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Finanzas

Baile de cabezas en los grandes bancos de Wall Street

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Baile de cabezas en los grandes bancos de Wall Street

De iz. a drcha. Stan O'Neil (Merrill Lynch), Warren Spector (Bear Stearns), Charles Prince (Citigroup) y Peter Wuffli (UBS).

@E. Sanz - 06/11/2007

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Los grandes bancos de inversión no olvidarán fácilmente 2007, como tampoco lo harán sus máximos ejecutivos. Las cabezas ya han empezado a rodar por la Gran Manzana neoyorquina y antes de que termine el año podría haber nuevas sorpresas. Un auténtico lavado de imagen, con un elevado coste económico –las fuertes indemnizaciones de los ejecutivos salientes han levantado más de una ampolla-, que se ha traducido en la mayor oleada de despidos, renuncias y abandonos en las mayores entidades bancarias del mundo en los últimos ochos años.

Desde la sonda salida del presidente y director ejecutivo de Morgan Stanley, Philip Purcell, en 2005, los ‘relevos’ en las altas esferas financieras habían quedado en stand by. El descontento entre accionistas y empleados sobre la evolución de la división de banca privada tras sus fusión con Dean Writter, provocó entonces la salida forzada de Purcell.

Este año, en el mes de julio de 2007, justo dos años después, fue UBS el primero en abrir la caja de los truenos al anunciar por sorpresa la destitución de su consejero delegado, Peter Wuffli. El banco suizo despedía fulminantemente a uno de sus máximos ejecutivos tras reconocer fuertes pérdidas de 3.500 millones de dólares en varios hedge funds. Marcel Rohner ocupaó el asiento de la primera víctima subprime.

Desde la salida de Wuffli, los grandes de Wall Street han intentado capear el temporal como han podido. Sin embargo, los resultados trimestrales han confirmado lo que el mercado temía: fuertes pérdidas en algunas de las mayores entidades financieras del mundo. Como sucedió hace cuatro meses en UBS, dos de ellas, Merrill Lynch y Citigroup, han decidido cortar por los sano y poner en la calle a sus dos máximos ejecutivos.

La primera de ellas cesaba hace apenas dos semanas a su primer ejecutivo, Stanley O’Neil, tras reconocer un agujero de 7.900 millones de dólares. Alberto Cribiore se pondrá provisionalmente al frente de la mayor correduría del mundo y encabezará un comité creado para buscar un sustituto que ocupe el despacho de O'Neal. Poco ha tardado Citigroup en buscar responsables al descenso de sus ingresos hasta septiembre. El cabeza de turco, su presidente, Charles Prince, el segundo pez gordo en caer por la crisis hipotecaria. El que fuera secretario del Tesoro, Robert Rubin, asume la batuta.

Tanto O’Neil como Prince se despiden de los suculentos ‘bonus’ que habrían recibido de haber finalizado el año en sus cargos –y que también se espera que se resientan por la crisis subprime-, pero no se van con las manos vacías. Según estimaciones de The New York Times, el cese del primero podría suponer un desembolso para Merrill Lynch de unos 110 millones de euros –como mínimo-, entre prestaciones de retiro, acciones y stock options. De la indemnización de Prince todavía no hay cifras.

Bank of America tampoco se libra de la ‘limpieza’. Su director de banca de inversión, Gene Taylor, abandonará la entidad cuando termine el año, mientras que Brian Moynihan, otro de los máximos ejecutivos del grupo, forma también parte del proceso de transformación del equipo gestor. La reestructuración costará además 3.000 empleos: los más afectados, la banca de inversión.

Tampoco ha salido bien parado Bear Stearns. El co presidente y director de operaciones, Warren Spector, perdió su trabajo en agosto, tras anunciar el banco a sus clientes, el pasado mes de julio, que era poco probable que recuperaran el dinero invertido en dos de sus hedge funds. Alan Schwatz ha quedado al frente de la entidad como presidente único, mientras que el director financiero, Samuel Molinaro, ha asumido las responsabilidad del departamento de operaciones. En Lehman Brothers todavía no han rodado cabezas, pero cerró su negocio subprime en agosto y recortará 1.200 empleos.

Temor a un efecto dominó

Ahora, todas las miradas se dirigen hacia Morgan Stanley, JPMorgan y Goldman Sachs, ante un posible efecto contagio. Desde 2005, con la salida de Philip Purcell, la cúpula directiva del primero de ellos no ha sufrido cambios drásticos. Algo similar sucede con JPMorgan. En septiembre de 2001, el presidente y director ejecutivo del grupo, Sandy Warner, anunció su retirada justo cuando se cumplía el primer aniversario de su fusión con Chase Manhattan, mientras que William Harrison, presidente y director general del grupo fusionado, se hizo con la presidencia. El mes antes de la retirada de Warner, el banco anunció más de 3.000 despidos en la división de banca de inversión, área que sufrió el mayor recorte de personal como consecuencia de la fusión.

En el caso de Goldman Sachs hay que remontarse más atrás en el tiempo, a enero de 1999. Entonces, el director general y copresidente del grupo, Jon Corzine, abandonó el banco de inversión tras 24 años. Aunque la versión oficial de la entidad sostenía que su salida formaba parte del proceso de transformación de la compañía antes de su salida a bolsa, fuentes cercanas al banco aseguraban que estaba vinculada a las fuertes pérdidas registradas durante la crisis de deuda rusa de 1998.

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