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Hacía tiempo que un ejecutivo de banca no daba un salto tan grande para caer al vacío. El ladrillo, sin embargo, ha querido que la travesía emprendida por Carlos Vela como consejero delegado de la inmobiliaria Martinsa-Fadesa suponga un efímero viaje de ida y vuelta con regreso a Caja Madrid. Aun así, sus 20 años de servicio en la caja de ahorros madrileña no han sido suficiente bagaje para permitirle el reingreso. El pasado viernes, tras una semana de gran tensión, puso a disposición de Miguel Blesa su cargo como máximo ejecutivo del holding financiero Cibeles siete días después de haber vuelto a su antigua casa.

Carlos Vela dejó Caja Madrid hace ahora quince meses. En abril de 2007, su fichaje por Martinsa-Fadesa como consejero delegado se cruzó en su camino como el último gran reto profesional a desempeñar. Un servicio extra en la empresa privada que le reportaría jugosos ingresos -un pago en acciones equivalente al 2% del capital de la inmobiliaria- si la jugada salía según lo previsto. Y nada debía hacerle pensar lo contrario, pues renunciaba a la vida cómoda de una caja de ahorros, donde ejercía como responsable de banca corporativa y de negocios.

Pocas semanas antes, con la burbuja inmobiliaria desinflándose a marchas forzadas, Astroc había sucumbido en bolsa. Su estrepitoso desplome se había llevado por delante a su fundador y máximo accionista, Enrique Bañuelos, obligando al resto de accionistas, entre ellos Nozar y Rayet, a tomar las riendas de la compañía. Entonces, su solución de urgencia fue nombrar consejero delegado al financiero Antonio Alcaraz, hasta entonces director de banca corporativa del Banco Sabadell, entidad que había sido accionista de la inmobiliaria.

Era un denominador común, tras grandes operaciones expansivas, las inmobiliarias necesitaban gestionar deuda en lugar de comprar y vender suelo. Por eso mismo, Luis Portillo se había hecho acompañar para su ascenso al olimpo del ladrillo de otro ejecutivo de banca, Mariano Miguel, virtual consejero delegado a la sombra de un presidente ejecutivo. Lo mismo terminó pasando con Carlos Vela. Llegó demasiado tarde y las urgencias para enderezar el barco no permitían lugar a la discrepancia con Fernando Martín. Nada fue como se había imaginado ni como le habían prometido.

Siguiendo otros pasos

Su final, sin embargo, ya lo habían escrito otros por él. Alcaraz hizo las maletas de Astroc para regresar a la banca, aunque nunca más en el Sabadell. Su antiguo jefe, Juan María Nin, le hizo un hueco en La Caixa. En el caso de Miguel, los bancos acreedores de Portillo -con el Banco Popular al frente- se han servido de su conocimiento de las tripas de Colonial para mantenerle en el cargo hasta que han decidido ponerse a mandar. Viajes de ida y vuelta, cortos y turbulentos, donde la sal de la suspensión de pagos no ha hurgado más en la herida.

No ha ocurrido lo mismo con Carlos Vela. La solicitud de concurso de acreedores realizada por Martinsa-Fadesa sólo tres días después de que el consejero delegado abandonara la compañía dejó marcado su regreso a Caja Madrid. Es cierto que en el sector financiero, a ojos del resto del gremio, su salida de la inmobiliaria ha puesto en entredicho su comportamiento profesional, pues suponía una desvinculación de la compañía al frente de la cual había estado más de un año, fundamentalmente con el fin de diseñar un plan estratégico capaz de garantizar los pagos de la deuda.

La vuelta a Caja Madrid, donde ocuparía después del verano la dirección de Corporación Cibeles, no hizo más que desatar de nuevo las especulaciones. Ahora, sin embargo, los tiros han apuntado hacia Miguel Blesa. Los más conspicuos han relacionado el rescate de Vela con el posible techo de cristal de su valedor en la caja. Otros, menos escrupulosos, han visto la oportunidad de atribuir un ‘marrón’ al presidente de la madrileña, esperanzados en que ello pueda desencadenar episodios mayores dentro de la cadena de mando de la entidad.

De momento, lo único cierto es que Vela está ya de vacaciones después de ofrecer a Blesa su cargo en Cibeles. “El proyecto no puede empezar así”. Quienes le conocen aseguran que no tardará en encontrar sitio, a pesar del estigma que el ladrillo ha dejado en su hoja de servicios profesionales. El proyecto de Martinsa-Fadesa le ha retirado del tajo, como ha quedado demostrado, pero sin los réditos millonarios que prometía. Más bien, todo lo contrario. ¿Se atreve alguien a ser consejero delegado?

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