TENDENCIAS
@Leopoldo Abadía - 07/04/2009 06:00h
Llevo una temporada viajando mucho. Voy siempre con mi manager, mi hijo Gonzalo. Lo pasamos muy bien. Nos reímos, trabajamos, y, cuando se acaba el día, cenamos con tranquilidad, repasando cómo ha ido el día.
Vamos con frecuencia en el AVE. Muy agradable, muy cómodo y muy rápido. Tiene una ventaja: que se puede hablar por móvil y que, normalmente, la gente grita bastante. Con ello, Gonzalo y yo hemos profundizado en temas tales como los problemas que tiene una UTE en una obra pública, los flecos de un convenio colectivo explicados por una sindicalista a una compañera de trabajo, el novio que se pone tierno con su novia…
Así, el tiempo se nos pasa a toda velocidad y ampliamos nuestra red de conocimientos. Gonzalo dice que es una pena que no se pueda dar la vuelta a los asientos, porque muchas veces nos apetecería girarlos y participar activamente en la conversación.
El otro día iba un matrimonio de mediana edad en la fila de atrás. A los pocos minutos de empezar el viaje, sonó el teléfono de la señora, que contestó con voz muy alegre: “¡¡Hola, cariño!!” Cuando una conversación empieza así, te apetece seguir el hilo, porque el comienzo es prometedor.
Por lo que dedujimos -mejor dicho, por lo que oímos claramente- “Cariño” era un chico con la carrera acabada y que empezaba a trabajar en una empresa uno de aquellos días. Cariño estaba buscando piso en la ciudad donde iba a trabajar, que no era donde vivían sus padres, y consultaba con su mamá las características del piso y le preguntaba si le parecía adecuado para él.
Las recomendaciones de la mamá fueron comprehensivas y exhaustivas:
Como el artículo no puede ser excesivamente largo, acabo con la primera parte, la de la señora, que duró 35 minutos. En ese momento, la mamá de Cariño le pasó al papá del mismo Cariño el teléfono.
El padre siguió con los consejos y, en un momento determinado, le dijo a Cariño que le haría en seguida una transferencia. Gonzalo, bastante mal pensado, me dijo: “Eso es lo que Cariño estaba esperando”.
¡Pobre Cariño! Se va a quedar sin empleo en menos de una semana. Porque, en cuanto alguien le pegue una ligera bronca en el trabajo, se echará a llorar y, sorbiéndose las lágrimas, llamará a mamá, quien irá corriendo a la empresa y, si puede, arañará al Gerente, por haberle hecho sufrir al niño. Cogerá a Cariño de la mano, le llevará a casa de los papás para que se pueda recuperar del shock y, seguramente, le buscará empleo ella misma en la empresa de un íntimo amigo de la familia, que le tratará con mimo, haciendo oídos y ojos sordos a la flagrante ineptitud e incompetencia del sujeto.
No quiero pensar o qué va a suceder el día que Cariño le diga a su mamá que le gusta una chica. No quiero pensar en lo que sucederá cuando se case. No quiero pensar en lo que sucederá cuando Cariño, le diga a su mamá que su mujer está esperando gemelos, sin habérselo consultado. No quiero pensar.
Dos consejos para Cariño:
1. Hijo mío, ¡huye de tu madre!
2. Hijo mío, ¡no leas el periódico!
Explicación de los consejos:
1. El primero no necesita explicación.
2. El segundo es para que Cariño no lea lo del G-20 ni lo de los planes de rescate y se crea que el Estado español o el americano o la Unión Europea, le van a resolver NADA. Cariño, aquí hay que trabajar. No hables con mamá más que los domingos. Y si te saltas alguno, mejor. Antes de descolgar el teléfono, prepara una lista de temas en los que no te pueda dar consejos. Y, si, a pesar de todo, te da consejos (que te los dará), no le hagas ningún caso, Cariño. Porque si tú no te haces un hombre -y ya tienes 25 años, majo-, no te harán un hombre ni Zapatero ni Rajoy ni Obama ni las respectivas madres que les dieron a luz.
La conversación con Cariño acabó al cabo de 55 minutos. El viaje de ellos duraba hora y media. El matrimonio bajó en su estación. Nosotros continuamos viaje, en silencio.
No sé si fue por casualidad, pero en el resto del viaje no habló nadie por teléfono. Gonzalo y yo pudimos trabajar un poco. Pero, sinceramente, echamos en falta a los padres de Cariño. Le habíamos cogido eso, cariño.
