Retos económicos de Obama para salvar un país con un déficit de 750.000 millones
Obama, economía, EEUU, Morgan Stanley
@C.Hernanz - 06/11/2008
Barack Obama ya es presidente de los Estados Unidos. Además, lo es con mayoría demócrata en las dos cámaras, Congreso y Senado. Con este nuevo escenario, una vez despejada la incertidumbre primera sobre la identidad del inquilino de
Morgan Stanley publicó ayer un primer informe analizando las posibles consecuencias de la política económica de Obama. De acuerdo con el banco de negocios de Wall Street, el nuevo presidente se enfrenta a dos cuestiones claves que determinarán su actuación sobre este campo. Por un lado, el abultado déficit que arrastra el país. EEUU cerrará este año con un déficit de 450.000 millones de dólares, mientras que la previsión para el año que viene superará los 750.000, incluido el plan de rescate.
Por otro lado, Obama se enfrenta a un horizonte macro negativo con un escenario de recaudación revisado a la baja. Sin embargo, las estructura tributaria de rebajas impulsada en 2001 y 2003 vencerá a finales de 2010, quedando a partir de entonces una puerta abierta a nuevas posibilidades. Muy probablemente, entre varios puntos, el líder demócrata se verá obligado a revisar al alza el tope marginal del impuesto sobre personas físicas del 35% al 39,6%, mientras que la carga máxima para las ganancias sobre el capital a largo plazo pasará del 15% al 20%.
Por tanto, el primer dilema del nuevo equipo de
El sistema financiero
Respecto a la crisis financiera, Morgan Stanley subraya el énfasis de Obama en al política fiscal como herramienta para estimular la economía y desarticular la entrada en recesión. El nuevo presidente tiene previsto desarrollar un segundo programa de estímulos que reemplacen al primer plan de rescate, cuyos efectos se habrán agotado para febrero de 2009. Para entonces, el presidente se ha mostrado partidario de un programa de inversiones en infraestructuras y prestaciones que actúen como motor económico. Hablamos de un plan a dos años de 175.000 millones de dólares.
El auxilio prestado por el Estado al sistema financiero en los últimos meses desembocará en un cambio significativo del marco regulatorio de los mercados y su industria a lo largo de 2009. Obama se ha mostrado ya partidario de ampliar las competencias de supervisión sobre las instituciones financieras que han sido ayudadas por el Tesoro, de transferir competencias jurisdiccionales y de mejorar la transparencia que se exija a las firmas de inversión. Además, se ha mostrado partidario de dotar de mayores competencias a
Sin embargo, Obama debe despejar muchas incógnitas sobre la futura regulación del mercado. ¿Repartirá responsabilidades para una mejor supervisión? ¿Cómo articulará el marcaje al negocio de los hedge funs y otros modelos de inversión? ¿Qué hará con los bancos de negocios en puridad, sin actividad de banca comercial? ¿Fusionará agencias federales para generar una labor de control más eficiente? Igualmente, a lo largo de 2009 el nuevo presidente deberá pronunciarse sobre los cambios a introducir en el mercado de CDS, largamente criticado a raíz de la crisis subprime por su falta de transparencia.
Otra prioridad para el senador demócrata en 2009 será el mercado doméstico. Como recoge Morgan Stanley en el dossier de 10 páginas, Obama apoya más abiertamente una política de defensa del consumidor, concretamente de aquellos con menores ingresos que pueden estar ahogados financieramente por sus cargas hipotecarias. También tiene previsto abordar una reforma sobre el mercado de las tarjetas de crédito, de manera que los consumidores puedan evaluar los riesgos y beneficios que les reporta usar la tarjeta de plástico como herramienta principal de financiar su capacidad de consumo.
Más impuestos y mayores sueldos
De acuerdo con su pasado como senador, Obama se ha mostrado ya partidario de incrementar el sueldo mínimo. De hecho, ha votado a favor de establecer como salario mínimo una base de 7,25 dólares por hora, por lo que es de esperar que durante su mandato procure desarrollar algún cambio legislativo al respecto, al menos para garantizar que esa revisión esté relacionada con el crecimiento de la inflación. También en beneficios de los asalariados, el presidente es partidario de activar la cultura sindical de la clase trabajadora estadounidense, en claro declive durante las últimas décadas.
Respecto a la política que lleve a cabo en cuestiones de comercio exterior es probable que no haya cambios durante los primeros años de mandato. Las urgencias son otras. Durante las primarias demócratas, por ejemplo, Obama abogó por una renegociación del NAFTA con Canadá y México, aunque no está claro como podría abrirse este marco a otros países. En todo caso, sus referencias sobre este campo siempre han dejado claro su interés porque el medio ambiente y los derechos laborales no resulten perjudicados en cualquier tipo de acuerdo, como dejó claro alineándose con las conclusiones suscritas en el Tratado de Doha.
Sin duda alguna, parte de las prioridades del nuevo presidente van a centrarse en el campo de la energía. Después de que el precio del barril de crudo tocara los 150 dólares durante la campaña, es decir, de que un galón de petrol costará más de 4 dólares, las prioridades se han convertido en urgencias. Es seguro que Obama impulsará más incentivos para las energías renovables. En la misma dirección, dejará de haberlos para las petroleras. Una transición que pretende cambiar la base del modelo energético del país, claramente ligada al petróleo, bien a través de incentivos fiscales o directamente vía subvenciones.
En definitiva, según el banco de negocios de Wall Street, la agenda doméstica de Obama está claramente definida y alejada de las políticas llevadas a cabo durante los últimos ocho años. Su agenda está fuertemente ligada a un incremento de los impuestos para las rentas más altas, aunque muchas de sus aspiraciones estarán constreñidas por factores externos ajenos a su control. La crisis financiera delimitará durante algún tiempo su campo de acción. Las consecuencias del credit crunch y la presión de la recesión obligarán a dedicar una cuantía importante de recursos a facilitar la recuperación, distrayendo dinero para otras prioridades e incrementando la presión sobre el déficit y la deuda del país. Una herencia nada cómoda.
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