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Es ya tarde para fingir en la Eurozona una unidad de acción que no ha existido en las últimas semanas. Lo más que se pudo acordar ayer en la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de los países que comparten el euro fue establecer unas reglas de actuación comunes, que cada país adaptará a sus propias necesidades. Serán,como decía Jean Claude Juncker, el presidente del Eurogrupo, una caja de herramientas a las que podrá acceder cada país socio en función de sus necesidades. Nada se dijo de cuánto costarán estas medidas, ni cómo se harán compatibles con los límites de deuda y déficit públicos establecidos por el Pacto de Estabilidad que puso las bases precisamente para la Europa de la moneda única. El resumen de lo acordado, en todo caso, pasa por un compromiso para capitalizar los bancos en dificulltades con fondos públicos y garantizar los préstamos interbancarios.

En ese marco, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, concretó que el Ejecutivo garantizará la deuda nueva de los bancos hasta 2009 con el objetivo de facilitar los préstamos a las empresas y el funcionamiento de la actividad financiera. “El Gobierno pondrá de inmediato en funcionamiento un sistema para garantizar deuda nueva de las entidades financieras de aquí al 31 de diciembre de 2009 para facilitar la actividad financiera y que se permita dotar de instrumentos para facilitar la tarea de dar créditos a empresas”, dijo en rueda de prensa en la embajada de España al término de la Cumbre.

“Es una garantía, un seguro con el que avalamos la deuda que contraigan las entidades”, agregó, matizando que hoy mismo llamará al líder de la oposición, Mariano Rajoy, para informarle de las conclusiones del encuentro. El compromiso de Zapatero se compadece con el acuerdo alcanzado para no dejar caer ningún banco fuerte en el conjunto de los países de la zona euro. Por eso se afirma en el comunicado final que todos los gobiernos de la zona euro darán garantías públicas, es decir, serán avalistas por un máximo de cinco años, de cualquier operación destinada a reflotar o refinanciar una entidad bancaria en crisis. Esto tiene un tope: diciembre del año 2009.

Asimismo, el Eurogrupo acordó comprar activos tóxicos de bancos si es imprescindible o inevitable. No habrá un fondo común de rescate, fundamentalmente porque los alemanes dudan acerca de quién controlaría esos dineros públicos. Por eso mismo, se buscarán soluciones país por país informándose todos los socios mutuamente de las decisiones. De hecho, hoy en París y Berlín se van a celebrar sendos consejos de ministros extraordinarios con aprobación de medidas de rescate nacionales, y se presentarán a la misma hora en sendas ruedas de prensa en las dos capitales. Sarkozy y Merkel se esfuerzan por dar la imagen de que se entienden estupendamente, cuando la realidad es justamente la contraria, como ha quedado reflejado en los numerosos desencuentros de estos últimos días sobre el fondo de rescate europeo y las medidas unilaterales a la hora de afrontar la crisis

Finalmente, se habla de la necesidad de crear un organismo de supervisión europeo, a coordinar con otro de similares funciones que debería también crearse en el Fondo Monetario Internacional. Igualmente se menciona la necesidad de pedir responsabilidades penales a los altos directivos que hayan llevado a sus compañías a la quiebra. De todas esas medidas, la que no aplicará el Gobierno español será el mecanismo de recapitalización o la inyección de capital también contemplada por distintos países. "Dada la solvencia de las entidades financieras hasta la fecha de hoy, no lo contemplamos", dijo Zapatero.Tras detallar los instrumentos básicos acordados hoy por el Eurogrupo, destacó que las conclusiones recogen la iniciativa española del fondo de hasta 50.000 millones de euros para comprar activos sanos. 

Un espectáculo de unidad muy poco convicente

Las caras apesadumbradas de los señores Sarkozy, Trichet, Juncker y Durao Barroso demostraban ayer poco antes de las nueve de la noche que ni ellos mismos se creían mucho lo que estaban diciendo en la rueda de prensa de cierre de la reunión de París. Se notaba el pavor ante cuál pueda ser hoy la respuesta de las bolsas europeas. No hay garantía alguna de que la caja de herramientas de Juncker arregle el caos actual y tranquilice a los mercados. Habrá una inyección de liquidez, sí, y los estados se van a convertir temporalmente en banqueros, y, afortunamente el euro nos une -para bien,en este caso. Pero aún no se ve claro cómo se va a reformar el sistema financiero internacional y cuál va a ser el papel de Europa en todo ello. Esas mismas caras de preocupación de los líderes eran incapaces de transmitir la más mínima impresión de confianza.

El daño ya está hecho. La Unión Europea no ha funcionado como un cuerpo único en este tsunami financiero.Se ha demostrado que carecía de mecanismos para prever o anticiparse al desastre, de organismos de control de estos desórdenes financieros, y que las antiguas recetas de los noventa, cuando se definió el Plan de Estabilidad, ya no funcionan. Ha fallado el turboliberalismo que tanto apoyaron algunos miembros de la Comisión, empezando por su presidente, Durao Barroso. Ha fallado el llamado “pensamiento europeo” que nunca se puso en marcha. Ha fallado la Comisión Europea y, aún peor, ha sido clamoroso el silencio de José Manuel Barroso, el jefe del gobierno del Ejecutivo comunitario. Sólo Joaquín Almunia, el comisario encargado de Asuntos Económicos, ha tenido admitido la amarga verdad:”No estamos lo suficientemente preparados para afrontar crisis de entidades supranacionales”. Los países europeos están solos, cada uno por separado, ante la recesión, y la Unión Europea no tiene respuestas.

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