Miércoles, 2 de mayo de 2007 (Actualizado a las 18:55)

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Uno de mayo. Día del Trabajo. Festivo. Paradojas de la vida. Sindicato tras sindicato, un solo mensaje: Delphi no se cierra. Solidaridad, lucha, resistencia. Agrupémonos todos. Delphi como símbolo, como estandarte, como bandera. Contra el mundo globalizado, el obrero organizado, parecen querer decir. Vámonos un siglo atrás, camaradas, que no nos estamos enterando de que va esta fiesta. Porque Delphi se cierra, seguro. Y esperemos que con el un modelo de hacer política al sur de Despeñaperros que toma ahora buenas dosis de su propia medicina. Y ante esa realidad caben dos soluciones: la confrontación o la reflexión. Dado que de la primera quedamos ayer suficientemente servidos, vayamos con un poquito de la segunda, que ya va siendo hora de que alguien ponga algún punto sobre las íes (y no me refiero a Cándido y Fidalgo, de verdad).

Delphi se cierra, primero, porque no puede sobrevivir. En un mundo globalizado como el actual, la deslocalización es un fenómeno inevitable. Injusto, probablemente, pero sobre el que desde un punto de vista financiero no hay, en la mayoría de los casos, discusión posible. Si me sale más barato instalar una fábrica en otra nación que me ofrece además menores costes de producción y hasta un cierto incentivo fiscal, sería restar valor a mis accionistas no tomar la decisión de asumir el cambio de ubicación. Contra la deslocalización se lucha con proximidad al cliente (que ahorra costes de transporte), innovación-productividad y especialización. Y Cádiz no ofrece ninguna de ellas. Cabe, sin duda, la pataleta en todos los ámbitos de la administración, pero como recordaba el editorial de Expansión del pasado 20 de abril, la obligación del gobierno no es amenazar a quien se va sino generar entornos atractivos para el capital que estimulen la creación de riqueza y valor añadido. Pero algunos siguen sin entenderlo. No puedo estar más de acuerdo.

Y pasamos aquí al punto clave. Delphi, cierto es, se ha aprovechado de una política de subsidios que algunos podrían considerar como un cierto estímulo fiscal. Craso error. Competir fiscalmente es establecer políticas no de aseguramiento de la viabilidad de un negocio por la vía de la inyección de dinero público sino de tributación atractiva sobre unos negocios rentables y que generan riqueza para sus accionistas y, por ende, para sus empleados y sus familias. Esto que parece de cajón no lo han tenido tan claro los gestores de la Junta en los más de veinte años que llevan gobernando la región. En un remedo de los antiguos señoritos andaluces, tan criticados por ellos, han apostado más por cuidar que nadie entrara en el cortijo, fidelizando votos por la vía del subsidio, que por mejorar sus instalaciones, cuidar de su producción y asegurar su rentabilidad de cara al futuro. Y al final, cuando lo que importa es el continente y se descuida el contenido, los resultados están a la vista. La mala hierba y el abandono siempre terminan por aparecer.

Delphi, por último, se cierra porque para los futuros responsables de la firma, Delphi Cádiz va a ser un problema menor. En Chapter 11 desde hace año y medio continúan las dudas acerca tanto de la viabilidad de la empresa como de los futuros accionistas que la van a integrar (enfrentados, por cierto, con el poderosísimo sindicato del automóvil americano, que en todas partes cuecen habas). Pero dado el perfil de los posibles adquirentes, fundamentalmente entidades de capital riesgo, prepárense para lo peor. Cualquier proceso de compra incluirá casi seguro clausulado de exención de responsabilidades sobre pleitos existentes y las reclamaciones que se puedan articular contra la compañía serán de difícil ejecución en caso de ser resueltas favorablemente. A día de hoy, solo una solución a la española, con el apoyo de otros grupos líderes en el sector, como Antolín o Gestamp, podrían evitar lo que para muchos, incluido este McCoy que hoy les escribe, no es sino la Crónica de una Muerte Anunciada.

En Verano Azul se pasó del soniquete "del barco de Chanquete, no nos moverán" a "Chanquete ha muerto" en lo que mediaban unos cuantos capítulos. Con Delphi ocurrirá, unas millas más al oeste de Nerja, otro tanto de lo mismo. Y de verdad que lo siento por los trabajadores, sus familias y por una ciudad de Cádiz que parece dejada de la mano de Dios. Pero que nadie busque todo el origen de los males de la filial norteamericana allende el Atlántico. Parte lo tiene mucho más cerca, con nombre de dictador sudamericano y cara de escudo del Barça. A él debieran lloverle hoy los reproches. Feliz y corta semana a todos, especialmente a los que sufren por Delphi.

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