P.S.
1. He leído hace poco que pronto se podrá hablar por el móvil en los aviones. ¡Dios no lo quiera!
2. Un consejo para los empresarios y directivos: Vigilad y, si detectáis un “Cariño” en vuestra gente, dadle una oportunidad. Sólo una. A la segunda, ¡a la calle! Su mamá se enfadará con vosotros. La sociedad os lo agradecerá.
3. Mis censores me dicen que puedo añadir que no sé cuántos Cariños han estado en el origen de la crisis actual. Si ha habido alguno y si, gracias a la crisis, lo convertimos en persona útil, eso que hemos ganado.
Opiniones de los lectores (56)
56. alfonso abadia09/04/2009, 08:59 h.
Lamentablemente, no creo que mi padre y uno de sus cariños lean sus comentarios. Yo sí, y me parto.
Abrazos y saludos a todos, con cariño de uno de los cariños del que criticó a los cariños.
55. Malinche08/04/2009, 22:41 h.
Carroggio. ¿Cómo hemos podido confundirnos? Menos mal que viene usted a sacarnos de nuestro penoso error y a avisarnos de que Abadía no tiene un "Cariño" al lado, sino que tiene un hijo, Gonzalo, que es un hombre hecho y derecho, con una buena formación universitaria en Comunicación. D. Leopoldo, sépanlo todos, no tiene un Cariño y son los demás los que no tienen un hijo al que ayudar, sino un "Cariño" mimado, sobreprotegido y tontorrón.
¿Cómo ha podido pensar alguien en este foro que Abadía se comporta como gallina clueca con sus retoños? Eso sólo lo hacen las madres marujonas, pelmazas y manipuladoras. Por ello le damos las gracias por avisarnos de que Gonzalo está contratado por su padre, como si fuera un trabajador cualquiera, aunque sea su hijo. Y que si no cumple, tendrá un despido, como cualquiera.
Qué fácil es juzgar a los demás. Lo de la paja en el ojo ajeno... ya me entiende.
A D. Leopoldo mi más sincera felicitación. Hoy ha batido su record y ha superdo a firmas veteranas de El Confidencial como Casado. ¡Enhorbuena!
54. Margaret08/04/2009, 22:38 h.
#51 Carroggio: Me sumo a todo lo dicho sobre su vistoso enorme plumero por Pepino el Blanco. Abadía tiene la infrecuente virtud de saber explicar algunas cosas complicadas en un lenguaje llano llanísimo, ameno y plástico 100%, para ser entendido por todo el mundo. Por todo el mundo, incluso las marujas sin conocimientos de economía a las que tan despectivamente hace referencia otro infumable ciudadano, tres o cuatro comentarios antes. En fin, pobrecitos...
53. Malinche08/04/2009, 22:27 h.
AemiliusII: estoy de acuerdo con usted. Por lo general los jóvenes están mejor preparados, amén de que saben idiomas, han viajado por el mundo y dominan las nuevas tecnologías.
Otra cosa, como usted dice, es la experiencia. Esa la dan los años, igual que nos la dio a nosotros. Los jóvenes becarios que llegan a mi empresa son espléndidos: sanos, inteligentes y trabajadores. No les pongo un solo pero.
Y después, allá cada cual: habrá quien escurra el bulto, quien trabaje por él y por todos sus compañeros, quien se cuelgue las medallas, quien ponga la zancadilla, quien esté dispuesto a echar siempre una mano, quien... Lo de siempre, desde que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso y tuvieron que salir a ganarse los garbanzos.
52. Pepino en Blanco08/04/2009, 22:10 h.
Carroggio: Confiésenos la verdad y solamente la verdad. Usted es Gonzalo, el hijo de Abadía, ¿a que sí? ¿A que es usted el Cariño que viaja en el asiento de al lado de don Leopoldo?
Vamos... ¡¡¡que se le ve el plumeroooooo!!!
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Acerca de...
Leopoldo Abadía es un chaval de 75 años, 12 hijos y 36 nietos y ex profesor del IESE, que asegura no saber nada de economía pero que ha puesto en claro la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime.
A partir de ahí, para su sorpresa, miles de personas de todo el mundo consultan diariamente su blog. Desde su atalaya de San Quirico, aporta una voz independiente sobre la complicada realidad económica y social actual. Sin más pretensiones.
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