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El cambio que España necesita

@S. McCoy - 10/11/2008

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Comenzaba Paul Krugman su artículo de esta semana, recogido por la edición dominical de El País, de forma inusualmente agresiva: quien no haya sido capaz de emocionarse con el discurso de Obama, mejor que se lo mire, venía a decir de un modo más o menos literal. Quien no haya sido capaz de dejarse embaucar por la fuerza transformadora de sus palabras, no merece la pena llamarse ciudadano, era la conclusión que servidor, de forma acertada o no, entresacaba de las palabras del Premio Nobel de Economía. Pues bien, aunque soy de natural escéptico, obras son amores, he de reconocer que, de tener que encuadrarme en alguna de las categorías propuestas por el economista estadounidense, claramente me ubicaría en la primera. He leído varias veces el mensaje lanzado ante la multitud concentrada en Chicago, y en todas y cada una de ellas, me he sobrecogido. ¿Por qué? Porque, más allá del poder de la oratoria del ya presidente electo, y de mi natural sensiblero, en cada una de sus frases se encuentra el motor último que ha justificado los cambios sociales a lo largo de los siglos: el valor de la esperanza.

No la puede definir mejor la Real Academia de la Lengua cuando señala que es un estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos. Es decir, es una forma de ver la vida en el que el dibujo de nuestros sueños comienza a tomar cuerpo.  Se trata, no obstante, de una descripción incompleta. De hecho, quizá sea la fe católica la que pone la esperanza en su justa dimensión, al catalogarla como una de las tres virtudes teologales, junto con la fe y la caridad. La consecución de las metas, la materialización de los ideales, no es fruto del azar. Al contrario, requiere de un principio y de una acción, de una voluntad efectiva y de una ejecución manifiesta para lograr el fin deseado. Incluso al que le toca la lotería, ha necesitado previamente del convencimiento de que le podía tocar y ha tenido que sellar su boleto de alguna manera. El poder, por tanto, de la esperanza como fuerza transformadora de la sociedad parte de un anclaje a unos principios y de una consistencia de vida. Ese ha sido, y es, el secreto del Obama público que hemos conocido durante la campaña. El que ha cautivado al mundo entero con la fuerza de su palabra. Y también es el secreto de una sociedad, la estadounidense, que la ha acogido en su seno y está dispuesta aparentemente a ponerse en camino.

Decía Jordi Sevilla en su artículo semanal en El Mundo que nosotros, como nación, también podemos. Yes, we can. No puedo estar más de acuerdo. Sin embargo, discrepo con él en que lo que necesita España sea un conjunto de recetas de mayor o menor calado económico o social como las desarrolladas en su pieza. No es eso lo que Obama proponía el mismo martes ante la multitud expectante. La esperanza no es fruto de la caridad, de la acción, que es sólo un medio para alcanzarla, sino de una decisión primigenia, de la creencia firme en que merece la pena andar ese camino, de los postulados de la fe. Incluso la propia Iglesia lo ha vivido en sus carnes: cuando la actividad eclesial se ha separado de su verdadera fuente, lo único a lo que ha conducido es al olvido de la vida eterna como destino último del hombre. El altruismo que no trasciende se agota en sí mismo. Pues bien, en el caso del candidato demócrata, llevaba mucho ganado de partida. Conceptos como unidad, patria o sentido de pertenencia son intrínsecos al ser norteamericano. A ninguno de sus ciudadanos les cabe duda alguna de que la unidad les hace fuertes, la nación está por encima de los individuos, su contribución individual es capaz de generar cambios a nivel planetario. Están orgullosos de su Historia y miran desafiantes al futuro. Yes, we can. Su corazón estaba preparado para acoger el mensaje.

