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Sólo un hombre con un sentido de estado tan depauperado como nuestro actual presidente del gobierno, podría incurrir, en tan breve lapso de tiempo, en un doble error estratégico de tamaña importancia para el futuro de la economía nacional como el que parece está a punto de culminar. No contento con la puesta en bandeja de Endesa a los italianos de Enel –una opción bien distinta a la de E.On, dado el carácter semipúblico de la transalpina- se dice, se comenta, se rumorea que el siguiente paso sería la apertura de la puerta que franquea la entrada en el capìtal de Iberdrola a la francesa EdF. Eso sí, una vez concluidas las elecciones, que ahora es momento de contentar al ciudadano con panem, a través de golpes de efecto cuasi circenses. Casi nada. Las dos primeras compañías energéticas españolas en manos de firmas extranjeras con presencia pública en su accionariado. Que Dios nos pille confesados.

Obviamente se trata sólo de una posibilidad pero son de tal importancia las consecuencias de su materialización, por remotas que parezcan a día de hoy, que bien merece la pena que nos pongamos la venda antes de la herida, por lo que pueda venir. Y es que entre ambas compañías controlarían casi tres cuartas partes de la generación eléctrica española y alcanzarían una posición de dominio cercano al 80% en lo que se refiere al negocio de la distribución. Añadan a estos dos principales actores la posición de la portuguesa EdP en Hidrocantábrico y la más que posible compra de los activos de Viesgo por parte de E.On y verán como, literalmente, la mayor parte del sector en España, Fenosa aparte, se encontraría en manos de entidades extranjeras. No está mal en un momento en el que la mayoría de los gobiernos apuestan por unos campeones nacionales que permitan controlar un área que, la escasez de suministro energético y los altos precios que la misma implican, han convertido en básica para el adecuado funcionamiento de cualquier economía.

Es verdad. España no es un jardín de rosas, pero tiene su atractivo. Sobre todo para los que pueden esperar. Y quieren posicionarse estratégicamente en un determinado mercado. Las medidas legislativas adoptadas en los últimos meses parecen querer dar la puntilla a unos operadores que no salen de una para meterse en la siguiente sin solución de continuidad. Un negocio regulado, a peor, estigmatizado por la imposibilidad de llevar a cabo medidas tan impopulares como necesarias de ajuste significativo al alza de las tarifas. Algo que llegará, antes o después. Y es que nunca en la larga historia de la democracia, un gobierno ha decretado tanto y tan mal en tan breve espacio de tiempo. Con tan poca coherencia. Y mira que han existido con anterioridad políticos de carrera susceptibles de tal distinción. Pero nada como el ministro Clos que ha logrado lo que parecía imposible. No hay quien defienda su gestión. Ni los productores tradicionales ni los de energías renovables que viven con auténtico pánico la incertidumbre regulatoria que les acecha. Que parecen ser los culpables de las primas que generaron la ventana de oportunidad de la que ahora se aprovechan. Hablando de Renovables, para un campeón mundial que teníamos, y se lo puede merendar el vecino de arriba. Poco dura la alegría en casa de la pobre España, pagana de extraños favores.

La situación es delicada. Y a río revuelto, ya se sabe. Sólo falta echar la caña. Algunos argumentarán que la intervención administrativa garantiza el juego limpio de los recién aterrizados. Es el clavo ardiendo al que se aferran los que son incapaces de tener una mínima visión de medio plazo. Sin embargo, el debate no está ahí, sino que va más allá. En caso de conflicto de intereses, como, por ejemplo, de prioridad de aprovisionamiento ante escasez de materia prima, servidor tiene clara cuál sería la preferencia tanto de italianos como de franceses. Y no es lo mismo actuar y ejercer presión sobre unas compañías cuya parte del león de sus cuentas de resultados está en España que hacerlo sobre esas otras que consideran nuestro país como un complemento, importante y necesario, de su espectro principal local. Sólo por citar dos ejemplos. Cuidado.

El problema es que, a día de hoy, el tema tiene difícil solución. De concretarse el interés de la eléctrica francesa, 87% de titularidad estatal y que actúa en un mercado apenas liberalizado, el precedente sentado por Enel impediría una defensa adecuada del interés nacional, traicionado ya la primera vez. Esto, por una parte. En segundo término, el accionariado de Iberdrola parece más proclive a aceptar una operación en los términos financieros adecuados, condicionando probablemente su apoyo a la obtención de determinados activos. Veremos si Galán es o no el nuevo Pizarro con el que el imaginario patrio pueda recordar los tiempos de Roberto Alcázar y Pedrín o del Capitán Trueno. Tercero y último, nuestro hombre en Moncloa, tan mal asesorado como siempre e incapaz de ver las consecuencias a medio plazo de sus decisiones, va como novia radiante al sí quiero, cegado por unos planes personales que, por desgracia, van a la segunda derivada. Y que, siendo así, es imposible que salgan bien. Lo dicho, que Dios nos pille confesados.

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@S. McCoy

Experto financiero que escribe Valor Añadido. Es un incisivo analista que despertó el interés de nuestros lectores con sus brillantes y didácticos artículos sobre empresas, sectores y tendencias del mercado.

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