Valor Añadido - S. McCoy

Valor Añadido

S. McCoy

 0 Comentarios 31/07/2008  - 6:00

El corralito amenaza España o la década prodigiosa que nos espera

Una de las noticias más curiosas de los últimos meses la firma Ambrose Evans-Pritchard en el Daily Telegraph del pasado 13 de junio que, a su vez, remite al alemán Handelsblatt. Los alemanes quieren únicamente euros impresos en Alemania. No por un falso espíritu patriótico. Prima más, de hecho, el rechazo a los billetes procedentes de las naciones que, despectivamente, el mundo anglosajón ha bautizado como PIGS en contraposición con los BRICs (Brasil, Rusia, India y China). Los teutones no quieren dinero portugués, italiano, griego o español ya que, pese a su equivalencia en valor y solvencia, “ante el riesgo de desequilibrios en la Eurozona, es mejor tener moneda de los países más estables”. No se trata de una mera anécdota. El artículo concluye señalando que, más allá de esas diferencias geográficas, el 59% de los alemanes mantienen serias dudas sobre la idoneidad de la moneda única y sus efectos inflacionarios. El euro, pese al interés político, no ha llegado a cuajar entre la ciudadanía. ¿Perdurará en el tiempo? ¿Qué pasará con España?

Esta cuestión me ha traído a la memoria el clásico publicado por Wolfang Munchau hace más de dos años en Financial Times y que sólo he localizado en los blogs de Expansión, cuyo link les adjunto (tienen que bajar hacia la mitad de la página). Su título: "España tiene más razones para abandonar el euro que Italia". En él, el siempre polémico Munchau, anticipaba el crash inmobiliario que finalmente se ha producido en nuestro país (consecuencia de la imposibilidad de que los factores que habían propiciado el boom perduraran en el tiempo); denunciaba la paulatina pérdida de competitividad nacional, consecuencia de la rigidez tanto de precios como de salarios (que amenazaba con llevarse por delante nuestras exportaciones en el plazo de siete años); censuraba el elevado endeudamiento patrio, derivado de la existencia de unas tasas desaforadas de consumo; y advertía, cómo única nota positiva, que el bajo nivel de deuda pública sobre el Producto Interior Bruto podía facilitar, al contrario de lo que ocurría en el caso italiano, el pago de los compromisos pendientes si el país decidía, una posibilidad remota en su opinión y en la mía, abandonar un euro del que se había beneficiado en el pasado y que, por el contrario, ahora sólo podía aportar constricciones adicionales. Su conclusión era demoledora: España se encaminaba a todo trapo hacia una recesión económica que sólo se podía corregir a través de un ajuste brutal de la demanda interna. Algo que hemos propugnado, en repetidas ocasiones, desde esta misma columna.

Ayer, un partícipe del foro me advirtió de que Munchau había vuelto a la carga con un interesante análisis, publicado el 20 de julio en ese mismo diario británico, bautizado como “La Eurozona tiene que dejar atrás su complacencia”. El titular era y es engañoso ya que el 80% del artículo está dedicado a nuestro país. Y no precisamente para bien. En él, el autor recuerda, no de forma explícita, cierto es, la validez de sus argumentos pasados. El residencial se ha colapsado, como prueba el caso Martinsa-Fadesa, mientras que España ha seguido perdiendo competitividad frente a Alemania (por el vínculo entre salarios e inflación, diferencia entre el sindicalismo reivindicativo y el participativo que está por llegar a nuestro país). De paso, por cierto, una bomba: “no se dejen engañar por el hecho de que los bancos españoles no tengan posiciones del subprime norteamericano. Estar expuesto al hipotecario de aquél país es probablemente peor”. Y como colofón, el reconocimiento al margen de maniobra fiscal que tiene España que no va a impedir que el país entre en “una década de miseria, caracterizada por una caída de los salarios reales”. Mismo diagnóstico, distinto tratamiento, como verán.

