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El impuesto inflación o el efecto perverso de la política monetaria
El Teatro del Dinero, Fernando Suárez

El impuesto inflación o el efecto perverso de la política monetaria

Acerca de ...

@Fernando Suárez .-Fernando Suárez es economista y analista independiente. Desde este Teatro del Dinero pretende analizar, de modo académico y con su particular estilo, el devenir presente y futuro de la economía y las finanzas a nivel global, un escenario en el que, muchas veces, nada es lo que parece. O sí. Ocupen su localidad.

@Fernando Suárez   05/12/2008

La objetividad es un lujo al alcance de muy pocos privilegiados. La percepción de la realidad es una cuestión tan subjetiva como la confianza que se deja en depósito o se entrega a fondo perdido. Entre la claridad expositiva del quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur de la escolástica tomista y la retórica freudiana de espíritus selectos y equilibrados capaces de percibir la imagen de la realidad exterior sin desfigurarla, median seis siglos y la aparente unanimidad sobre la subjetividad del punto de vista de cualquier observador imparcial.

 

La realidad que percibo, pues, parte de una Aldea Global con recursos limitados/estratégicos/escasos que deben ser asignados en sus mejores usos alternativos, a fin de satisfacer las necesidades/deseos de sus pobladores. Gobernar la casa donde uno habita. Ahora y luego, visión dinámica. Idealmente, los individuos actuarían como agentes racionales maximizadores de utilidad, con información perfecta y simétrica, sin problemas de agencia ni costes asociados a conflictos de intereses. Homo oeconomicus.

 

Sin embargo, no alcanzo a percibir la generalización de esa especie. Parece más bien que los individuos actúan, según una variedad de estándares culturales/ético-morales, con racionalidad acotada, información asimétrica e imperfecta y sometidos a conflictos de intereses surgidos de la búsqueda de su propia satisfacción a través de una conducta particular y relativa respecto de la colectividad, habida cuenta el natural instinto de conservación y autogeneración de estímulos competitivos: en nuestro pequeño universo conocido, todo el mundo va a lo suyo menos yo que voy a lo mío.

 

Emanadas de voluntades ajenas, las nuevas generaciones de individuos (e individuas) quedan sujetas a la capacidad y disposición de sus respectivos progenitores (A y B, of course) de proporcionarles, solos o en compañía de otros, el pertinente sustento, amparo y formación integral para que, llegado el momento, desteten y puedan valerse por sí mismos, procurándose sus propias habichuelas en base a los principios/valores morales aprehendidos, a su talento, arte u oficio. Capital humano.

 

De la mera observación de la naturaleza, cigarras y hormigas, la prudencia aconseja disponer una reserva de habichuelas para cuando hagan falta por general escasez, imprevisto sobrevenido y/o definitiva incapacidad de obtenerlas por medios propios. Hipótesis del ciclo vital y de la renta permanente. Ahorro, despensa de riqueza.

 

Los individuos jerarquizan sus necesidades/deseos según las prioridades de satisfacción de déficits básicos, accediendo así a deseos superiores y más elevadas motivaciones. Pirámide de Maslow. Partiendo de equilibrio (homeostasis), brota una necesidad que conduce, mediante impulsos, a la consecución del incentivo/recompensa, a la satisfacción del deseo, para así volver al estado de equilibrio. Si entre los impulsos y el incentivo aparece un obstáculo que impide alcanzar la recompensa, surge una frustración que, una vez gestionada, devuelve al estado homeostático. A nivel neurofisiológico, el circuito de la dopamina se encarga de administrar el mecanismo de castigo/recompensa, de reforzar los estímulos que permitan la satisfacción de las necesidades vitales modulando instintos primarios, emociones y estados de ánimo. Homo naturalis. La donna è mobile.

 

La puesta en común de motivaciones individuales para lograr la satisfacción de necesidades/deseos compartidos, genera toda una suerte de sistemas de organización sociales cuya evolución histórica descansa, con desigual fortuna e importancia, en la titularidad y el acceso a los recursos, la división del trabajo, el estado de la ciencia y la técnica, los principios ético-morales y las costumbres/normas/leyes vigentes. El intercambio de utilidad se ve facilitado por el uso de un bien que, siendo generalmente aceptado para liquidar mutuas obligaciones, simplifique los cálculos al tener reconocido un valor objetivo y, además, conserve su común aprecio en el tiempo, constituyendo un medio de acumular valor de uso y canjear riqueza al portador. Dinero.

 

Toda la perogrullada anterior, sin duda prescindible, obedece únicamente al intento de acotar, desde la propia subjetividad, términos y conceptos esenciales, pues se me antoja difícil aceptar como dinero algo que con el tiempo pierda utilidad de intercambio. Que impida su uso como depósito de riqueza, como medio de acumular el exceso presente de necesidades satisfechas, de mantener su capacidad de cubrir carencias futuras transformándose en utilidad.

