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El rescate más importante: la confianza

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@Rubén J. Lapetra - 06/10/2008 06:00h

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El rescate más importante: la confianza
La confianza en exceso da asco, pero su carestía, la desconfianza, da miedo. Y ese es precisamente el eje que sobre el que gravita en estos momentos la crisis financiera y económica. El miedo. La falta de confianza en todo: en las instituciones, en los gobiernos, en los jefes, en los empleados... El dinero vuela cuando desconfía, una de las lecciones de la actual crisis, de todas ellas. Si uno da un paso atrás y observa con responsabilidad como han ido cayendo los bancos, fondos o instrumentos financieros más estables aparece este factor como común denominador... y su consecuencia: la salida masiva de clientes y depósitos.

Que se lo pregunten a James Cayne, ex presidente y primer accionista del Bear Stearns, a John Mack, responsable de Morgan Stanley; a Richard Fuld (Lehman Brothers) o a los distintos respondables de Washington Mutual, Wachovia, Fortis Bank, Dexia, Bank of Ireland... Todos han sufrido las retiradas de depósitos en los momentos previos en qué han empezado a tambalearse en bolsa o en el imaginario colectivo de los inversores.

Quizá no haya que ir tan lejos. También en España algunas entidadesfinancieras están sufriendo ese fenómeno, más pausado, por la percepción lógica de que los grandes son más fuertes y estables en los malos momentos. Es decir, dan más confianza. ¿O no?

El rescate de la confianza, sustento fundamental de cualquier institución financiera, ha comenzado, pero probablemente debía haberse iniciado mucho tiempo atrás, cuando la crisis iba dando señales inequívocas de que algo muy grave se estaba cociendo. No es nuevo. En septiembre de 2007, los propios culpables, las agencias de calificación de riesgo financiero, reconocían que iba a ser "largo, difícil y doloroso" el proceso para recuperar la confianza, "y la liquidez".

La confianza es un activo tan intangible y de dudoso cobro como lo son los créditos y préstamos intoxicados en la crisis subprime. Precisamente, el exceso de confianza del mundo financiero ha originado el gravísimo momento económico en que nos encontramos. Paradójicamente, la ausencia de la misma impide salir del agujero. La prioridad debe ser esta. Así lo han entendido los Gobiernos de Alemania, Irlanda o Grecia.

Con la aprobación del plan Paulson -la solución menos mala- se pone la primera piedra para acabar con la crisis objetiva. Con 700.000 millones de dólares, o una parte de ellos, se podrá recuperar una figura fundamental que ha desaparecido en el último año: el market maker o creador de mercado, que es el encargado de dar contrapartida entre compradores y vendedores evitando tanto los colapsos como las burbujas. El Tesoro lo gestionará contratando -esto va a traer cola- a algunas de las gestoras, como Pimco o Goldman, que mejores resultados han obtenido en esta turbulencia.

De esta manera se podrán liquidar de manera ordenada los activos crediticios que hasta ahoran estaban atrapados. También se podrán liquidar las entidades en problemas. Ya no habrá más rescateso- o estos serán contados-, sino que quizá se opte por las ejecuciones como se está viendo en Europa con Fortis, sobre el que han saltado los Gobiernos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, bajo el método español en la intervención del Banesto de Mario Conde en 1993. Asalto y punto.

La otra crisis objeto de cuestión en estos días es cómo se va a poder recuperar la confianza si hasta el más pintado la pierde. Que caigan Fortis, Dexia o el Hypo es como si lo hacen el Santander o BBVA en España. Garantizar, o respaldar los depósitos de los ahorradores con todos los bienes del Estado es una medida audaz, cuando menos, pero quizá también necesaria para restablecer la confianza en el sistema privado.

Ojo, esto no significa que se garanticen las inversiones, ni mucho menos. Estas son las grandes perdedoras. Es el capítulo final y que muchos reclamaban en el mercado. Definirse y sacrificar a los inversores a costa de los ahorradores. El capital va a ser fundamental para reconstruir todo lo demás más adelante. ¿El siguiente paso? El maravilloso mundo de los derivados financieros. Pero arreglar este desaguisado es otra historia.

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