Viernes, 20 de julio de 2007 (Actualizado a las 18:33)

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Cosas del hacer patrio, contemplamos desde la indiferencia el progresivo hundimiento de un mercado inmobiliario, el americano, consecuencia del estallido de una acumulación de factores que no distan mucho de aquellos que han caracterizado la actividad promotora en nuestro país en los últimos años. Bajos tipos de interés, novedosas fórmulas de financiación, demanda al alza ayudada por los nuevos modelos familiares y la inmigración, elevación de precios y sobreoferta.

¿Les suena? Y mientras que en aquel país, como ha puesto de manifiesto Bernanke, presidente de la Reserva Federal, la crisis se ha situado en el centro de la discusión económica nacional, en España seguimos a otra cosa, mariposa, que el estío llama a la puerta y no es momento de mayores preocupaciones. Poco importa que algún promotor de renombre, como Juan Bautista Soler, diga que nos queda para tres años de sequía inmobiliaria. Vade retro. España va bien y, si no, seremos los últimos en enterarnos. Bonito consuelo.

Y es que en España nos hemos acostumbrado a vivir, inmobiliariamente hablando, en el mundo del pequeño pony. Confiamos en que nuestro principal depósito de riqueza mantiene su valor gracias a los datos proporcionados por aquellos con los que nunca nos iríamos a tomar un café sin poner a buen recaudo la cartera: la administración pública, las entidades financieras y la patronal del sector. Reflexionen, si no, sobre ello. Cualquier otro que se pronuncie en sentido opuesto a la versión oficial es estigmatizado como catastrofista. Qué mal talante, por favor. ¿Que el coche va cuesta abajo y sin frenos? Pero hombre, fíjese en el paisaje. Por muy bonito que sea, sólo suavizará el golpe, ¿no?

Se echa en falta en nuestro país la transparencia de, por ejemplo, el mercado americano. Allí son conscientes de lo que pasa a todos los niveles porque las cartas no están marcadas. Quien da el pulso del mercado es el propio sector. Así, el índice NAHB se ha convertido en la referencia inmobiliaria de cabecera. Publicado por la Asociación de Constructores, se trata de una encuesta entre sus asociados, más de 200.000, que evalúa tres componentes esenciales: ventas actuales (con un peso del 59%), ventas futuras (14%) y tráfico de compradores potenciales (27%). Y no admite trampa ni cartón. De hecho, los tres elementos han visto caídas muy bruscas en el mes de julio que ha llevado al agregado a situarse en los 24 puntos, 15 por debajo de donde estaba en febrero y a un nivel no visto desde enero de 1991 cuando Estados Unidos estaba en recesión. Y el problema no es ése: como referencia adelantada de las viviendas tanto iniciadas como vendidas, el NAHB apunta a que los problemas continuarán en el futuro inmediato. ¿Para cuándo un indicador similar en España? He tenido un sueño, que diría Martin Luther King.

Y, sin embargo, la realidad objetiva es que el proceso español es bastante similar a lo que ha acontecido al otro lado del Atlántico. Oferta sobredimensionada en un entorno de tipos al alza y clara elasticidad negativa de la demanda a los niveles actuales de precios. Con una diferencia: en Estados Unidos la política monetaria y fiscal están centralizadas lo que permite mayor capacidad de reacción. En nuestro país, la primera ya no depende de las autoridades locales mientras que la segunda, si persigue algo, progresía regresiva, es desincentivar aún más las compras restringiendo las deducciones. Lo que faltaba.

En Estados Unidos, los propios promotores sitúan el final de la crisis para finales de este año, principios de 2008. ¿Y España? Bueno. Para que un enfermo se cure, lo primero que necesita es reconocer su enfermedad. Y los principales actores del mercado niegan los síntomas evidentes de que algo se está incubando. Siendo así, no descarten que, más antes que después, la realidad del mercado inmobiliario español asome con toda su crudeza. Ojalá que no sea así. Buen fin de semana a todos.

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