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El factor guay

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@Pablo Triana * - 09/11/2007

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Aquellos inversores en busca de lo que estaba de moda han sido en los últimos años exitosamente convencidos de invertir en hedge funds y derivados de crédito. Si bien el caos actual de los mercados nos recuerda a pasadas modas inversoras que acabaron mal, en esta ocasión, hay una diferencia clave en el hecho de que las estrategias promocionadas constituyen desarrollos positivos para los mercados financieros y la economía.

Estos días nos rodean los titulares del tipo “Los retornos de los hedge funds decepcionan”, “Colapso de los hedge funds”, “Problemas con los CDOs”, “Pérdidas en CDOs”... Permítanme que nostálgicamente me sienta como si fuese 1989 (cuando era un adolescente algo alocado) ó 2000 (cuando era un estudiante de postgrado que deseaba poder seguir siguiendo un adolescente algo alocado). En aquellos días, al igual que hoy, inversiones que aparecían como indudablemente guays de repente se transformaron en una ruta hacia la miseria. Los activos que había que poseer como fuese (bonos basura y punto coms, respectivamente) se convirtieron en una trampa mortal para muchos de aquellos que ciegamente obedecieron a los dictados de la moda. Al intentar desesperadamente ser parte de la gente guay, esos inversores acabaron pagando un precio muy alto.

Los hedge funds y los derivados de crédito simbolizan las inversiones de moda que resultaron (parcialmente) desastrosas de nuestros días. El destino moderno y chic para tu dinero. Imposibles de evitar para aquellos que no quisiesen ser señalados como atrasados y fuera de onda. En los últimos años el ambiente reinante parece haber sido uno de exaltación gloriosa de aquellos con suficiente visión como para trasladar millones hacia los fondos y estructuras financieras cada vez más complejas, y de ridiculización sin límites de aquellos que inexcusablemente no se abrazaron a las nuevas tendencias. No muy diferente a los días de los bonos basura y las punto com. Al igual que una jovencita es publicitada a no sentirse guay si no compra en Zara ó Prada, los inversores han sido publicitados a sentirse desesperadamente fuera de onda salvo que tuviesen posiciones en hedge funds y CDOs.

La genialidad más reciente de la industria financiera ha sido convencer a los fondos de pensiones, gestores de carteras, compañías de seguros, fondos soberanos, fondos de universidades, patrimonios privados, e incluso inversores de a pié de que no invertir en hedge funds y derivados de crédito supondría perderse el tren de la popularidad y la abundancia, señalarse a sí mismo como alguien sin la sabiduría y el valor suficientes como para agarrarse a una oportunidad única. Ciertamente poco guay.

Por supuesto, a veces, el tener mucho éxito en una campaña de márketing acaba causando penurias, tanto a los consumidores como, paradójicamente, a los propios vendedores. Aquellos que pusieron excesiva fe en el evangelio de los bonos basura de Michael Milken ó en las posibilidades de vender comida para animales a través de Internet probablemente acabaron poco satisfechos. Y se puede argumentar que aquellos que publicitaban los bonos de alto rendimiento y las puntocom pagaron por su rebosante entusiasmo (y exitosa capacidad de engatusamiento), dado que la insaciable demanda generada llevó a un deterioro sin freno en la calidad de la oferta, lo cual indudablemente facilitó el desastre eventual.

Muchos de los inversores en busca de la moda de nuestros días probablemente sienten que ellos también sucumbieron demasiado fácilmente y demasiado intensivamente a los cantos de sirena provenientes de los hedge funds y los dealers de derivados de crédito. Un cierto rechazo hacia estas inversiones alternativas es de esperar en el futuro cercano. Los hedge funds y los CDOs ya no serán tan guays. Pero, al contrario que los bonos basura de la década de los 80 y las punto com de la década de los 90, un baño de sangre indiscriminado no es probable. Lejos de estar aproximándose a su casi-extinción, los hedge funds y los derivados de crédito continuarán siendo parte establecida del paisaje financiero. ¿Por qué? Sencillamente, por que son inventos bastante útiles que juegan un papel en conjunto positivo.

Si la burbuja de los bonos basura sobre todo ayudó a que bucaneros enloquecidos apalancasen a las compañías hacia el desastre, y la burbuja de Internet sobre todo ayudó a que “negocios” inservibles le quitasen los ahorros a las abuelitas, la última moda de inversión ha generado un legado más bienvenido. Al popularizar los hedge funds y los derivados de crédito, y por tanto hacerlos más aceptables, la coyuntura actual ha aportado valor. Tanto la muy necesaria liquidez de mercado aportada por los primeros como las posibilidades de distribuir eficientemente los riesgos prestatarios de los bancos aportadas por los segundos son desarrollos extremadamente beneficiosos para la economía en general.

Los últimos años serán recordados como una época en la cual, de nuevo, la industria financiera tuvo un éxito extraordinario a la hora de hipnotizar a los inversores hacia los activos guays, muchos de las cuales inevitablemente acabaron mal. Pero en esta ocasión la historia contiene una clarificación crucial: los productos publicitados son, de hecho, invenciones altamente útiles.

* Pablo Triana es director del Centre for Advance Finance del Instituto de Empresa

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