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Los calcetines, el saber estar y los vecinos de las otras mesas

@Leopoldo Abadía - 04/11/2008 06:00h

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Estuve el otro día en una reunión de empresarios. Antes de empezar, un fotógrafo me quiso hacer unas fotos. Le dije que esperase un momento, me subí los calcetines y me hizo las fotos.

 

Uno de los organizadores se me acercó y me dijo: “Usted es un señor”. Como le miré con cara rara, se explicó: “Porque se ha subido los calcetines antes de la foto”.

 

Desayuné unos días más tarde con mi vecino de San Quirico y se lo conté, riéndome. Y, como siempre, salió por donde no esperaba. Me dijo: “Tú ya sabes que los pequeños gestos generan grandes cambios”.

 

Lo bueno de mi vecino es que dice estas cosas sin darles ninguna importancia, mientras come su bocadillo de  jamón ibérico.

 

Y sigue, porque hoy está parlanchín: “Mira, si descuidamos  las  cosas  pequeñas, esta vida es un asco. Y, además, me parece que lo dijiste tú en un artículo, o sea, que no vengas ahora asombrándote de lo de los calcetines.

 

Sigue: “¿Te  has fijado en la cantidad de detalles pequeños que se  descuidan por ahí? Ir con corbata donde no toca ir con corbata. Ir sin corbata donde sí que toca; vestirse de playa para ir al Liceo, vestirse de Liceo cuando se va a  la  playa…” Aquí se para  y me dice: “No apuntes esto último, porque me parece que nadie va de etiqueta a la Barceloneta, pero quédate con una idea: hay que saber estar”.

 

¡Toma del frasco! A este hombre no se le puede contar nada, porque todo lo sublima.  Yo le había dicho lo de los calcetines y él me habla  de saber estar. Y me dice que, para él, saber estar es…y aquí se detiene como para pensar: “saber estar”.

 

Le digo que profundice algo más, a ver si me entero, porque, por ahora, solo me ha quedado medio claro lo de los calcetines. Y me dice que saber estar es:

 

1.       Hablar con la misma naturalidad con los que se han puesto de moda que con los que ya no lo están. (Me dice que en este punto se incluyen los que han tenido un revés, de fortuna o político, y en cuya casa, de repente, el teléfono deja de sonar.)

 

2.       Saludar con el mismo afecto al que te cae bien y al que te cae menos bien. Dice que no soporta eso de que el Presidente del Gobierno, si le cae bien el invitado, lo reciba al pie de las escaleras de la Moncloa, y, si le cae mal, o está enfadado con él, se quede arriba.

 

3.       Como siempre piensa en su negocio, dice que saber estar es considerar que el proveedor es tu amigo, y que hay que dejarle que gane el último euro, porque hay quien quiere ganar él el último euro, y hasta el último céntimo de euro, y para llegar a eso, hace tantas tonterías que da ganas de decirle: “Cálmese, hombre, que aunque el otro gane un poco, no pasa nada a nivel geopolítico y el mundo seguirá rodando”.

 

4.       Sigue con su negocio y ahora dice que el cliente también debe ser tu amigo. Me dice: “Ya sé que quiero hacer negocio con él, pero le tengo que dejar contento, no solamente sacarle el pedido como sea”.

 

5.       Para rematar la faena, mi vecino de San Quirico dice que saber estar es hablar cuando toca y callarse cuando toca. Y aquí me da lo que él llama las dos reglas de oro:

 

a.       Cuando creas que DEBES hablar, aunque sepas que no va a sentar bien, ¡HABLA!

 

b.       Cuando te apetezca mucho decir algo para “arrollar” al de en frente, ¡CÁLLATE!

 

Me ha convencido de que no sé estar. Y, además, me parece que no soy el único.

 

Ahora, por  culpa de mi amigo de  San Quirico, se me ha despertado el espíritu crítico y, cada vez  que me encuentro con alguien, lo clasifico como “uno que sabe estar”  o como “uno que no sabe estar”.

 

Y me desmoralizo porque no sé en qué escuela se aprende eso. Mi amigo de San Quirico  dice que fueron  sus  padres quienes se lo enseñaron, con su vida, con sus gestos, con su sonrisa. Me dice: “Esto no lo enseñan en ningún Colegio. Se aprende en casa, y, además, sin darse cuenta. Lo que pasa es que, para enseñarlo, los padres tienen que ser así”.

