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Otra reforma imprescindible de nuestra economía

@S. McCoy - 01/10/2008

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Hay veces que uno va a por lana y sale trasquilado y hay otras en las que ocurre justamente lo contrario. Se acude a un desayuno sin otra pretensión que pasar un buen rato con el convocante, al que me une una comunión en los principios esenciales que han de gobernar la vida, y se termina volviendo a la redacción con un concepto económico original bajo la aseada axila. Qué bien. Pues, miren por donde, eso es lo que le ocurrió a servidor ayer. En el educativo proceso de escuchar antes que hablar al que me obligo diariamente, y que les recomiendo encarecidamente, me vi, de repente, envuelto en la prolífica verborrea creativa de mi interlocutor. Y, de la pléyade de ideas que disparó, unas más interesantes que otras, me sorprendió un elemento sobre los demás. A él me aferro como base para este Valor Añadido de hoy. No esperen grandilocuencias. Se trata, más bien, de una novedad semántica ya que, en esencia, en este mundo económico en el que todo está prácticamente inventado, se refiere a algo tan básico como el trabajo por objetivos y, en definitiva, a la meritocracia en el ejercicio y la ordenación de la función pública. Nociones ambas que han surgido, con extraordinaria recurrencia, en los foros de los sendos artículos que, este McCoy que hoy escribe estas líneas, publicó sobre la situación de la educación y la innovación en España, el lunes y el viernes de la semana pasada. En cualquier caso, no le voy a restar ni un segundo a mi partenaire de su involuntario minuto de fama. Hablamos de los Costes de Contexto.

En esencia los Costes de Contexto los define mi amigo como el sacrificio de dinero, tiempo y esfuerzo que se deriva del hecho de que la Administración no realice su cometido como es debido. Una ineficacia que se puede producir tanto por omisión, o ausencia de la diligencia supuesta -por ejemplo, un incumplimiento de plazos cuyo silencio administrativo resultante, no lleva aparejado, de facto, ningún tipo de efecto, ni positivo, ni negativo, o la falta de preparación del profesor o del juez-  como por acción, ejemplificado en un celo funcionarial excesivo que, normalmente, viene determinado por una instrucción superior de carácter político (hay que recaudar más o demorar las reclamaciones legítimas hasta el hastío del reclamante). Un gasto contextual, por otra parte, que no sólo hay que medir en términos del daño que pueda emerger de forma directa como consecuencia de dicha actuación, o ausencia de ella, sino también del lucro cesante o coste de oportunidad que provoca, al tener el afectado que dedicar a la absurda burocracia tiempo propio de la empresa que le paga o del destinado al cuidado de la familia o las relaciones personales. El contexto, por tanto, provoca un coste no recuperable ni repercutible, cuya importancia es mayor en un momento de crisis como el que nos aflige, y que no deja de ser la misma cara de la moneda de una administración central y regional excesivamente poblada, escasamente tecnificada y insalubremente acomodada. Toda una revolución pendiente que está por hacer.

Y eso es lo que precisamente propone mi contertulio matinal. Para terminar con los elevados costes de contexto patrios sólo cabe una alternativa posible: la profesionalización del funcionariado, sea éste del orden que sea, personal de justicia y docente incluidos. La seguridad que se deriva de sacar una oposición pública, la uniformidad salarial por categorías y no por méritos, la ausencia de incentivos laborales más allá de la acumulación de trienios fomenta la mediocridad y alimenta, en consecuencia, la ineficiencia del sistema. Como en todas partes hay honrosas excepciones, puede que esté tomando la parte por el todo. Pero, dicho esto, se trata de una reforma imprescindible que un echado para adelante como Sarkozy, aparte de las simpatías o antipatías personales que despierte, no ha dudado en acometer en Francia y que incluso, Sócrates, el primer ministro portugués, lleva tiempo intentando introducir en la esclerótica administración de su país. Se trataría de algo tan simple como establecer un sistema de premio y castigo en virtud del cual se establezca una relación asimétrica por la cual el bueno es promovido y el malo puede quedar suspendido del ejercicio de su actividad de forma temporal o, incluso, definitiva, por supuesto con base en criterios cuantificables que eviten las arbitrariedades. Consistiría, por tanto, en implantar mecanismos de gestión propios de la empresa privada, sin que ello suponga una privatización efectiva de los servicios imprescindibles que el Estado y las Comunidades deben prestar. Establecer objetivos, sancionar los incumplimientos reiterados, incentivar la participación en la mejora del sistema, valorar la formación, la innovación y la difusión, o medir la productividad de unidades comparables son algunos de los elementos esenciales que habría que tener en cuenta a la hora de diseñar cualquier plan. Eso y mantener los Servicios del Estado en su concepción original y no como vehículos de la acción política interesada. Joé, McCoy, hoy vas de romántico administrativo.