 

El Estado de Derecho moderno, teórico heredero del ius aequum, ha dejado paso al Estado del Bienestar, donde la equidad en la asignación de recursos, el ordenamiento social y la provisión de capital humano y bienes públicos quedan encomendados, inexorablemente, a un ente benefactor supraindividual que otorga derechos subjetivos a cambio de imponer obligaciones irrenunciables, en su mayor parte pecuniarias, liquidables en dinero. Impuestos, tributos y contribuciones.

 

Es cierto que los gobiernos no pueden ser mantenidos sin una gran carga, y es adecuado que quien goza de su protección debiera pagar de su patrimonio su participación en tal sostenimiento. Pero debe ser con su propio consentimiento, es decir, beneplácito de la mayoría, dado por ellos mismos o por sus  representantes electos; porque si alguien reclama el poder de imponer y exigir tributos al pueblo por su propia autoridad y sin el consentimiento del pueblo, de ese modo invadiría la ley fundamental de la propiedad y subvertiría la finalidad del gobierno.”

 

Este pensamiento de John Locke hace referencia al principio básico de que ningún impuesto debe aplicarse sin ley previa, nullum tributum sine lege. Pero el Estado del Bienestar Ilusorio mantiene vigente un tributo feudal, en forma de servidumbre por la acuñación de moneda, que constituye el gravamen más regresivo e injusto de todos. Un impuesto que destruye el valor del papel moneda, el ahorro y confisca la riqueza: inflación. Una inflación recaudada en primera instancia como Señoreaje.

 

El señoreaje, conforme lo explica el banco central de Canadá, es la diferencia entre el valor facial de una moneda y su coste de producción y distribución. Bajo el sistema monetario fiduciario actual sería la diferencia entre el rendimiento de la cartera de deuda pública gubernamental y el coste de circulación del dinero.

 

Según Roubini & Backus: “Cuando un banco central imprime ‘dinero fresco’ puede obtener bienes y servicios a cambio de esos nuevos trozos de papel. El montante de bienes y servicios que el gobierno obtiene imprimiendo dinero en un periodo determinado se denomina ‘señoreaje’ [...] Según el gobierno adquiere bienes y servicios reales imprimiendo dinero, el señoreaje es efectivamente un tributo impuesto por el gobierno a los agentes privados. El tributo del señoreaje también se denomina impuesto inflación [...] En otros términos, el impuesto inflación es igual a la tasa de inflación multiplicada por el saldo real de dinero en manos de agentes privados [...] La reducción del valor real de mi saldo monetario causada por inflación es el impuesto inflación, la cantidad de recursos reales que el gobierno me detrae al imprimir dinero nuevo y generar inflación.”

 

Bernanke & Abel: “Imagine un gobierno que quiera gastar 10.000 millones de dólares (digamos, en submarinos) pero que no tenga capacidad de gravar o pedir prestado del público. Una opción para el gobierno es imprimir los 10.000 millones y usar ese dinero para pagar los submarinos. La renta que un gobierno obtiene imprimiendo dinero se llama señoreaje [...] En realidad, los gobiernos que quieren financiar sus déficits a través del señoreaje no imprimen simplemente nuevo dinero, sino que utilizan un procedimiento indirecto. En primer lugar, el Tesoro autoriza al gobierno a pedir prestado el importe equivalente al déficit presupuestario (los 10.000 millones del ejemplo), imprimiéndose y vendiéndose la correspondiente cantidad de nuevos bonos gubernamentales. Sin embargo, los bonos no son vendidos al público, sino que el Tesoro pide (o requiere) al banco central que los compre. El banco central los paga imprimiendo 10.000 millones en moneda nueva, dándoselos al Tesoro a cambio de sus bonos. Este nuevo dinero entra en circulación cuando el gobierno se lo gasta (submarinos) [...] El gobierno recauda el impuesto inflación imprimiendo moneda (o haciendo que el banco central la emita) y usándola para comprar bienes y servicios. El impuesto inflación es pagado por cualquier miembro del público que posea dinero, porque la inflación erosiona su poder adquisitivo. Por ejemplo, cuando la tasa de inflación es del 10% anual, una persona que mantenga efectivo pierde el 10% de su poder adquisitivo y, por tanto, ciertamente paga un impuesto del 10% sobre su reserva real de dinero.

 

Señoreaje, monetización de deuda e impuesto inflación. Un feudocapitalismo fiduciario que cobra tributos por trabajar, por consumir y por ahorrar. Servidumbre y confiscación de riqueza amparadas en el Estado del Bienestar Ilusorio. Qué bien...

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