un amigo cercano al gobierno de turno me dijo que estaba justificado el porrazo que me había propinado un policía dado que hacía pocos días se había cometido un atentado. Yo tan sólo paseaba despistado cerca de una manifestación al parecer no autorizada.

 

Reclamamos mayor eficacia de la autoridad frente a los ‘malos’. No queremos terroristas en los aeropuertos ni ladrones de bolsos por las calle. Hemos puesto mucha ‘energía social’ en ello, de modo que, bajo esa justificación, permitimos que la autoridad trate a todos de mala manera con la esperanza de que esa formula funcione con los delincuentes. A todos se nos mira con recelo por parte del encargado del orden, todos somos una amenaza. Y debemos ser tratados en consecuencia. Cada vez que cruzas un arco de seguridad de un aeropuerto, cada vez que te paran en un control de alcoholemia, cada vez que vas a salir de un supermercado, pasas de ser una persona normal a ser un temido terrorista o un presunto alcohólico al volante o un chorizo al que hay que examinar la bolsa o un pesado que pregunta más de lo que debería.

 

Y tu aspecto da igual, ese terrorista o delincuente puede estar en esa señora de 75 años que lleva demasiadas cremas fuera de su bolsa, o en ese chaval que lleva zapatillas blancas al entrar en la discoteca, o en ese señor que viene de cenar con su pareja y unos amigos o en aquel paciente que pregunta por su enfermedad. Todos culpables mientras no se demuestre lo contrario. Culpables de terrorismo, de robo, de conducción bajo efectos del alcohol, o simplemente de idiotez o de ser inferiores y de no tener poder, y esa presunción de culpabilidad le da al del uniforme una razón para ser un maleducado o simplemente un abusón.

 

Que todos, sobre todo los demás, seamos vigilados

 

Me preocupa que, invadidos por el miedo que se propaga como un maligno virus, seamos nosotros mismos los que pedimos ese trato. Claro que no cuando nos toca en nuestra propia carne. Hay algo en nuestro inconsciente colectivo que prefiere ser presuntamente culpables en todo momento a un terrorista en un avión. Y pagar por ello un precio consistente en continuos pequeños malos tratos. Como a los miembros del rebaño para que vayan en orden hacia el aprisco. Me pregunto si no seria más lógico hacerlo al revés. ¿No es más probable que la mayoría seamos inocentes y que nos merezcamos un mínimo de educación por hacernos pasar un mal rato?

 

Un "disculpe, ya sabe usted como es esto", un "perdón por la incomodidad", un “no se preocupe es sólo rutina" un "adiós y gracias por colaborar". Qué nos pasa a los seres humanos que todo lo hacemos al revés. ¿No sería mejor tratar bien a dos malos y detenerlos una vez demostrada su culpabilidad, que tratar mal a mil ciudadanos y luego dejarles ir molestos y muchas veces abusados? Hay un valor superior que lentamente vamos mermando y olvidando: la libertad. Lo minamos ¿en aras de qué? No creo que por mucho que nos pongan en pelota picada en los aeropuertos, se detenga a más terroristas. O que se vaya a impedir la actuación de un fanático por quitarnos las cremas antes de subir a un avión.

 

El miedo ha creado todo un ‘modus vivendi’ y encuentra un caldo de cultivo perfecto en las noticias que invaden los medios. Tenemos miedo a coger un avión, a salir, a que salgan nuestros hijos, a dejar la casa sin nadie, a estar en casa, a… Y también a quien no profesa nuestro credo, al que tiene otro color de piel, al desconocido, al vecino, al… En definitiva, al otro. Entonces, nos parece bien que se dicten medidas para que todos, sobre todo los demás, seamos vigilados y puestos bajo sospecha. Los distintos gobiernos no tardan en coger el guante y toman medidas que atentan contra la más elemental privacidad: vigilancia de llamadas por móvil y fijo, de reuniones, de Internet, cámaras en todas las esquinas, satélites espía y otros. Esto en toda la Unión Europea, no sólo en dictaduras de países más o menos desarrollados. Ya saben, “el Gran Hermano les observa” (“Big Brother is watching you”). ¿Haremos realidad la ficción?

 

Cara y cruz de los mossos

 

Hace pocas semanas, vi un reportaje sobre la actuación de los ‘mossos d´esquadra’ en un control de alcoholemia cerca de una zona de bares y discotecas. Muchos de quienes pasaban por allí conducían visiblemente bajo los efectos del alcohol y de otras drogas. Les importaba poco ser detenidos. Parecía una costumbre. El trato de la policía autonómica era impecable, contrastando totalmente con actuaciones recientes de este cuerpo que todos hemos podido ver (manifestación ‘anti-Bolonia’, detenciones de inmigrantes y otras). Lamentablemente, mi experiencia con estos agentes del orden tiene más que ver con el abuso que con un comportamiento correcto.

