Martes, 10 de febrero de 2009 (Actualizado a las 22:13)

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La euforia por la bajada de tipos del BCE que hoy reflejan las portadas de la mayoría de los medios de comunicación es como mínimo exagerada. La razón es que este recorte histórico -de 0,75 puntos hasta el 2,5%- tendrá un impacto muy limitado para estimular la economía, ya que la liquidez seguirá sin llegar a empresas y familias pese a que ahora su coste será menor. El mayor efecto positivo será la bajada de las cuotas hipotecarias que elevará la renta disponible de los ciudadanos, es decir, dejará más dinero en sus bolsillos que pueden destinar al consumo.

Roberto Higuera, consejero delegado del Banco Popular, lo dejó claro en un reciente encuentro del sector: "Las medidas para aumentar la liquidez son positivas, pero no van a reabrir el grifo de la financiación a la economía; la tubería está atascada y los Gobiernos no han dado con la válvula para desatascarla". Como se ha dicho en numerosas ocasiones en los blogs de El Confidencial, el mecanismo de transmisión de la política monetaria sigue roto. Una visión que está refrendada por el escepticismo con el que las bolsas recibieron ayer las bajadas masivas de tipos en todo el mundo (aparte de la adoptada por Jean-Claude Trichet, Inglaterra, Suecia y Australia anunciaron recortes todavía mayores).

"¿De qué sirve que la liquidez sea más barata o que se inyecte de forma masiva a la banca por parte de los bancos centrales o los Gobiernos si estos bancos no la ponen en manos de los actores económicos?", se preguntaba ayer un analista independiente. Eso explica que el vicepresidente Pedro Solbes haya pedido a las entidades que trasladen "cuanto antes" a familias y empresas las medidas de apoyo a la financiación puestas en marcha por nuestro Gobierno: la compra de deuda y las inyecciones de liquidez a cambio de titulizaciones (el famoso Fondo de Adquisición de Activos, FAAF) y el plan de avales estatales a las emisiones de bonos de bancos y cajas, dotado con 200.000 millones de euros.

Pero, frente a estas presiones, la banca sigue acaparando la liquidez y restringiendo el crédito al máximo, algo que en un primer momento estuvo promovido por el Banco de España, ante la posibilidad de que alguna entidad no fuera capaz de afrontar sus vencimientos de deuda. Alfredo Sáenz, consejero delegado del Santander, ha insistido en que la banca tiene que desapalancarse, es decir, que reduzca la diferencia entre créditos y depósitos, cifrada por él mismo en unos 800.000 millones de euros. Esta semana, la agencia de rating Fitch ha insistido en esta misma vía como única solución para su crisis.

Restringir el crédito o captar más depósitos

Y este desapalancamiento puede hacerse elevando los depósitos o restringiendo los créditos. El primero de estos mecanismos ha sido ampliamente utilizado por la banca española, que ha captado 60.000 millones hasta octubre y que se resiste a bajar su remuneración -que el mes pasado superaba el 5% como media- para no perder clientes. Pero este coste de financiación se antoja insostenible, máxime ahora con los tipos al 2,5%. Por tanto, sólo queda la opción de restringir al máximo el crédito y dejar que se vaya reduciendo de forma natural por los vencimientos que se producen cada año.

Para suavizar este impacto están los planes del Gobierno, pero suponen más bien un "reapalancamiento". Es decir, permite a la banca seguir captando financiación ajena, lo cual mantiene viva la rueda pero simplemente aplaza el momento inevitable en que deben desapalancarse. Ahora bien, las entidades consideran que, si de lo que se trata es de dar créditos, seguir endeudándose es la única fórmula. Y ahora mismo, la única manera de colocar deuda es con el aval del Estado.

En EEUU van un paso por delante y han asumido que el mecanismo de transmisión de la política monetaria no seva arreglar sólo con bajadas de tipos y avales a las entidades, por lo que el Gobierno está asumiendo elpapel de la banca: la Fed compra directamente pagarés a las empresas yel Tesoro ayudará directamente a los hipotecados.

Incluso el indudable alivio que supone la rebaja de las cuotas hipotecarias por la caída del Euribor no tendrá un impacto demasiado relevante en la economía: la enorme incertidumbre económica y laboral en que se encuentran los ciudadanos provocará que la mayoría de ese dinero que no va a pagar la letra de la hipoteca se destine a ahorro y no a consumo, según numerosos economistas. Lo cual tampoco sirve para sacar a la economía de la recesión. Por otro lado, las cuotas tampoco van a bajar significativamente en términos reales: además de bajar los tipos, baja la inflación, con lo cual las subidas salariales serán muy moderadas en 2009 y el poder adquisitivo de las familias no mejorará.

¿Tipos de interés cero?

Si llevamos la situación actual al extremo, los bancos centrales pueden acabar bajando los tipos hasta cero (de hecho, J.P Morgan espera que la Fed lo haga en 2009) sin que eso sirva para reactivar la economía. Es lo que se conoce como "trampa de la liquidez" y que aboca a un escenario a la japonesa, de un prolongado estancamiento con recesiones periódicas y deflación.

El Financial Times analizaba recientemente esta situación aludiendo a otro concepto keynesiano: Zirp, Zero Interest Rate Policy (política de tipos de interés cero). Ayer mismo, Trichet advertía de que el BCE no debe quedarse "atrapado" bajando demasiado los tipos. Y la semana pasada Ben Bernanke, presidente de la Fed, explicaba que el banco central puede adoptar otras medidas una vez que llegue a cero, como comprar directamente deuda pública. "Si todo esto sale mal, vamos a una situación de estancamiento durante la próxima década", opinaba ayer Graeme Leach, economista jefe del Institute of Directors en Londres.

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