Valor Añadido - S. McCoy

Valor Añadido

S. McCoy

 0 Comentarios 07/04/2008

Por qué la crisis bancaria no está resuelta

Cuando una persona o institución actúa de forma atípica y desesperada para solventar una situación grave se pueden hacer dos reflexiones acerca de su comportamiento. La del vaso medio lleno prefiere centrarse en la efectividad inmediata de las propuestas hasta el punto de atribuir a las mismas un grado de certeza superlativo en su eficacia. Aunque esté todo por ver. La del vaso medio vacío se centra, por el contrario, en la preocupante realidad que ha debido motivar dicha actuación extraordinaria y en la capacidad de las medidas para corregirla. En este caso, el ejercicio es más bien de escepticismo. Luego estaría la visión de los ingenieros, que concluirían que este problema se evitaría con un vaso la mitad de grande. Es lo que tiene la mente lógica. Pues bien, está claro que tras la actuación de la Reserva Federal y el Tesoro norteamericano sobre el sistema financiero norteamericano, el campo de los primeros ha triunfado, al menos en términos bursátiles, sobre los segundos. La convicción de que se hará cualquier cosa con tal de evitar el colapso del mercado ha supuesto un soplo de aire fresco que, sin duda, ha ayudado al campo de los optimistas. No sin razón. Sin embargo, ¿significa esto que la crisis bancaria ha concluido? Ni mucho menos. Veamos por qué.

Para que se resuelva la crisis de liquidez, solvencia, confianza o como quiera llamarse, a estas alturas importa poco el apellido, se requiere -en lo que afecta al mercado estadounidense, que es el que está actuando como indicador adelantado de malas y buenas noticias- la concurrencia de dos condiciones. Estabilización del mercado inmobiliario y recuperación del mercado de crédito. Pues bien, ni uno ni otro aspecto se han materializado a día de hoy. Creer que el dato de febrero sobre enero supone un cambio de tendencia en la venta de viviendas en aquél país es una afirmación como poco arriesgada, cuando no falsa si nos atenemos a los datos interanuales, que siguen deteriorándose. El inventario de casas en Estados Unidos, el doble que en 2005, tardaría, al ritmo actual de venta, tres años en ser absorbido. Mientras, se ha puesto de moda una expresión en aquel país que es la del Jingle Mail o el correo con musiquilla: la de las llaves que el propietario manda al prestamista por no poder hacer frente a sus pagos. Es verdad que tras 18 meses consecutivos de caídas de precios en el índice Case-Schiller, y sobre todo con la bajada del umbral de capital requerido a las agencias inmobiliarias tuteladas del 30% al 20%, se ha recorrido mucho camino hacia la búsqueda del suelo del mercado inmobiliario, pero hasta que no lo alcance verdaderamente será imposible poner precio a los activos subyacentes y, por tanto, acotar las pérdidas.

En el crédito ocurre otro tanto de lo mismo. Un fenómeno de boom seguido inmediatamente por otro de bust, sin solución de continuidad, y que deja tiritando los principios que regulan su funcionamiento. Que a veces perdemos la perspectiva de la importancia de lo que está ocurriendo, obcecados, como estamos, en el día a día. Para que se restablezca un nivel de actividad mínimo en este mercado, algo en lo que están especialmente empeñadas las autoridades monetarias al ser la banca comercial la correa normal de transmisión de la política monetaria, se requiere algo tan sencillo como el que los bancos puedan prestar. Y el problema es que, a día de hoy, literalmente, y tomo el todo por la parte, no pueden hacerlo. Tan sencillo como eso.

Fundamentalmente por dos motivos. Por solvencia, que hace referencia al pasivo o, más bien, a lo que se daba en llamar antes el neto del balance. Muchas entidades carecen de la base de capital necesario para conceder financiación, como consecuencia de las pérdidas derivadas tanto de ajustes del valor de las carteras a precios de mercado como de pérdidas ciertas. Ante esta situación caben dos soluciones: recapitalización (con unos fondos soberanos escarmentados que han perdido de media desde octubre un 40% en sus inversiones bancarias) o desapalancamiento o reducción del activo. Y es ahí donde entra en juego, el segundo hándicap para la normalización de la actividad crediticia. De hecho, en los últimos seis meses la banca norteamericana ha experimentado, precisamente, lo contrario como consecuencia de la incorporación al balance de muchos de los vehículos especiales creados durante la burbuja y la inexistencia de profundidad suficiente en el mercado, a precios razonables, o la imposibilidad de recuperación a corto, de determinados créditos que tenían un plazo temporal inicialmente más limitado o que se pretendía compartir de forma sindicada con otras entidades.

Ésa es la realidad existente a día de hoy y, aunque es cierto que conforme avanzan los meses, más madura es la crisis y más pronta se halla su solución, ésta está lejos de materializarse de modo inmediato. Por cierto, el martes pasado exponía, en el párrafo final del Valor Añadido de aquel día, mis dudas acerca de cuál había sido el papel de los derivados en el proceso de intervención encubierta de Bear Stearns. Pues bien, un generoso lector me aporta un link extraordinariamente revelador sobre la materia. En noviembre de 2007, el banco de inversión actuaba como contrapartida de 13,4 billones, de los españoles, de dólares en posiciones de derivados de los que, según datos de la compañía, menos del 15% correspondían a productos listados o cotizados. Ups. La lista que viene en el mismo artículo no tiene desperdicio. Por cierto, es otro que se apunta a la tesis de Soros recogida el viernes por esta columna acerca del siguiente foco de preocupación: los CDS. Tendremos noticias sobre este activo como anticipa Business Week. Buena semana a todos.

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Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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