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San Mercado contra el Imperio del Mal

crisis económica Henry Paulson George Bush José Luis Rodríguez Zapatero

<em>San Mercado contra el Imperio del Mal</em>

El presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, conversa con el ministro de Economía, Pedro Solbes, en el Congreso (Reuters).

@J. Cacho.- - 21/09/2008 06:00h

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“Este Paulson me parece un tío cojonudo”. Quien así se manifestaba, hace apenas 24 horas, es un economista español de pura cepa y más de derechas que el caballo de Santiago, encantado con la orgía intervencionista desplegada por la Administración Bush. El mundo al revés. Mientras la progresía patria despotrica contra la intervención del Estado en la economía, porque es USA, claro está, y es el malvado Bush, la derechona bate palmas entusiasmada. El fin del paradigma y al cubo de la basura las teorías económicas que acompañaron nuestros años mozos. Todo patas arriba. “Ni un minuto más podíamos seguir con esta incertidumbre en los mercados”, decía, en rueda de prensa, el secretario del Tesoro de USA. ¿Y eso cuánto va a costar?, preguntaba un emocionado periodista. “Cientos de miles de millones de dólares”, respondía rotundo. Sin especificar. Sin cálculo posible. Cientos de miles. “Este es un gran sacrificio para el taxpayer americano”, aclaraba el mister, “pero la alternativa era infinitamente peor para ese taxpayer”.

 

¿Cómo puede ser que un entramado financiero y bancario, sometido a todo tipo de controles, inspecciones, auditorias, agencias de rating, medios de comunicación, etc., haya devenido en este gran fiasco? ¿Qué ha pasado aquí? “Se ha demostrado que el sistema regulatorio estaba obsoleto, lo que ha hecho posible estas irregularidades”, responden en la Reserva Federal. El controlado caminando siempre por delante del controlador. El delincuente, siempre por delante de la ley. “Y yo les garantizo que esto no va a volver a pasar”, remacha Paulson, ex Goldman Sachs, y una carcajada universal recorre las cuatro esquinas del planeta. ¿Será capaz el trío Bush, Bernanke y Paulson de acabar con los sueldos astronómicos, las indemnizaciones millonarias y los bonus escandalosos que se reparte un ramillete de CEO’s?

 

Un puñado de altos ejecutivos, seguramente no más de 50 personas al frente de la gran banca comercial y de negocios, hace y deshace a su antojo, poseídos de esa “fatal arrogancia” de la que hablaba Hayek, con la vista puesta en el enriquecimiento ilimitado. Tras asegurar que llamar “economía de mercado” al sistema en el que vivimos carece de sentido, J. K. Galbraith (La economía del fraude inocente) prefiere bautizarlo como sistema corporativo: “Que nadie lo dude: en cualquier empresa suficientemente grande, los accionistas, esto es, los propietarios, y sus supuestos representantes, los miembros del consejo de administración, están subordinados por completo a la dirección. Aunque parezca que es el propietario quien detenta la autoridad, este no tiene en realidad ningún poder. Una vez más estamos ante un fraude aceptado”.

 

Lo advirtió el ex ministro francés Raymond Barre, un liberal de tomo y lomo: “el sistema financiero internacional no cuenta con medios institucionales propios para enfrentar los desafíos de la globalización y la apertura general de los mercados”. En la misma  línea se expresó Butros Ghali, ex secretario general de la ONU: “la realidad del poder mundial escapa totalmente del control del Estado. La globalización implica el surgimiento de nuevos poderes que trascienden las estructuras estáticas”. Frente a ese ramillete de avariciosos chairman dispuestos a empaquetar hipotecas basura y venderlas por el ancho mundo contaminando el sistema financiero internacional para poder cobrar sus bonus, el ciudadano, el simple consumidor, está inerme, víctima de una avalancha de noticias que, en la aldea global, le impide saber cuándo y cómo llegará esa próxima recesión que le pondrá en el paro. Lo dijo nuestro Gracián: “Vívese lo más de información, es lo menos lo que vemos: vivimos de fe ajena. Es el oído puerta segunda de la verdad y principal de la mentira”.

 

Decía también Gracián que “la Verdad siempre llega la última y tarde, cojeando, con el Tiempo...”. Los mercados han reaccionado con una euforia desmedida a la operación rescate de Bush & Co., mientras San Mercado se bate en retirada, víctima del avance imparable del Imperio del Mal, el intervencionismo del Gobierno americano. “Los bancos centrales, el propio Tesoro USA, son monopolios públicos gestionados por políticos dispuestos a seguir echando leña al fuego a base de inyectar liquidez”, asegura un irreductible liberal madrileño. “El intervencionismo de los poderes públicos ha demostrado hasta la saciedad su ineficacia. El ajuste, la purga a tanto exceso, tendrá que hacerla el mercado y eso significa, en USA y en España, liquidación de activos, fusiones y adquisiciones y quiebras. San Mercado no está muerto”.

 

Expectación y silencio

 

Los españoles hemos contemplado esta semana el incendio americano como espectadores dispuestos a asistir en primera fila y copa en mano a la mejor demostración de fuegos artificiales del mundo. Aunque aquí todavía no ha pasado nada, que las cifras de paro son apenas un aperitivo de lo por venir, el derrumbe de los mercados ha provocado en España un silencio sepulcral. Nadie se mueve. Miedo a flor de piel. Salvo Botín, dispuesto a pescar en río revuelto, todo el mundo ha echado la cancela y se ha escondido. Desde el poder político al económico. Callado está Francisco González (FG), presidente de un banco que podría aprovechar la coyuntura para pegar el gran salto adelante. El jueves noche, en plena vorágine, FG, César Alierta y Manuel Pizarro cenaban en el madrileño ‘Qüenco de Pepa’. Tres íntimos amigos del Gobierno Aznar, tres derivas distintas bajo el sol de Zapatero: el resistente, el complaciente, y el devorado por los leones de la vil política.

