El tiempo corre en contra de General Motors y la llamada de auxilio que ha hecho su presidente, William Ackman, poco ha importando a la administración Bush. Ayer, el secretario del Tesoro Henry Paulson aseguró que el plan de rescate no se iba a extender a la industria automovilística, como se había apuntado desde distintos sectores tras la reunión que mantuvieron George Bush y Barack Obama en la Casa Blanca y donde se aseguró que se iban a acelerar las ayudas a los fabricantes de coches.

Hoy, los líderes demócratas de las dos cámaras se han puesto manos a la obra para impulsar medidas que ayuden a la industria del automóvil. Un debate que comenzará la próxima semana y que se perfila complicado debido a la oposición del partido republicano.

El pasado domingo Ackman puso la palabra quiebra sobre la mesa, con la esperanza de que el miedo a la caída de uno de los iconos de la industria norteamericana consiguiera llamar la atención del Gobierno, más preocupado por salvar al sector financiero por encima de cualquier otro. Aseguró que la compañía no tenía liquidez para poder seguir operando en 2008 y ello ha provocado el desplome de sus acciones, que han perdido cerca de un 50% en seis días.

“Necesitamos una solución, pero esta solución tiene que ser viable”, explicó Paulson en rueda de prensa, “el plan de rescate fue diseñado para el sector financiero”. Y mientras la deuda de GM estrangula a la compañía más y más. Sus ventas han caído un 11% como consecuencia de la crisis económica y el descenso del consumo y sus pérdidas alcanzaron en el tercer trimestre los 1.000 millones de dólares. Según los expertos la compañía con sede en Detroit necesitaría un préstamos de 10.000 millones de dólares para cubrir sus obligaciones hasta final de año.

Está claro que el secretario del Tesoro poco va a hacer por salvar a GM y todas las esperanzas están puestas en Obama. El presidente electo ha llamado al gobernador de Michigan, Jennifer Grahholm a formar parte de su equipo de transición. Buenas noticias para Detroit. Sin embargo, quizá el 20 de enero, cuando se produzca el cambio en la Casa Blanca, sea demasiado tarde.

Pensar en vehículos híbridos ahora es inviable

La solución que propone Obama es ampliar las garantías crediticias para el desarrollo de vehículos híbridos que actúen a favor del medio ambiente. Una transformación que la industria automovilística no puede acometer en estos momentos. Según el CEO de la compañía, Rick Wagoner, los 25.000 millones de dólares de préstamo destinados a la creación de modelos híbridos es una medida pensada para ponerla en marcha entre 2009 y 2020 y no da liquidez inmediata a los fabricantes, que es donde realmente reside el problema.

Además, ese préstamo se contempla para nuevos proyectos, no para los que están ya en marcha como el Chevrolet Volt, “por lo que un paquete de préstamos garantizados o tipos de interés razonables son necesarios para la supervivencia de GM, y probablemente también para Ford”. Ha explicado Wagoner.

Pero las serias dificultades que atraviesa General Motors no solo vienen provocadas por la caída del consumo y el descenso de las ventas. La compañía cuenta con un potente brazo financiero GMAC Financial Services –del que el fondo de inversiones tiene un 51% y GM un 49%-, que era el encargado, no sólo de financiar la compra de sus vehículos, sino que también se dedicaba a la concesión de hipotecas.

Ahora, después de ver como American Express se ha transformado en banco comercial para poder acceder al fondo de rescate, la compañía de Detroit no quiere ser menos. CMAC ya ha puesto la maquinaria en marcha para negociar con las autoridades federales de Estados Unidos su conversión en banco comercial. De esta manera “obtendría una mayor flexibilidad y estabilidad para cumplir su misión central”, aseguró el pasado 30 de octubre la compañía. En este sentido, Álvaro de Molina, CEO de GMAC, explicó que “los beneficios de este tipo de reestructuración nos permitiría poner inmediatamente a trabajar capital adicional y recursos de liquidez para financiar consumidores y concesionarios”.

En cualquier caso, las medidas que se tomen en los próximos días van a ser cruciales para que no llegue a desaparecer uno de los símbolos del sueño americano.