En efecto. Más allá del juicio que alguien que ha anticipado con notable acierto el devenir económico español pueda hacer sobre el futuro que nos espera, es importante entrar en la solución que propugna, que parte de una premisa inicial que pone los pelos de punta. Llegados a este punto, “España necesita de una respuesta macroeconómica que no puede desarrollar por sí misma”. Esto es: España no se vale por sí sola. Necesita ayuda exterior. Ups. Además, no puede contar con una Eurozona que no contempla transferencias cíclicas entre sus miembros sino únicamente la provisión de fondos estructurales como "ayudas iniciales al desarrollo". Una cuestión, recogida por Munchau, surge de modo inmediato: si los socios no me ayudan, ¿qué sentido tiene pertenecer a la Unión Económica y Monetaria? Vuelve otra vez el fantasma del potencial abandono del euro y la quiebra de ese sueño irreal que todavía es la Europa unida. Ante ese peligro, el autor -en lo que supone, en mi opinión, un cambio a peor sobre su criterio de hace dos años, cuando defendía las bondades del ajuste interno- propugna un cambio del modelo de solidaridad interregional a través de establecimiento de mecanismos de financiación a los países más perjudicados por la crisis, al estilo de lo realizado en otras economías por el Fondo Monetario Internacional o FMI, esto es: condicionado a determinadas reformas estructurales de la economía. Una propuesta novedosa pero, a mi juicio, completamente inviable. Y les voy a explicar por qué.

En primer lugar, -y esto es, por supuesto, discutible-, no creo que estemos en una situación similar a aquella que ha conducido, en el pasado, a transferencias del FMI en ayuda de otras naciones. Si nos remitimos al ejemplo argentino, ni el nivel de bancarización (tamaño y supervisión), ni el de desarrollo de los mercados financieros locales, ni la internacionalización de nuestras empresas, ni la flexibilidad actual de las cuentas públicas, ni la estructura monetaria de la deuda, ni siquiera el nivel de corrupción permiten establecer, de inicio, la equivalencia. En segundo término, pienso que no se puede premiar la incompetencia bajo ninguna circunstancia. Esto puede sonar poco patriota pero no puede ser que se busque arreglar, mediante transferencias corrientes, los desaguisados que, en parte, los fondos estructurales han generado en la economía. Es como apagar un fuego con gasolina. Sería un mal precedente. Tiene mucho más sentido, ahora que Europa se expande hacia el Este, vincular la entrega de esas cantidades destinadas a mejoras a unos estándares de productividad y competencia que, en el pasado, se han pasado por alto. Y aún así se trataría de un juego muy peligroso ya que, en la Eurozona, nos hemos acostumbrado a utilizar las teóricas referencias macro a cumplimentar de modo arbitrario pues el juego político permite obviarlas, a conveniencia de parte, en aras del bien superior que es el sostenimiento de la Unión. Absurdo y mina para la credibilidad del proyecto.

En tercer lugar se encuentra en concepto de asimetría. Pese al rechazo de una parte importante de los ciudadanos de la primigenia zona euro, todavía se podría justificar, al menos formalmente, la entrega a fondo perdido de un dinero comunitario con objeto de desarrollar una serie de proyectos que beneficien al conjunto. Pero premiar a los malos, con la incertidumbre que toda transferencia corriente conlleva, a costa de los buenos es condenar a la extinción al proyecto comunitario que es, precisamente, lo que tales ayudas puntuales querrían salvaguardar. Oiga si usted ha tenido años de bonanza en los que yo me he apretado el cinturón, déjeme disfrutar ahora de mis momentos de gloria y ajústese usted el suyo. Romper ese principio de igualdad de oportunidades alienta el nacionalismo económico y ahonda en el rechazo social. Cuarto, y último, creo sinceramente que el ajuste severo que se tiene que producir en España es imprescindible y que cualquier intento de ponerle un freno a través de distintas fórmulas, internas o exógenas, de aplicación del riesgo moral es un craso error que no hace más que retrasar en el tiempo la solución de los problemas. La frontera, como siempre, se encuentra en la posibilidad de un riesgo sistémico que ponga en peligro la estabilidad del país. En mi modesta opinión estamos lejos de esa situación. El hambre agudiza el ingenio y, pese a lo que afirman muchos partícipes del foro, servidor ya ha dado sus modestas recetas. Eso sí, el ajuste será largo (Rato habla en la intimidad de ocho años) pero se producirá dentro de la Unión y, salvo cataclismo, sin la ayuda de ésta. Nos toca, qué se le va hacer. Los alemanes pueden seguir acaparando euros locales para su colección. Mañana, ahora sí que de verdad, despedida y cierre con Iberia y British.

Imprimir
Enviar
8
3
0
12

 

LA OPINIÓN DE LOS LECTORES

0

COMENTARIOS

Escribe el tuyo

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

SÍGUENOS EN REDES SOCIALES

los más leidos los más leidos los más comentados los más enviados