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El Radar

Un día para la historia, un crash bien conocido

crash recesión bolsa economía crisis subprime

@Rubén J. Lapetra - 21/01/2008 nullh      Actualizado: 01/01/1970 nullh

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Un crash bursátil. Una sesión de pánico. Como la vivida el martes 11 de septiembre de 2001, pero con un resultado peor. En la tarde de aquel día las pantallas reflejaron el miedo, con una causa concreta, escenificada en la caída de las torres del World Trade Center en Nueva York y el ataque el Pentágono. Terrorismo de nuevo cuño y derrumbe de cotizaciones por dóquier. Las ventas fueron masivas y, no lo olvidemos, las compras posteriores también lo fueron. La bolsa vivió dos semanas de caída, pero las tres siguientes fueron de violentas subidas bursátiles. Sin embargo, hay algo muy diferente en el crash de la bolsa del 21 de enero de 2008. Este lunes negro ha sido mucho peor. Pero esto es bien conocido. De hecho, la bolsa lleva seis semanas cayendo a plomo y registra un espeluznante acumulado del 21%. No visto desde los prolegómenos de la guerra de Irak a principios de 2003. Vamos, que novedades... más bien pocas. ¿Recesión? Estamos en el mismo punto que en septiembre, viéndola venir.

El Ibex 35, el índice de referencia de la bolsa española, ha vivido la peor sesión desde su creación en 1992 y ha dejado el mayor rastro de pérdidas desde la caída del régimen soviético en agosto de 1991. Casi nada. Historia pura y dura. Y desde las 11,30 del lunes se mascaba la tragedia. "Sin explicación", decían un bróker; "Qué quieres que te diga", replicaban en un banco; "si, como en el 11-S, pero entonces había motivos para caer", apuntaba otro operador; "Esto no tiene buena pinta". Eran las reflexiones matinales de varios integrantes del mercado. El pulso de la opinión recabada por este portal no dejaba lugar a dudas. La cosa iba en serio. En las mesas de operaciones no daban crédito -si quieren entrecomillenlo-, en las empresas tampoco. Resignación, tristeza y bocas cerradas. Un mal día para casi todos. Porque cuando alguien pierde, otro gana. De cajón.

Una de las explicaciones que circularon ayer en el mercado fueron las ventas automáticas de fondos 'robots', que son gestionados por software informático y que rompieron a vender en cuanto se perforaron sus límites de pérdidas (stop loss). También hay quien dice que fueron las carteras de las aseguradoras y grandes fondos de pensiones los que tiraron el mercado. Su objetivo es preservar el capital y las pérdidas de los últimos días los habían dejado contra las cuerdas. Otros culparon, de forma más genérica, a la proliferación de ETFs y su influencia en la bolsa. ¿Más? La falta de actividad del mercado en un día sin Wall Street... El caso es que fue un cúmulo de factores, una combinación explosiva de pesadilla. Y en el centro de todo un cemento que los unió a todos: el miedo. Ese es el principal motivo porque el que el 21 de enero, como otros crashes, pasará a ocupar un lugar de honor en los libros de historia.

EEUU, punto de mira

Culpables I. En el corto plazo, son dos los hechos que han asustado al mercado en los últimos días. Por un lado, la petición de auxilio (jueves) del presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, al Congreso de EEUU para ejecutar rebajas fiscales . Es decir, los cañonazos monetarios (rebajando tipos e inyectando liquidez) del banco central no han surtido efecto. La economía de EEUU necesita más. Y Bush lo cuantificó el viernes. 150.000 millones de dólares vía rebajar fiscales (viernes). La recesión está a la vuelta de la esquina y nada parece evitarla. El mercado laboral se resiente, los resultados de las compañías se van a tornar de luto a una velocidad que se adivina imparable. Por otro lado, los resultados de la gran banca de EEUU: pérdidas históricas de Citigroup, Merrill, Bear Stearns... Y lo peor parece estar por llegar. Es lo que teme el mercado. El crac estructurado, los desconocidos fondos SIV, ha terminado por extenderse al mercado más transparente y líquido del mundo: la bolsa.

Culpables II. En el medio plazo, los mercados y el mundo occidental se han visto sorprendido por una crisis financiera de proporciones serias. La crisis dura ya más de seis meses, más dolor del previsto. Su germen fueron las hipotecas subprime (o basura), pero ha ido contaminando todos los escalones del crédito. La culpa de todo, y por centrarnos, la tiene la orgía de liquidez que se ha vivido en la economía durante los últimos años. ¿Es culpable Bernanke? Probablemente no, pero en Wall Street piden su cabeza. El sucesor del respetadísimo -cada vez menos- Alan Greenspan se ha encontrado con el pastel precocinado. Una burbuja de crédito a la que ha intentado poner coto, pero ha terminado pinchándola con las reiteradas subidas de tipos de interés. Y ahora ha tenido que dar marcha atrás. EEUU ha quintuplicado el precio del dinero en apenas tres años, del 1% al 5%. Y ahora, en otro brusco giro monetario, los baja de forma acelerada. Nada bueno. Ojo. Porque los bancos centrales ya han actuado concertadamente y es probable que lo tengan que volver a hacer. ¿Bajando tipos? Un mensaje pésimo, pero quizá una acción necesaria para contener la llegada a tierra del maremoto subprime.

¿Cuánto tiempo se tarda en cerrar la herida?

La pregunta ahora es cuánto se tardará en recuperar la bolsa. La historia da alguna respuesta. Son muchas las fechas fatídicas (1929, 1987, 1997, 1998, 2000, 2001… 2007). Cada cual con su historia, cada una con sus problemas y soluciones, pero con un nexo común: la aversión al riesgo financiero, hasta entonces quizá invisible, un movimiento brusco del mercado por el miedo o temor a una incertidumbre concreta y una factura por los excesos cometidos. El mercado se rompe, no poco a poco como ocurrió con el mercado bajista de 2000, sino de golpe... "por sorpresa". Si se aguanta, y la cartera del inversor es o debe ser a largo plazo, la recuperación acaba llegando más pronto que tarde. Ha sucedido en otras crisis. El tiempo puede oscilar desde las dos semanas como en el 11-S de 2001 a los dos años de 1987. Aunque hay palabras mayores. Los 20 años del crac de 1929. El rebote puede ser igual de violento cuando llegue. Pero, ¿llegará?

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