 

En dos ocasiones me han sometido a controles que han resultado negativos y en ambas he tenido que aguantar actitudes chulescas antes, durante y después de la prueba. Sentí que les fastidiaba no poder acusarme de algo. Al reprobar su actitud se me amenazó con multarme por desacato a la autoridad. Varios conocidos de la zona (que vive fundamentalmente del turismo) me comentaban que estas actuaciones son muy comunes y están haciendo que muchos visitantes se lo piensen dos veces antes de volver.

 

En la aduana de un país que visité recientemente, había un pequeño aparato, delante del funcionario que revisaba los pasaportes, con varios botones que invitaban a valorar el trato obtenido. Pues bien, en esa aduana a la ida y a la vuelta me trataron fenomenal... y yo voté en consecuencia. Me pareció una buena idea.

Escribió el francés Henri de Montherlant que “no hay poder, hay abuso del poder, nada más”. Yo soy más optimista y creo que es posible extender el concepto de la autoridad y el poder con vocación de servicio. Servicio público pero no sólo este. Esta idea es necesario extenderla en toda la sociedad y dar a la autoridad un nuevo sentido y una nueva forma de ejercerla. Cualquiera que ocupe una posición de poder, debe estar al servicio de los intereses sobre los que ejerce ese poder.

Así, un ejecutivo debe servir a quienes les emplean y a sus empleados, procurar el bien de ese colectivo, su empresa, por encima del suyo. Y un policía ejercer la autoridad que tiene delegada sirviendo a la comunidad. Encontrarán con ello una mayor complicidad de numerosos ciudadanos. Superaremos entonces la oración del premio Nobel Rabindranath Tagore, que decía: “Gracias, Señor, porque no soy rueda del poder, porque soy uno de los que él aplasta”. Yo, no quiero ser aplastado.

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Opiniones de los lectores (9)

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9. usuario registrado deepthroat05/05/2009, 17:54 h.

Blofeld:
Como bién dices en tu comentario son las 'FUERZAS Y CUERPOS DE SEGURIDAD DEL ESTADO', no los que 'usan la fuerza para la seguridad del Estado'.
Muy de acuerdo en lo de la mala actitud ante los ciudadanos, amparados en una muy poco saludable confianza en su inmunidad corporativa.

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8. usuario registrado deepthroat05/05/2009, 17:48 h.

Mymidon qué te pasa? Sufres de reflujo digestivo? Mira que hay hoy en día soluciones medicinales que te mejorarían mucho el cararcter, hombre...
Un saludo y no te enfade, ¡Va!
Deep.

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7. usuario registrado deepthroat05/05/2009, 17:45 h.

He sufrido malos tratos verbales, casi siempre, y físicos, en ocasiones, de todo tipo de autoridad policial por toda la geografía española y algunos de los países que he visitado.
En Colombia y en Turquía es donde mejor y mas amable y atento trato he recibido de policía y militares, mientras que en EEUU, Alemania, Francia y España es donde me los han puesto de corbata.
Por ceñirnos a lo nuestro diré que en mi actual comunidad de residencia, salvo el inevitable patoso, soy y he sido bien tratado por policía local, nacional y muy especialmente por la Benemérita, que ha sufrido un cambio ejemplar en lo que al trato a los ciudadanos se refiere.
En el otro extremo, policía municipal madrileña, ‘mossos d´esquadra’, miñones y ertzaintza han hecho gala conmigo de una actitud chulesca y vejatoria en la mayoría de las ocasiones, dándome la impresión de que ha sido, ora por usar cierta ropa, ora por tener cierta matrícula o por no tener el aspecto exigido, según los casos.
Señores agentes son Uds. servidores públicos, nos los putos amos de la calle, trátennos con amabilidad y respeto, y no nos provoquen a quienes les pagamos para sentirnos seguros, y no intimidados, con su presencia.

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6. usuario registrado Myrmidon05/05/2009, 16:10 h.

Que mania con que todos somos responsables. Confidential: os voy a mandar a la m$%&erda.

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5. usuario registrado chankette05/05/2009, 10:38 h.

El desarrollo de este artículo es una "sutil" referencia al proceso constituyente de un régimen donde en lugar de ciudadanos seremos esclavos.
Somos presa de nuestros más viles y bajos instintos y eso es lo que nos conduce al mundo actual en que vivimos.
Están todavía por aclarar si los actos "terroristas" que hemos sufrido ultimamente han sido provocados por individuos o por los aparatos [de las cloacas] del estado. Las inmensas dudas y los modos en llevar las investigaciones obligan a pensar que hay ciertos intereses espureos tras dichos actos.
Lo dicho, "por nuestra seguridad" nada mejor que se tutelado, guiado, mantenido ... por el estado. Y si te enferma el pensar en llegar a esta situación, la mejos medicina no es otra que "el jarabe de palo".

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En la frontera de los 50 años, Eloy Renobales ha disfrutado de las mieles del éxito profesional y del sabor amargo del vacío que le acompaña. A través de este blog, el autor recorrerá periódicamente las claves que permiten afrontar los vaivenes de la vida con serenidad, manteniendo el alma tranquila y el corazón dispuesto.

 

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