Pues sí, qué se le va a hacer. Pero es que miren. Ahora que la tentación de hacer de la función pública uno de los soportes a través de los cuales mitigar el deterioro del mercado de trabajo se convierte en demasiado irresistible, se hace más imprescindible que nunca emprender el camino contrario. Reducir grasa, de forma ordenada al principio, esto es, a través simplemente de la no reposición de las vacantes por incapacidad permanente o jubilación. Y de manera más acelerada después, mediante la limitación del papeleo físico y el aumento de la tramitación electrónica, por una parte, y el paulatino establecimiento de las propuestas antes mencionadas, por otra. Iniciativas que condicionarían la permanencia del funcionario en el sistema público de empleo a su capacidad de generar valor para el ciudadano. Casi nada. Un contribuyente, por cierto, que, en definitiva, dejaría de ser contemplado como un incómodo número más de los que integran una cola física para pasar a convertirse en el cliente que tiene derecho a exigir responsabilidades a quien le hace incurrir, precisamente, en excesivos Costes de Contexto. Si hablamos de reformas esenciales de bajo presupuesto que ayuden a mejorar la competitividad del país, aquí tienen una idea. Por supuesto abierta a su crítica, constructiva o no, y al debate, apasionado o cortés. Todo suyo.

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Opiniones de los lectores (128)

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128. usuario registrado emilio1, 01/10/2008, 22:24 h.

El funcionariado siempre será objeto de fuertes e injustas críticas, por una razón matemática. En este país, que tanto "odia" al funcionario, sale una plaza de oferta pública por cada trescientos o más opositores. El que gana la oposición, encantado; los demás, a dar caña al funcionario. ¿Quién no se apunta a la racionalización y eficiencia del funcionariado?. Yo, me apunto; también me apunto, a la racionalización y eficiencia de todo el sistema productivo.

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127. usuario registrado MtOlive1, 01/10/2008, 22:20 h.

Hay un sistema más fácil, sencillo y rápido: privatizarlo, quitar esos puestos públicos, libre competencia, y dejar que sean las libres elecciones del mercado, de todos los que formamos el mercado, los que vayamos premiando a los que lo hacen bien, rápido, y excluyendo a los que lo hacen mal. Disciplina del mercado y competencia que lleva, a la optimización y mejor uso de los recursos, especialmente el trabajo humano.

O incluso identificando servicios que no eran necesarios, ni demandados, ni soportables económicamente, y que sólo se mantenían por la decisión, coacción de personas que tenían el poder.

¿O Ud. cree que en un ámbito de libre competencia, acabaríamos con un sistema de casi una universidad por provincia, y de más de una y dos televisiones públicas, por provincias? Por poner un ejemplo.

PD: siendo los terrícolas seres imperfectos, y estando el "mercado" formado por seres humanos y no por arcángeles siempre racionales; no se puede pedir la "perfección" del sistema, ni siquiera el sigma 6, ni se podrá evitar nunca, que se produzcan imperfeciones, burbujas o errores durante algún tiempo; pero la propia realidad del mercado y de la ley de la gravedad lo corrige.

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126. usuario registrado Cayo Mario1, 01/10/2008, 21:53 h.

En líneas generales tiene Vd. razón. Sin embargo, le puedo asegurar que, conociendo bien la Administración Pública, llevar a cabo lo que Vd. dice no es tarea fácil. Lo cual no significa que no haya que intentarlo.
Hay mucho funcionario muy productivo cuyos méritos se los llevan otros, normalmente políticos. Hay funcionarios buenos absolutamente quemados porque sus superiores (funcionarios o políticos) le impiden producir adecuadamente. Los hay que se aprovechan del absurdo igualitarismo y de la difusa jerarquía.
Introducir objetivos claros a alcanzar por cada cual significaría que la Función Pública (no ya el funcionario, mucho menos el de "a pie") busca objetivos neutros, es decir, maximizar el beneficio del contribuyente y no el del político de turno.
Y eso es muy difícil; más en esta España nuestra de los 17 Virreinatos en los que la Función Pública autonómica es pasto de estómagos agradecidos.

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125. usuario registrado albertovz1, 01/10/2008, 19:58 h.

Su propuesta es positiva y merece ser puesta a prueba... si se puede, a pesar de los politicastros.

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124. usuario registrado onegin1, 01/10/2008, 19:26 h.

Sr Mc Coy su articulo es loable y seria maravilloso que se quisiera aplicar aqui, pero mientras tengamos de Presidente del Gobierno a este indigente intelectual solo le preocupara ganar las elecciones.

A este mequetrefe le importa lo demas un pimiento.

¿Ha hecho Zp algo en España desde que lleva de Presidente que no tenga como meta ganar las elecciones?

ROTUNDAMENTE NO

Del resto de expresidentes tuvieron cosas buenas y malas, pero de Zp, lo dicho.

Inclusos las bobadas que hizo el otro dia en USA, que fueron varias, fueron todas de cara a la galeria interior.

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@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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