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Nuevo paso atrás en la capacidad de competir de España en los mercados internacionales. Los datos al cierre de 2008 indican que la competitividad se ha vuelto a deteriorar en todos los frentes: precios de consumo, precios industriales y costes laborales. En concreto, y según los datos oficiales, la desventaja de España se ha incrementado en 1,1 puntos frente a la zona del euro en relación al IPC armonizado. Respecto de los precios industriales, el retroceso ha sido de 1,6 puntos; y de nada menos que de 6,4 puntos en cuanto a la evolución de los costes laborales de las manufacturas.

Esto significa que en un contexto de fuerte desaceleración de la actividad la actividad, el sector exterior va tener más dificultades para tomar el relevo de la demanda interna (consumo privado, público e inversiones), que literalmente se ha desplomado en el último año como consecuencia, principalmente, del fuerte deterioro de la renta disponible de las familias.

Lo ocurrido en 2008, sin embargo, no es flor de un día. Es coherente con lo que ha sucedido –sin necesidad de mirar más atrás- desde que España abrazó la moneda única, que supone un tipo de cambio fijo y, por lo tanto, elimina la posibilidad de devaluar la moneda para obtener ganancias adicionales de competitividad. Y así ha ocurrido desde el año 1999. Desde ese año, los precios de consumo (datos a noviembre) han crecido un 11,2% más en España que en la eurozona; un 7,6% más si se tienen en cuenta los precios industriales (datos a octubre), y nada menos que un 26,2% más si se atiende a la evolución de los costes de las manufacturas. Si se tienen en cuenta todos los costes laborales unitarios (relación entre el coste del factor trabajo y la productividad) el resultado es, igualmente, inquietante para la economía española, toda vez que desde el lanzamiento del euro han crecido un 12,8% más que en los países que forman parte de la divisa europea.

La importancia de estas cifras es capital habida cuenta de que las dos terceras partes de las exportaciones españolas se dirigen hacia los 15 países que actualmente forman parte de la moneda única. De ahí que su evolución se mire con lupa. Y lo que ha ocurrido en 2008 no invita, precisamente, al optimismo. Según los datos del INE y del Banco Central Europeo (BCE), los costes laborales unitarios de las manufacturas crecieron en el tercer trimestre de este año en España un 7,3%, muy por encima del 2,2% registrado en la zona del euro. Pero si se observa lo ocurrido en los últimos años, resulta que en mientras en España siempre han crecido entre un 1% y un 3%, en la eurozona se han registrado en todos los casos tasas negativas.

El modelo económico

Esto evolución no es achacable exclusivamente al alza de los salarios, sino que pone de relieve la existencia de un modelo intensivo en utilización de mano de obra, pero de escasa productividad, lo que provoca que cuando el ciclo cambia se destruya empleo a un ritmo mucho mayor que en los países de nuestro entorno económico. Pone de manifiesto, igualmente, el retraso tecnológico de España respecto de los principales socios comerciales.

Frente a países terceros, el tipo de cambio del euro tampoco ha ayudado a lograr ganancias de competitividad. Como sostiene el último boletín de coyuntura del Ministerio de Economía, pese a la depreciación registrada por la moneda única  frente al dólar en los últimos días de diciembre, la divisa europea mantuvo una trayectoria alcista durante la mayor parte del mes, como resultado de los diferenciales de tipos de interés que se esperan en las dos orillas del Atlántico, dando lugar a que se apreciara frente al dólar un 9% en el último mes del pasado año.

En el conjunto del año, sin embargo, la moneda única se depreció frente a la estadounidense un 5,5%, terminando el año en un cruce de 1,39 dólares por euro. Respecto a otras divisas, el euro se cambiaba al finalizar el año por 126,14 yenes y 0,95 libras esterlinas, lo que significa una depreciación frente a la moneda japonesa del 23% y una apreciación del 30% frente a la libra,”como consecuencia de la debilidad de la economía británica y del acusado descenso de los tipos de interés” en el Reino Unido.

Para compensar estos resultados adversos, los exportadores se han visto obligados a hacer de la necesidad virtud, y eso explica que el valor unitario de las exportaciones creciera en España menos que en la UE, pese a las duras condiciones de precios interiores (IPC o costes del factor trabajo). En concreto, el valor de las exportaciones creció 1,1 puntos porcentuales menos que en la eurozona.  Y desde 1999 ‘únicamente’ ha crecido 4,7 puntos más que en la UE. Esta aparente contradicción se explica fundamentalmente debido a que los exportadores han preferido estrechar su margen de beneficio a fin de no perder cuota de mercado en el exterior.

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