Leopoldo Abadía

DESDE SAN QUIRICO

Mis doce hijos únicos

30/12/2008 TAGS  >

Desde San Quirico

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Hoy voy a hablar de mí.

 

Cuando vivíamos en Zaragoza celebrábamos Nochebuena y Navidad. Al trasladarnos a Barcelona, incorporamos las costumbres catalanas y añadimos San Esteban. Como también celebramos el Fin de Año y Reyes, conseguimos que, desde el 24 de Diciembre hasta el 6 de Enero, en casa haya jolgorio continuo.

 

Hay regalos en Nochebuena porque viene el Niño Jesús y hay regalos en Reyes porque vienen los Reyes.

 

Sí, ya sé lo que pensáis: que con este familión, a medida que aumenta el número, forzosamente ha de disminuir el nivel de los regalos, por aquello de que la materia (el dinero, en este caso) ni se  crea ni se destruye: se transforma. En confianza, os diré que yo tengo la sensación de que esta materia (repito, el dinero) no se crea ni se transforma. Se destruye.

 

Celebramos el otro día la Nochebuena. Estábamos 35. Faltaban bastantes (hasta 63) porque también hay que contentar a los suegros.

 

Mis hijos Jorge y Belén y sus 3 niños no pudieron venir  porque a uno de los niños se le ocurrió coger la varicela y sus padres pensaron, con mucho sentido común, que si venían a casa, la podían transmitir a 10 o 12 más. Fueron a casa de los padres de Belén, donde todo eran personas mayores y no había peligro de contagio.

 

Mi mujer y mis hijas (las hijas tienen más gusto) montaron una cena de esas en las que todos están de pie y quien más y quien menos coge un plato, se lo pone en las rodillas e intenta comer algo. En este tipo de cenas yo como muy poco, porque entre el plato, el cava y que soy un poco manazas, siempre se me acaba cayendo una copa en el pantalón. Menos mal que esta vez llevaba uno de color gris oscuro y no se notó.

 

Estaba muy cansado. La vida farandulesca que llevo hace que, de vez en cuando, me acuerde del pianista Rubinstein que, en plena gira a los noventa y tantos años, decía que se cansaba un poco, “porque uno ya no tiene 75 años”. Yo, que tengo 75, digo que me canso un poco porque uno ya no tiene 55.

 

Piqué un poco de comida y me fui a un sillón más cómodo. Y allí me dediqué a mirar a la gente. Realmente, a mirar a mis hijos, que ya son mayores. Doce hijos dan para todo. En nuestro caso, para que la mayor tenga 49 años y el pequeño, 29.

 

Les veía y me acordaba de mis Nochebuenas en Zaragoza. Yo era hijo único y mis padres se volcaban para que la Nochebuena fuera feliz, como Dios manda. Y lo conseguían, porque con cariño se consigue todo. Ahora nos cuesta menos porque somos más. Iba mirando a mis hijos de uno en uno y repasaba sus éxitos, sus menos éxitos, sus ilusiones, sus problemillas, lo fenomenales que son mis yernos y nueras, lo majísimos que son mis nietos…

 

Y me quedé muy satisfecho. Como si, entre mi mujer y yo, hubiéramos hecho algo importante.

 

Y llegué a la conclusión de que lo importante es que tenemos doce hijos únicos. Que mi casa no es un cuartel. Que hay doce personas -ahora más- que son libres y que, como son libres, se quieren, se ayudan, trabajan para sacar sus familias adelante e intentan hacer felices a los que les rodean.

 

Luego agarraron las guitarras y cantaron villancicos. En un tono más bajo que cuando lo hacemos en San Quirico, porque en Barcelona tenemos vecinos arriba y abajo y, aunque sea Nochebuena, también tienen derecho a estar tranquilos.

 

Como siempre, pronto me entró el sueño. Y, como siempre, dije la frase que mis hijos esperan para abuchearme: “Vamos a acabar, por si acaso alguno tiene sueño”.

 

Y me fui a dormir.

 

P.S.

 

  1. Repaso el artículo. No sé si me ha quedado demasiado blandurrio, peo es que en Navidad me reblandezco.

 

  1. La próxima semana os hablaré de la censura y Frank Sinatra, con lo que volveré a mi tono habitual.

 

¡¡Felices Navidades!!

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Leopoldo Abadía es un chaval de 75 años, 12 hijos y 40 nietos y ex profesor del IESE, que asegura no saber nada de economía pero que ha puesto en claro la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime.
A partir de ahí, para su sorpresa, miles de personas de todo el mundo consultan diariamente su blog. Desde su atalaya de San Quirico, aporta una voz independiente sobre la complicada realidad económica y social actual. Sin más pretensiones.



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