Ninguno de estos factores han sido objeto de predicamento en nuestro país en los últimos años. Más bien al contrario. Frente a la unidad, el provincialismo de las nacionalidades; ante la fuerza expansiva de nuestro idioma, el apartheid lingüístico dentro de las propias fronteras; contra el orgullo de lo que hemos construido entre todos, fruto de una transición a la democracia ejemplar, la reapertura de las fosas de la Guerra Civil simplemente para recordarnos el día en que los españoles se mataban los unos a los otros. Y, pese a esta antología del disparate, ¿quieren que les diga una cosa? En efecto, podemos. ¿Cómo no vamos a poder? Hemos caído 50 veces y otras tantas como pueblo nos hemos levantado.  Saldremos adelante. Y no por la vía del recetario, sino de la convicción. Se ha terminado el tiempo de los juegos florales en la política, como dentro de poco van a descubrir nuestros legisladores. No es momento del oportunismo o de la exclusión, sino del trabajo colectivo y de la integración. España necesita una nueva Generación Cuéntame, ese grupo demográfico que cuidó a sus padres a la vez que buscó lo mejor para sus hijos e hizo de la clase media el escalón más poblado de la pirámide social en nuestra nación. Frente a ella, llevamos mucho andado. Nos queda únicamente el convencimiento de que podemos y debemos salir adelante, recordar aquello que nos ha hecho fuertes a lo largo de la Historia y ponernos en camino. Cada uno tenemos nuestra parcela de responsabilidad para hacer del cambio una realidad. Usted la suya y yo la mía. Ya saben, la esperanza es lo último que se pierde. Pues eso. Buena semana a todos.

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Opiniones de los lectores (153)

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153. usuario registrado irenena1, 12/11/2008, 12:51 h.

Muy Sr. Mío:
That we can or we could era sabido. Era el yes el que les faltaba.
Lamento discrepar en su artículo con el papel de la iglesia católica, quienes cuando la primera mujer angloamericana se ordenó sacerdote, casi crucifican a Madonna.
Volviendo al tema, el we can español, tiende a ser we can, jeje. Mientras no haya defensa o no se note, no hay delito.
El mensaje de Barack Obama es esperanzador, pero no es ideal. Es ahora cuando comienza la campaña. La de la acción.
En España, las generaciones anteriores sufrieron la aniquilación del concepto patria, y así nos lo transmitieron.
No existe pueblo, sino clase media y baja. Y anque es cierto que muchas cosas están bien, se tiende a secuestrar al maestro, a exiliar al capitán y a matar al padre.
Somos muchas las mujeres que tratamos de no ser motivo de burla por el hecho de que durante 2000 años se haya abusado de la mentira.
Los españoles tenemos que aprender y es un buen momento para mirar a Norteamérica. Para asomarnos a la ventana y dejar de ser viejos. De animar a los jóvenes. De dejar de mentir. De colaborar al máximo en política exterior y de no morir en la sinrazón de la especulación.
Hay que darse la mano.

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152. usuario registrado Almeriensis1, 10/11/2008, 23:00 h.

Desde Londres. Dicen que un pesimista es un optimista con experiencia. Y a veces tenemos días un poco oscuros.

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151. usuario registrado Almeriensis1, 10/11/2008, 22:57 h.

Si desaparecieran las autonomierdas ( perdón, no lo he podido aguantar) seguramente nuestro deficit público no sería el que va a ser.

Pasabaporaqui, no es una cuestión de si bajar o subir el gasto público. La cuestión es a donde va ese dinero. Y como puede observar, no va hacia el servicio de los ciudadanos, sino mas bien, a aumentar la sensación de poder que tienen nuestros politicos.

Por supuesto, los partidos políticos financiados con las donaciones, igual que en USA.

los sindicatos, con sus afiliados.

Los liberados sindicales , a trabajar.

Si empezara reducirse los gastos superfluos y a llevar la nación como una empresa, sobraría dinero.

Pero para eso tiene que haber gestores en el gobierno, y ahora no los hay.

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150. usuario registrado desde londres1, 10/11/2008, 22:54 h.

hola matrix,

siempre un placer leer sus comentarios.

estoy de acuerdo con lo q expone.

siento parecer pesimista, no es mi intencion.

quizas se necesite un revulsivo?.sinceramente, no lo se.

ojala todos los aqui presentes tengan resulto su presente/futuro y por eso vengan aqui a exponer sus opiniones.

y ojala fueramos capaces de transmitir la necesidad de leer, aprender mas y pensar por nostros mismos de una forma critica.

un abrazo.

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149. usuario registrado manoto1, 10/11/2008, 22:49 h.



para llegar al mundial,antes hay que hacer el nacional y si el nacional no funciona por las nacionalidades autonomicas,entonces a cuestionarse el sistema.Lo de las representaciones exteriores de los catalanes es un sin sentido.Como un sinsentido es cobrar por representar a los votantes y no acudir a las sesiones parlamentarias.

sin lugar a dudas que los parados tendran mucho que decir en los que cobran por no representarlos y ademas tienen gastos desorbitados de coches y representaciones en el extranjero.

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@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

 

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