Martes, 10 de julio de 2007 (Actualizado a las 16:04)

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Juventud, divino tesoro, que diría Rubén Darío. Carme Chacón, 35 años, tiene un sueño. “Quiero que el precio de la vivienda no trunque un solo proyecto de vida personal” ha dicho en su toma de posesión. Un planteamiento con tintes filosóficos que ha anegado la toma de posesión de una nebulosa entre romántica y nostálgica, con la ministra saliente leyendo un poema.

Para los de lágrima fácil, ha sido una ceremonia difícil. Un acto que da para una crónica social, no sólo por la presencia de personajes del mundo del cine y de la moda, como los diseñadores Devotta y Lomba, sino también por la presencia curiosa de varios presidentes de empresas privadas. No era la toma de posesión del ministro de Industria, ni del presidente de la CNMV o un regulador de turno, sino la titular de Vivienda.

Debe ser por eso de que todos están vendiendo los inmuebles por lo que acudieron tantos, o simplemente por una cuestión de “amistad” y educación ante las invitaciones. Hay quien se ha preguntado si a partir de ahora las VPOs iban a llegar con ADSL, a velocidad de vértigo. La cosa era una broma de mal gusto en las circunstancias actuales, con multa de la UE de por medio.

Allí estuvieron César Alierta, presidente de Telefónica, Luís del Rivero, de Sacyr, que no suele perderse una, y Antoni Brufau, presidente de Repsol, recién llegado de Argentina, sin olvidarnos de Fernando Martín, de Martinsa, o el presidente de Asprima. También estuvieron representados el Santander, Iberdrola y otras tantas empresas del Ibex.

Que Chacón tenga como prioridad conseguir el acceso de los jóvenes a la vivienda, cuando ellos y los inmigrantes han sido directamente expulsados de ese mercados ante los precios excesivos de los pisos no es más que un acto de voluntarismo, sobre todo cuando quedan poco menos de ocho meses para las elecciones.

Ni lo ha conseguido Trujillo, ni lo conseguirá Chacón, ni los presidentes de las comunidades autónomas, a los que ha pedido lealtad. Una palabra inexistente también en periodo electoral.

"Les ofrezco lealtad y la espero", declaró Chacón, poniendo las bases de lo que espera sea la relación entre las tres administraciones, al menos durante los ocho meses que quedan de legislatura. Más aún, lanzó un claro mensaje de unidad diciendo que "la necesidad de acceder de manera adecuada a una vivienda, excede por completo a los colores políticos y las opciones partidistas". Bellas palabras que muestran una esperanza con pocos visos de convertirse en realidad.

No es un problema único del ministerio de Vivienda la incapacidad de los jóvenes y los inmigrantes para comprar un piso. Es una cuestión de estructura económica, es un problema del mercado del trabajo y de una economía que crece repleta de desequilibrios, que crea más empleo que ninguna de su entorno, pero de una calidad nefasta.

Un ejército de jóvenes, mileuristas y menos, ocupan puestos de trabajo en periódicos, bufetes de abogados, estudios de arquitectura y nadie hace nada para que esa situación mejore porque resulta harto rentable para las empresas trabajar con esos costes mínimos para trabajadores cualificados. Gana más un fontanero llegado del Este que se dedique a hacer chapuzas que un licenciado en arquitectura o un abogado en prácticas en un bufete de copete español.

En la octava economía del mundo, una parte importante de la pirámide de la población sufre un problema tercermundista, no tiene acceso a la vivienda, aunque gracias a los cielos no viven en la calle.

Llega la nueva ministra en un momento en el que la gran banca le está cortando el grifo del crédito a los promotores; en el que éstos le ponen velas a San Pancracio para que el sector se ralentice y no sufra un brusco parón; en el que las boutiques de ventas de pisos están empezando a desaparecer a decenas; en el que los precios empiezan a decaer y la demanda puede empezar a no cubrir la excesiva oferta. Un panorama de crisis de valoraciones en bolsa y de huída de los extranjeros.

Ocho meses preelectorales en los que las buenas intenciones poco podrán hacer frente a una realidad cruda como la inexistencia de una política de vivienda común, simplemente por que está transferida y cada partido, cada Ayuntamiento, cada Comunidad ha hecho del suelo, de la vivienda, del urbanismo un sayo a la medida, en demasiadas ocasiones, de sus necesidades de financiación. Y eso no se cambia en ocho meses, ni en ocho años, al menos si la voluntad política no se comparte, que es lo mismo que ocurre ahora mismo.

Es bello recitar poemas, es bueno contar con amigos, aunque sean repentinos, en estos actos, es prometedor que una joven de 35 años alcance la responsabilidad un ministerio tan complicado como esté, pero no tiene en sus manos, ni en sus potestades, la capacidad para resolver el enorme problema de la vivienda. Juventud, divino tesoro.

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