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La economía tras el 9-M: se acabó el 'España es cojonuda'

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La economía tras el 9-M: se acabó el 'España es cojonuda'

Anuario 2007 poder económico previsiones 2008

@B. Pana - 30/12/2007

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Cualquiera que sea el resultado de las elecciones el nueve de marzo de 2008, el gobierno entrante va a enfrentarse a uno de los panoramas económicos más complicados de los últimos años. La tardía concreción de todas las amenazas que se han ido incubando a lo largo de esta legislatura, y parte de las anteriores, supondrá un punto de inflexión y un cambio respecto al silencio administrativo que, erróneamente, ha caracterizado la política económica nacional del último quinquenio. Mientras la locomotora española tiraba, el ‘virgencita, virgencita que me quede como estoy’ se convirtió en máxima de actuación a nivel general. Las cifras lo respaldaban. Sin embargo los días de vino y rosas parecen haber llegado a su fin. Y con ellos, la posible complacencia gubernamental. A partir de este punto, la tarea no es, ni mucho menos, sencilla. Hay demasiados frentes abiertos simultáneamente. Y demasiado profundos. El reto de reinventar España, económicamente hablando, va a estar encima de la mesa a lo largo del próximo año natural y los siguientes. Lo que no sabemos es si habrá suficiente imaginación y compromiso como para afrontarlo con garantías.

España arranca el ejercicio con un cúmulo de excesos que hasta ahora sólo reconocían los organismos internacionales y medios de reconocido prestigio. Exceso de endeudamiento privado, tanto de consumidores como de corporaciones. Exceso de déficit comercial. Exceso de inflación. Exceso inmobiliario, de oferta, de precios y de peso de la actividad constructora residencial en términos de Producto Interior Bruto. Exceso de inmigración en la creencia generalizada que aquí hay café para todos, pero con churros y bollería industrial y artesana. Los círculos virtuosos lo son mientras que la proposición de partida es válida. Si no, nacen viciados en su origen. Y mientras aquí se cantaba el “España es cojonuda” a coro entre administraciones públicas, entidades financieras, promotores y demás interesados en que el show no se parara, la génesis real del milagro español era virtual. De ahí los excesos. Por una parte, tipos de interés artificialmente bajos, pensando en Alemania, cosa del pasado. Por otra, los fondos estructurales europeos que han dejado ya de responder al epíteto que los define. Flor de unos años que vuelve su mirada al Este de Europa. Por último, un boom residencial que ha creado una sensación de riqueza cuya única concreción concreta, para muchos, es un ahogo financiero del que ahora se preguntan cómo salir. Menudo panorama.

La capacidad de actuación del gobierno, sea del signo que sea, se verá limitada por dos premisas iniciales. No controla la moneda, ni los tipos de interés. Esto es: no puede influir en el precio del dinero, ni puede utilizar la depreciación de la divisa para que nuestra economía gane competitividad. Por tanto, su manera de planificar la actividad económica a futuro se ha de basar en dos tipos de medidas: de política fiscal y administrativas, actuaciones que tendrían que venir complementadas por una serie de iniciativas que fomenten la excelencia en todos los ámbitos de la sociedad, empezando por la educación, siguiendo por la sanidad y concluyendo por las infraestructuras.

Menos ingresos y más inflación

Respecto a la primera, la tentación de hacer uso del superávit presupuestario para luchar contra el panorama económico español parece inevitable a estas alturas de la crisis. No va a quedar más remedio. Y la caída de los ingresos fiscales, derivados de la menor actividad económica, unido a un aumento de las prestaciones públicas, volverá a situar la palabra déficit en primera plana del vocabulario económico nacional. Por su parte, y de cara al control de la inflación, se harán imprescindibles medidas de liberalización real de la economía que sirvan para fomentar la competencia y la formación adecuada de los precios. Por último, veremos salir conejos de la chistera con objeto de corregir la debacle inmobiliaria que ya está aquí.

Respecto al mercado de acciones, el nuevo entorno internacional va a afectar también a las compañías españolas cotizadas en bolsa. Los frutos de la diversificación internacional, que hasta ahora habían servido como excusa frente al debilitamiento de la economía local, no van a ser tan abundantes como en el pasado. Y es que cada vez son más las voces que claman que el desdoblamiento de la actividad económica entre naciones emergentes, al alza, y países desarrollados, en declive, es más una quimera que una realidad efectiva.

No ha habido tiempo para que los mercados en vías de desarrollo alcancen tamaño y autonomía suficiente como para resistir los embates de una desaceleración del mundo industrializado. Va a haber una efectiva ralentización económica internacional que afectará a los intereses nacionales por el mundo. ¿En qué medida? No se puede saber de antemano. Las consecuencias de lo que, en su día, comenzara como una crisis hipotecaria norteamericana de dimensiones restringidas, y que ha pasado con el tiempo a situarse en el nivel de emergencia financiera global, son impredecibles. Sólo hay, a diciembre de 2007, una realidad evidente. La incapacidad mostrada hasta ahora por las autoridades monetarias para atajarla de un modo efectivo, vista la insuficiencia de las bajadas de tipos de interés o de las inyecciones de capital, la situación.

El 2008 será por tanto un año de mangas remangadas y decisiones dolorosas por lo que respecta a la actividad económica española. Toda crisis supone una oportunidad histórica. Confiemos que así lo entiendan quienes tienen un su mano el devenir futuro de este país.

La gran cuestión que se plantea es si va a haber o no un desdoblamiento real de la actividad económica general entre economías desarrolladas, en declive, y emergentes, al alza.

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