 

Casi al lado, José Manuel Entrecanales compartía mesa con varios miembros de su familia. He ahí un simpatizante del zetapismo, que ha multiplicado su fortuna a la sombra de este Gobierno. “He hecho yo más dinero en un año que toda mi familia en cien”. Prototipo del empresario español florecido en la orgía de dinero abundante y barato que ha presidido el quinquenio. Hoy Acciona arrastra una deuda neta de casi 18.000 millones, con unos recursos propios de 3.400 y unos beneficios semestrales de 318. Imposible no ya amortizar aquella deuda, sino refinanciarla, con un mercado de crédito más cerrado a cal y canto que nunca como consecuencia de los dramáticos sucesos de esta semana. No queda más remedio de vender activos a toda prisa e implorar la comprensión de los acreedores bancarios. Pero Acciona no es la única, ni siquiera la que está en peor situación.

 

El denominado sector del ladrillo reúne en sí mismo todos los síntomas del cáncer que amenaza nuestro futuro. El sector financiero español en su conjunto tiene prestado alrededor de 1,8 billones de euros, de los cuales 1,1 lo han sido al ladrillo (600.000 millones en forma de hipotecas; 320.000 a promotores, y 180.000 a construcción y rehabilitación). Nadie conoce la dimensión real de la morosidad latente en estos 1,1 billones, pero todo el mundo teme que puede poner en peligro la solvencia del sistema. Y la bomba nuclear: a aquellos 1,8 billones hay que añadir los 900.000 millones que bancos y cajas deben al exterior, de los cuales hay que pagar o refinanciar unos 90.000 al año. Unos y otras han prestado a largo financiando a corto, y desde luego no con los depósitos de sus clientes. Para hacer frente a tamaño reto, el sistema de cajas y bancos cuenta con recursos propios totales de 168.000 millones de euros. Echen cuentas.

 

Las cifras anteriores tienen su respaldo teórico: no es posible que un país mantenga de manera indefinida tasas de crecimiento del crédito muy superiores al de su PIB nominal, porque eso quiere decir que no hay actividad real que respalde ese crecimiento del crédito. Cuando eso ocurre es señal de que se están financiando vía deuda actividades meramente especulativas (compraventa de activos financieros y reales), por un lado, y aumentos del poder adquisitivo no respaldados por la actividad real -la economía productiva-, por otro. Durante años hemos comprado los Mercedes y BMW alemanes con el dinero que ahorraban los propios alemanes y nos prestaban los bancos y cajas alemanes. Llega el momento de pagar la fiesta. Gran parte de esos  créditos devendrán insolventes en el futuro, generando pérdidas en las cuentas de resultados y dañando seriamente la solvencia de las entidades financieras.

 

La tasa de morosidad se situó en julio en el 2,2%, elevando la cifra total de impagados a 40.840 millones de euros. Ese mes, bancos y cajas vieron cómo sus clientes dejaban de pagarles 9.620 millones. Si tenemos en cuenta que en agosto habrá ocurrido lo mismo, y previsiblemente también en septiembre, e incluso más, y si por otro lado reparamos en que las reservas acumuladas (provisiones genéricas, riesgos país y demás) se elevan a unos 47.000 millones y los beneficios anuales del sistema (imputables a la actividad en España) alcanzaron en 2007 unos 17.000 millones, llegamos a la demoledora conclusión que antes de fin de año, siendo muy generosos, la morosidad se habrá comido provisiones y beneficios del sistema financiero entero.

 

Lo peor para el pequeño y mediano empresario quizá sea el cerrojazo que está sufriendo el descuento en ventanilla de papel comercial, letras a 60 y 90 días con las que se financia una maraña de empresas auxiliares de la construcción, entre otras, y que en algún momento tendrán que dejar de pagar a su gente. Ante semejante panorama, los responsables de la cosa (Solbes, MAFO y por ahí) han dicho dos cosas que demuestras el talento que les adorna: que la crisis financiera no iba con nosotros (¡el país más endeudado del Planeta!), por un lado, y que tranquilos, porque tenemos el sistema financiero más sólido del mundo (¡el 52% del cual está en manos de políticos locales y autonómicos!), por otro. Zapatero ha dicho más: ha engolado la voz, como en las grandes ocasiones, dispuesto a transmitir al mundo la verdad revelada: ¡han sido los yanquis...!  Y se ha ido a dormir.

 

Y si es cierto que tenemos el Gobierno peor pertrechado para hacer frente a la crisis que se nos viene encima, con un good for nothing por presidente cuya legitimidad democrática es solo comparable a su incapacidad técnica para hacer frente a situación tan comprometida, no lo es menos que contamos también con la clase empresarial más gregaria del occidente cristiano. El presidente de los empresarios ha dicho que no estaría de más poner el mercado entre corchetes por un rato. ¿Cuánto rato? Tal vez el suficiente como para que Moncloa le arregle sus problemas. La CEOE debería probar con Gaspar Llamazares. Y el Círculo de Empresarios, lo más liberal del lugar, se hace arropar por el ministro Sebastián para presentar su más significado acto anual. Tranquilo Popper: en España, el poder económico siempre será gregario del político. Lo poco que quedaba de sociedad civil se pone de rodillas ante el poder político, se tienta la cartera y, como el indio de la pradera, pega al oído al suelo esperando percibir el galope del BOE que viene raudo y dispuesto a echar una mano. Átense los machos, españolitos que están el mundo: esta ronda la van a pagar ustedes. 

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