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Sigo con especial interés desde hace tres o cuatro semanas el agrio debate que se está produciendo en Reino Unido entre el lobby corporativo y el gobierno a cuenta de las nuevas medidas fiscales que éste quiere implantar. La política de globos sonda parece que no es propia sólo de nuestro país y, tras el fallido de la nueva tributación para extranjeros, que amenazaba con llevarse detrás de ella a algunas de las más prominentes fortunas mundiales, y el frustrado intento de incrementar los impuestos sobre las ganancias de capital, precisamente en un momento en que éstas dejan mayoritariamente de producirse, al menos en el corto plazo, el ejecutivo liderado, no se sabe por cuánto tiempo, por Gordon Brown y la Confederación de la Industria Británica (CBI) libran ahora un ardoroso combate acerca de la propuesta de variar la tributación de las multinacionales radicadas en el país. La escasez de ingresos fiscales lleva a los políticos a agudizar el ingenio con proposiciones de este tipo, de mucho alcance económico y social. Medidas que suponen una oportunidad única para aquellas naciones que, en esta Europa Común donde, desgraciadamente, el interés nacional aún prima sobre el colectivo, y lo que te rondaré morena, sepan aprovechar la incertidumbre fiscal británica para atraer nuevas e innovadoras masas de capital. ¿Es momento, por tanto, de un dumping fiscal en España? No serán capaces, pero sí.

Aunque la noticia ha sido recogida por The Economist en su edición de esta semana, quizá quien mejor haya seguido el tema sea The Times que, por su posicionamiento ideológico, es especialmente crítico con los laboristas. Para situarnos: la confrontación se ha suscitado acerca del tipo impositivo a aplicar a los dividendos repatriados por las compañías internacionales de sus filiales radicadas fuera de las islas. Una cuestión de especial importancia en globalizado mundo actual donde la competencia abarca todos los aspectos que afectan a la actividad empresarial, incluido el impositivo. Y se trata de un debate que nace, curiosamente, no por acción sino por omisión de lo prometido, primero, y de la peor implantación de una solución intermedia, después.

Frente a la situación actual, que implica tributación sólo cuando el tipo aplicado a los flujos es menor en el país de origen que en el de destino, imposición que se limita al diferencial entre ellos, el gobierno había propuesto inicialmente la exención total de dichos flujos. Hasta ahí, todos contentos. Pero, claro, eran otros tiempos y otra realidad económica. Vista la crisis financiera internacional, Brown y compañía no quieren ahora renunciar a una fuente de ingresos fundamental dentro del impuesto de sociedades (tributo que supone un 10% del total de su sistema) ni favorecer, como señala The Economist, la creación de filiales extranjeras ad hoc con el mero objetivo de eludir la acción del Fisco local. En busca del punto medio entre la propuesta inicial y la realidad, a los gobernantes británicos no se les ha ocurrido mantener la exención para los ingresos activos, ligados a la actividad local de la filial, pero gravar al tipo inglés todos los ingresos pasivos de las sociedades radicadas en el país, con independencia del lugar donde se produzcan, incluidos intereses, alquileres y royalties. Para algunas firmas con enormes gastos en intangibles, permanecer fiscalmente en Reino Unido se ha convertido en un hándicap difícil de superar. Yahoo! y Shire han sido de las primeras en hacer las maletas.

Tal y como señala The Times, recogiendo las palabras del recién creado lobby, Multinational Chairmen´s Group, de proseguir la administración con la iniciativa hay un riesgo real de éxodo empresarial, fundamentalmente a Irlanda por la proximidad geográfica y cultural. El impacto para las cuentas públicas podría alcanzar los 1.250 millones de euros anuales, aparte de incidir sobre la consideración de Reino Unido como uno de los centros financieros mundiales. Y es precisamente ahí donde se abre una ventana de oportunidad para aquellas naciones que quisieran utilizarla. Ya se sabe, a río revuelto… Claro que para eso se requiere, inteligencia política, capacidad diplomática, establecimiento de los marcos adecuados y concreción de políticas suficientemente atractivas. ¿Cuántos votos daría todo eso? Ah, amigo, mal empezamos. Pero a la construcción del nuevo modelo económico que todos los interesados reconocen que es imprescindible instaurar en nuestro país, puede que le haya venido, al menos parcialmente, Dios a ver. ¿Nos pillarán mirando para otro lado?

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@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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