 

Y, tímidamente, le pregunto: “Oye, ¿y si los padres no son así?” Y me contesta: “Pues mal lo tienes, porque esto, o se  lleva dentro, o no se lleva. Y se lleva dentro cuando el ambiente de tu familia te empapa, sin darte cuenta”.

 

Nos vamos del bar. Tengo la sensación de que cada vez  va más gente a desayunar.

 

También tengo la sensación de que cada vez ponen nuestra mesa más en el centro y que nos van rodeando las otras mesas,  ocupadas por vecinos del pueblo de al lado, que procuran oír nuestras conversaciones.

 

El  otro día descubrí que en una mesa, estaban discutiendo sobre quién tenía razón, mi vecino o yo. Lo cual me parece el colmo del cotilleo, pero es lo que trae consigo la popularidad.

 

Y hay que aceptar que mi amigo y yo, nos hemos hecho populares.

 

Por lo menos, en el pueblo de al lado.

 

 http://www.leopoldoabadia.com/

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Opiniones de los lectores (17)

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17. David Franco1, 05/11/2008, 11:32 h.

Carta abierta al Sr. D. Leopoldo Abadía. Lo primero darle las gracias por la sencillez y humanidad de todos sus artículos e intervenciales. Como en nuestro corrillo de amigos le llamamos “El Abadía”, permítame que siga en esa línea. El pasado fin de semana surgió la discusión entre cuatro amigos de si era bueno o no que se hiciera público qué bancos son los que van a recibir las posibles inyecciones de capital. Al final todos nos dimos cuenta que eso más que ayuda era la muerte súbita para los bancos y sobre todo para el ciudadano. Nuestra proposición, que parece una quimera, no lo es tanto. La idea es la siguiente: A nivel nacional crear un ente sin ánimo de lucro, ya sea cooperativa, asociación, etc. dirigido a Sres. como “El Abadía”, Barea, etc donde reciban esas inyecciones de

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16. usuario registrado jftamames1, 04/11/2008, 22:48 h.

Al grano. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Elevar a categoria moralizante las formas y maneras acartonadas e hipocritas de la clase media, tiene narices. Viva la libertad en el vestir, como en todo. Sólo faltaba. Noños y además pasando por intelectuales.

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15. usuario registrado jotadequ1, 04/11/2008, 20:26 h.

10. guadnai
De acuerdo la forma sin fondo no vale para nada.
Pero si a un buen fondo le añadimos unas mejores formas entonces es fantastico.
O es que tenemos que renunciar a las formas por ser incompatibles con los fondos, tenga en cuenta, que como intento inculcar a mis hijos, las normas de buena educacion no son mas que la demostracion de respeto al projimo y de hacerle la vida mas agradable a los demas.
Pruebe a que cuando vaya al peaje de la autopista, al cajero del super, o cualquier relacion rutinaria de cada dia, a saludar con un "buenos dias" o "buenas tardes" y vera como a la persona de enfrente, normalmente le cambia la cara y se pone contenta y si cuando acaba le da las "gracias" ya ni se lo creera.
Otra cosa con perdon del Sr.Beut (14)son las modas, a las bodas se va como indican los novios que se debe ir, pueden ser de etiqueta o no y desde luego no vaya nunca a una boda nocturna con chaque, que es un traje de dia.
PD hasta la fecha ni he forzado a ningun niño, ni he maltratado a nadie y ademas pienso seguir intentando ser bien educado con la gente.null

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14. usuario registrado beut1, 04/11/2008, 20:12 h.

Bien: estoy cansado de ver a la gente ir de Boda con camisas de cuadritos o azul (conductor de AutoRes o CUNISA) y no blancas. Con SEBAGOS y no zapatos lisos de cordones, etc, etc. Hasta de Portugal hemos de aprender que a las bodas van todos de chaqué. Los calcetines de traje han de ser largos, pero largos casi hasta la rodilla. La gente no da ni los buenos días. Viven del Halloween y esas cosas y parece que OBAMA nos va a solucionar la crisis de España. Vamos bien.

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13. usuario registrado resquejote1, 04/11/2008, 19:25 h.

delicioso

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Acerca de...

@Leopoldo Abadía

Leopoldo Abadía es un chaval de 75 años, 12 hijos y 36 nietos, ex profesor del IESE y presidente del Grupo Sonnenfeld, que asegura no saber nada de economía pero que ha puesto en claro la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime.
A partir de ahí, para su sorpresa, miles de personas de todo el mundo consultan diariamente su blog. Desde su atalaya de San Quirico, aporta una voz independiente sobre la complicada realidad económica y social actual. Sin más pretensiones.

 

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